Castillo de naipes

Por Fernando Ruiz, licenciado en Relaciones Internacionales, en el Centro de Estudios Prospectivos.

Castillo de naipes

Foto publicada en nuevatribuna.es

Sociedad

Otras Miradas

Publicado el 23 DE JULIO DE 2020

El COVID-19 ha marcado un punto de inflexión en la historia de la humanidad. Seguramente los historiadores del futuro contarán con más elementos de análisis para interpretar este momento histórico, sin embargo, es posible extraer algunas conclusiones provisorias de lo que ha sucedido en estos últimos meses y en base a los fenómenos analizar tendencias a futuro. Para comenzar se hace evidente que el retorno a la normalidad anterior es ilusorio y hasta cierto punto ficticio, es difícil prever un escenario donde todo vuelva a ser tal cual era. Aunque se pretenda restaurar un statu quo previo a la pandemia, hay ciertos cambios y consecuencias que perdurarán. Lo más revelador de esta crisis es hacer evidente ciertos aspectos de nuestras sociedades que si bien eran notorios para algunos observadores, el mundo continuó operando bajo los mismos paradigmas mentales. Por otro lado, pone en evidencia que sociedades complejas y avanzadas corren riesgo de desmoronarse como un castillo de naipes de la noche a la mañana ante el avance de un virus. Este artículo tiene el objetivo de revelar aquellos aspectos que eran previsibles pero que, sin embargo, permanecían sin ser percibidos por seguir operando bajo las mismas narrativas y marcos mentales. Se enfoca en los aspectos ambientales, sociales, tecnológicos y económicos de la post pandemia.

En primer lugar, la idea de que hay un progreso ilimitado basada en un modelo de consumo infinito donde tener riqueza más allá de lo esencial es mejor para el bienestar general. Todos los sistemas de medición estadística están basados en esta premisa y la ciencia económica se asienta sobre esta concepción. Un sistema que apunta a crecer más, inexorablemente llegará a un punto final de crisis o desequilibrio, dado que los recursos del planeta son finitos y las presiones sobre los ecosistemas aumentan a un ritmo creciente. La pandemia ha despertado la conciencia de que nuestra existencia como especie en el planeta no puede darse por asegurada. El aumento de enfermedades provocadas por zoonosis es una señal de alerta de la presión de las actividades humanas y el impacto de la reorganización en el uso del suelo.

Por otro lado, la finitud del crecimiento será un elemento que deberá guiar las decisiones de los actores implicados en un futuro próximo. La humanidad deberá operar bajo estas restricciones en las próximas décadas, y deberá hacer un balance entre desarrollo sostenible y equidad. El ritmo de crecimiento económico desde la revolución industrial basado en combustibles fósiles accesibles está llegando a un punto insostenible. No se trata de crecer más indefinidamente, sino de crecer lo justo y necesario para brindar un bienestar digno a todas las personas, pero a la vez sin comprometer el equilibrio de la naturaleza.

Esta narrativa del crecimiento ilimitado está en el fondo de los problemas que enfrentamos, y está vinculado al antropocentrismo de nuestra civilización occidental. El ser humano en el centro de todas las decisiones sin considerar nuestro impacto en el entorno, y considerando a la naturaleza como algo externo a nuestra propia existencia. Esta narrativa del progreso nace de la modernidad y con la revolución industrial y tecnológica se ha instalado como un axioma indiscutido. Es necesario cambiar la concepción de nuestra relación con la naturaleza, lo cual implica un giro copernicano. En consecuencia, es necesario repensar todo el funcionamiento de nuestras sociedades desde la alimentación, el transporte, la energía, los sistemas de salud y educación, el trabajo, la urbanización, etc. Esto implica un replanteamiento de todos los aspectos básicos del funcionamiento de una sociedad.

En el informe perspectivas de la población mundial la ONU calcula que hacia 2050 la población mundial alcanzará los 9.700 millones de personas. En un mundo con un aumento de la población que ponga presión a los ecosistemas, es factible que resurjan conflictos en torno al acceso de recursos estratégicos (agua, tierras cultivables, etc.). Además, la concentración de la población en grandes urbes es el caldo de cultivo de nuevas pandemia y conflictos sociopolíticos en detrimento de la democracia.

En segundo lugar, la pandemia ha revelado fragilidades en los aspectos socioeconómicos. Ha reflotado a la superficie divisiones raciales y socioeconómicas que estaban latentes. Las distintas desigualdades que atraviesan las sociedades se han hecho evidentes. El paradigma del invididualismo y el atomismo social se desmorona ante una enfermedad que ataca a todos por igual sin distinción de raza, sexo ni clase social. En consecuencia, se hace evidente que el bienestar individual es indisociable del bienestar general de las personas que viven en comunidad. Al mismo tiempo ha puesto en evidencia la importancia de universalizar el acceso a los sistemas de salud, educación y la preparación en tecnología para cerrar brechas sociales. La inclusión e incorporación de personas a los mercados laborales en momentos de transformación tecnológica será otro punto central para mantener la paz social.

Por último, otro aspecto que se hace patente es que el sistema de estados y los organismos internacionales no han logrado proveer bienes públicos globales. Como resultado, se ha hecho notoria la descoordinación entre los actores. En un mundo interconectado, sin ningún tipo de gobernanza mundial que se ocupe de proveer bienes públicos globales en salud, medio ambiente y desarrollo, la globalización no podrá seguir operando.

En conclusión, se abren múltiples desafíos a futuro, construir sociedades más equilibradas, cohesionadas y en armonía con la naturaleza. Es necesario replantear los paradigmas y narrativas que nos han orientado y repensar todos los aspectos de nuestra existencia colectiva. El proceso de debate participativo de los distintos actores sociales es necesario para imaginar y construir futuros deseados. De seguir por el mismo camino, es inevitable que lleguemos al abismo y posiblemente al borde de la extinción.