El teletrabajo llegó para quedarse, pero los derechos laborales no se terminan

Especialistas dialogaron sobre el trabajo remoto que se impuso durante la pandemia. Aseguran que las empresas seguirán aplicándolo, pero los trabajadores prefieren la forma presencial.

El teletrabajo llegó para quedarse, pero los derechos laborales no se terminan

Imagen ilustrativa publicada por cronista.com

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Unidiversidad / Florencia Martinez del Rio

Publicado el 13 DE MAYO DE 2020

Trabajar desde casa no es algo nuevo. En la segunda mitad de los 90, las empresas comenzaron a implementar el teletrabajo gracias al avance de la tecnología, pero fue durante la pandemia de COVID-19 cuando el home office se impuso debido al confinamiento en sus hogares de millones de personas. Esta forma de trabajar, que se convirtió en el gran aliado de las empresas para evitar el cese total de las actividades, ¿llegó para quedarse y mejorar el mundo laboral, o será un nuevo motivo de estrés y ansiedad para los trabajadores? La palabra de los especialistas.

Susana Finquelievich y Romina Cutuli, investigadoras del Conicet, reflexionaron sobre este tema y explicaron que estos nuevos tipos de trabajo y de trabajadores forman parte los cambios de la llamada Cuarta Revolución Industrial que el mundo está atravesando, caracterizada por la aceleración de la informática y las telecomunicaciones. En este contexto, sumado a la crisis pandémica, el teletrabajo se acentuó y llegó para quedarse. "Muchas empresas han sido reacias porque hay quienes controlan la producción del trabajador no por el producto, sino por el horario que cumple. Hoy en día, se ha promovido como una necesidad prácticamente ineludible y creo que eso va a visibilizar justamente las facilidades que crea”, comentó Finquelievich, directora del Programa de Investigaciones sobre la Sociedad de la Información de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

En esta misma línea, Javier Elizondo, especialista en sociología económica, en dialogo con Unidiversidad, señaló: “El teletrabajo va a seguir, sobre todo, en aquellos que integran los grupos de riesgo, ya sea por edad o por tener enfermedades preexistentes. Una parte sustancial de los trabajadores a distancia se va a mantener cuando paulatinamente se vuelva a la normalidad. Hay que ver qué tipo de productividad puede generar el teletrabajo, porque a diferencia de lo que sucede en el ámbito de los servicios, en la producción de bienes, como las fábricas, no reemplaza a lo presencial, para eso no se ha generado una alternativa”.

Desde el punto de vista de los empleados, la situación podría ser diferente. La psicóloga social y laboral Nilda Bautista explicó a Unidiversidad que existen empresas formales, generalmente multinacionales, que respetan las horas de trabajo de sus empleados, lo que permite que se puedan adaptadar mejor, atendiendo tanto a su trabajo como a su familia. Pero esto no ocurre en todos los casos, lo que hace que el home office no sea la mejor opción, sobre todo para aquellos que se desempeñan en la informalidad. Para Bautista, muchas empresas van a elegir el teletrabajo, lo que generará una nueva adaptación, y como en todo cambio, hay evolución e involución, cosas favorables y contradictorias.

"Los pacientes manifiestan que en sus casas trabajan más horas de las que les corresponden, les exigen más y el teletrabajo se vuelve algo negativo. Esto genera mucho estrés en las personas. Las dificultades para vender, por ejemplo, provocan inestabilidad y falta de seguridad. Esa incertidumbre permanente afecta negativamente la salud de las personas, con un elevado nivel de estrés y crisis de ansiedad. En porcentaje, son más los que prefieren estar en la oficina", explicó Bautista.

Al respecto, las investigadoras del Conicet hicieron hincapié en que los derechos de los empleados no se terminan porque la modalidad del trabajo cambie. Teletrabajar implica una serie de nuevos derechos y deberes, como la cobertura de los gastos que el empleado tiene en su casa por parte de la empresa y de los seguros de riesgos o accidentes en el trabajo. Finquelievich advirtió que el teletrabajador debe estar muy imbuido en su trabajo, debe disponer de un espacio en su casa para hacerlo, ya que está poniendo su propio espacio y recursos, como los servicios de luz, internet y gas, algo que se complica si la persona tiene niños. A la vez, tiene que tener una disciplina particular para limitar su propio tiempo, porque dejan de existir las barreras entre el empleo y su vida privada.

Además, no todas las personas pueden teletrabajar, advirtió la especialista. Un estudio realizado por Cippec sobre el impacto del aislamiento preventivo y obligatorio en las modalidades de empleo en Argentina reveló que el porcentaje de trabajos que tienen el potencial para realizarse desde el hogar se encuentra entre el 27 % y el 29 % de los totales, y se reduce al 18 % si se considera la cantidad de hogares con uso efectivo de computadoras. Alrededor de 3,3 millones de empleados realizan tareas categorizadas como "teletrabajables" sobre "un total de 11,7 millones de trabajadores cubiertos por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH)".

"La sociedad, las redes de comunicación, las empresas y el Estado no han estado preparadas para funcionar con teletrabajo. Aún así, surgieron parches que fueron construyendo una nueva realidad. Hay que ver cuántas personas prefieren trabajar de esta manera en relación con cuestiones que tiene que ver con lo cultural, lo económico y lo social. Dependiendo de eso, se adaptarán mejor o no”, afirmó el sociólogo.

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Otro cambio en el mundo laboral que podría producirse después del coronavirus, según Elizondo, es la forma en la que serán consideradas las personas que durante la pandemia fueron parte de los grupos de riesgo. "Luego de haber transitado esta experiencia que afectó a casi todos los países, se van a forzar cambios por necesidad. Evidentemente, después de la pandemia, se van a ir desarrollando nuevas tecnologías a demanda, porque esto puede volver a suceder. La pregunta es si a la salida de la pandemia una empresa querrá contratar a alguien con una enfermedad preexistente, por ejemplo, que en caso de una pandemia, no va a poder trabajar. Habrá que ver cómo son tomadas las personas que son grupo de riesgo y si se transforman en nuevos desempleados".

 

Desigualdades, "capitalismo de plataformas" y fin del trabajo asalariado

Romina Cutuli, doctora en historia y especialista en género y trabajo, adviritó que la pandemia visibilizó y acentuó la desigualdad con la que se convive, “la ya precaria subsistencia de millones de personas en todo el mundo que trabajan para ganarse la vida en condiciones materiales, sanitarias y jurídicas de gran fragilidad”. Por eso, propone “no dejar para tiempos mejores” el debate en torno al “salario como principal medio de acceso a los recursos necesarios para la subsistencia”, que va de la mano de la “reducción y la redistribución del tiempo de trabajo”.

La investigadora del Conicet destacó también la omnipresencia del trabajo doméstico y de aquellos que implican cuidar a otros. Las recomendaciones sanitarias vinculadas con la limpieza dan cuenta de su valoración intrínseca. “Son necesarios siempre, aunque el mundo se pare, fundamentales para sostener la vida. Ya es tiempo de que les devolvamos el lugar social que históricamente les ha sido negado. Esto es, una remuneración justa para quienes realizan esas tareas a cambio de un salario, una distribución equitativa a escala social y familiar, que no sobrecargue a nadie ni lo prive de otras experiencias en los espacios doméstico y público”.

Por otro lado, según Finquelievich, la “economía de plataformas” tampoco constituye una novedad, pero subraya que, por la cuarentena, las empresas de delivery están trabajando “a todo vapor” y que "el habituarse a un determinado servicio debido a una necesidad conlleva a que la gente continúe usándolo aun cuando la necesidad imperiosa haya pasado, por lo que es posible que las empresas de plataforma como estas sigan frondosamente".

Cutuli, por su parte, advirtió que es pertinente hablar del fin del trabajo asalariado, porque están emergiendo formas más eficaces de apropiación de la riqueza socialmente producida ya que las aplicaciones conectan al productor y el cliente sin mediar relación laboral. Para la investigadora, la principal función del “capitalismo de plataformas” es apropiarse de la riqueza producida por el trabajo al tiempo que deshace el lazo jurídico del trabajo asalariado, disminuye el capital necesario para la actividad productiva y, a la vez, controla con mayor eficacia el proceso de producción. “El ejemplo paradigmático de esto es el de las apps de delivery y mensajería, cuyos trabajadores están cumpliendo un servicio fundamental en este momento, con escaso reconocimiento económico y jurídico”, sostuvo.

Desde diversas disciplinas, especialistas avisoran que la pandemia de COVID-19 generá cambios más allá del ámbito sanitario. Claro está que, para seguir comunicados y ser productivos laboralmente, esta crisis demostró que no se puede escapar de la tecnología. Esta relación se va a ir incrementando y el aprendizaje que las personas están realizando de forma inconsciente seguirá aumentando, según las científicas del Conicet. Con el paso del tiempo, habrá que analizar de qué manera los cambios en el mundo laboral afectarán a los trabajadores y empleadores.

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