No es él sino su sombra

Rubén Giacchi se encuentra en el medio de una tensión pública por dos denuncias de dos mujeres. Una demanda es formal; la otra, no, pero una hace emerger a la otra. ¿Por qué?

No es él sino su sombra

El médico y exministro de Salud, Rubén Giacchi.

Sociedad

Unidiversidad

Jorge Fernández Rojas

Publicado el 19 DE ENERO DE 2017

La figura del exministro de Salud terminó marcando el primer mes del año al darle continuidad a la saga dolorosa de las expresiones de violencia machista. El archivo personal o la memoria vivencial de alguna víctima siempre se activará por una revelación del presente.

Esta situación ya se vislumbró con el caso del abuso sistemático a niños y niñas hipoacúsicas en el Instituto Próvolo. Luego de la denuncia inicial aparecieron testimonios de abusos guardados en las conciencias y memorias de personas que pasaron por esos mismos tormentos durante su infancia.

Artículos de Abusos en el Instituto Próvolo

Después de conocerse la denuncia penal contra Rubén Giacchi por parte de su novia Laura García, quien lo acusa de haberle dado una trompada, el escenario político y judicial se estremeció por el peso de la figura pública del médico, que quedó en el terreno de la observación crítica. El caso Giacchi no parece tener fondo a la vista, a medida que se van conociendo otros episodios de presuntos abusos y acosos que apuntan al especialista en ginecología y obstetricia.

Curarse en salud en violencia de género

El testimonio de una mujer de 50 años, que denuncia que a los 25 fue abusada por Giacchi en una consulta médica, aparece como un botón de muestra de otros casos similares, de acuerdo con los comentarios que los periodistas metidos en el asunto aseguran conocer.

El punto central de esa nota publicada por MDZ Online encierra un concepto más intrínseco, inserto en el hecho violatorio denunciado, que de por sí es gravísimo. La crónica devela la hipocresía diaria con la que actuamos, disimulando lo monstruosos que podemos ser unos en desmedro de otros, en desiguales condiciones y entre cuatro paredes. Una mujer en posición ginecológica queda expuesta ante un médico. Eso es evidente en el relato publicado.

El punto central de este blanco periodístico es también demostrar que todo se legitima con una denuncia formal para que el sistema litigioso funcione a las mil maravillas y dé ganancias al aparato judicial, a costa del desconsuelo, el miedo y otras hierbas traumáticas que arrastran las víctimas de abuso. Es decir que el sistema se alimenta de la formalidad que él mismo impone, y, a la vez, genera impunidad para aquellos que no son denunciados, amparados en el miedo de sus víctimas que no se animan a exponer su infortunio.

Así como una víctima de abuso de un delito de acción privada, como se cataloga a una agresión sexual, tiene derecho a denunciar ese acto violatorio ante la Justicia, también tiene el derecho de resguardarse en el silencio y el anonimato cuando se siente cercada por los temores que su victimario le imprime, explícita o implícitamente.

Estas denuncias no judiciales, tardías y a través de un medio periodístico, buscan sensibilizar al sistema. O sea, humanizarlo. Que el Poder Judicial busque hacer justicia y recomponer lo perdido, que es la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Que un fiscal con buena voluntad y dispuesto a hacer su trabajo, como el mandante exige, llame a la víctima y le dé las garantías suficientes para que se haga justicia. 

Por eso las denuncias públicas y tardías no son más que una forma desesperada de mostrar otros planos de realidades ocultas entre los seres que confluimos en un mismo colectivo y entre los cuales muchos intentan, básicamente, vivir lo más humanamente posible.  

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