Nos saltó la térmica

Por Jorge Fernández Rojas

Nos saltó la térmica

Ilustración: Pablo Pavezka

Sociedad

Especial Energías renovables

Unidiversidad

Jorge Fernández Rojas

Publicado el 23 DE ABRIL DE 2017

En toda semilla está la promesa de miles de bosques. Pero la semilla no debe ser acaparada; ella debe dar su inteligencia al suelo fértil. A través de su acción de dar, su energía invisible fluye para convertirse en una manifestación material.

Deepak Chopra médico, escritor y conferencista hindú.

 

 

Los intendentes, responsables de las organizaciones colectivas más cercanas a la ciudadanía, están cayendo en la cuenta de que el fenómeno global del cambio climático se transformó en un problema local de una manera devastadora, como ocurrió con la tempestad ocurrida en el Gran Mendoza el martes 4 de abril. En ese cuadro de situación se inscribe también el mayo de 2016, cuando no vimos un solo día el sol a causa de las lluvias incesantes que, entre varios daños, ablandaron todo bacheo en las calles y dejaron al descubierto todas las falencias de infraestructura pública cercana a los vecinos.

Así, es una cuestión de necesidad comenzar a mirar este escenario más ampliamente e incorporar a esa mirada este engendro climático que es imprevisible, en muchos casos, pero que en realidad ya es parte de la fisonomía de estos tiempos de liquidez hasta en lo meteorológico.

En Mendoza, ya por lo menos tres municipios (Godoy Cruz, Ciudad y General Alvear) han asumido el compromiso de bajar los niveles de emisión de gases en sus territorios. El dióxido de carbono y el metano –en distintas proporciones– son dos de los ingredientes que fomentan que esta olla en ebullición que es la atmósfera borbotee sin pausa.

Entonces, hay que bajar los niveles de contaminación producidos por los gases de los combustibles fósiles. Hay que promover acciones perdurables y contraculturales. Es una tarea necesaria para asegurar la continuidad de nuestra vida diaria.

En estas páginas del primer suplemento de Edición U de 2017 nos proponemos ir hacia las energías sanas y/o renovables, las nuevas fuentes energéticas capaces de transformar, que ya motorizan y que poco conocemos.

En las discusiones de abordaje de estos tópicos, se escucha con frecuencia –con indisimulada ironía– que el principal promotor de la utilización de estas energías es el ministro nacional de Energía y Minería, Juan José Aranguren. El funcionario ya atravesó distintas etapas de críticas por las subas de tarifas. Los usuarios argentinos de servicios energéticos dicen que él es el principal impulsor de los tarifazos.

Por la lógica contraria, Aranguren nos obligó a interesarnos, por ejemplo, en el precio de un termotanque solar de la empresa local Energe. O sea, como la política tarifaria aplicada por Aranguren nos punzó el órgano más sensible, que es el bolsillo, comenzamos a mirar las energías alternativas, más baratas y más limpias, aunque este último aspecto por ahora es lo que parece menos importante.

Sin embargo, el problema está por encima de nuestras cabezas y no advertimos que la situación crítica nos cerca y hemos comenzado a sentir los síntomas de esta asfixia ambiental.

Nos hemos olvidado de cómo se desmoronaron las casas de adobe en Guaymallén a causa del agua que cayó sin cesar. Aquella situación obligó al intendente Marcelino Iglesias a socorrer a varios vecinos. Esa experiencia hizo concluir a su par de Godoy Cruz, Tadeo García Zalazar, que son las ciudades las que deben resolver las políticas energéticas colectivas, renovando la infraestructura pública y promoviendo que las edificaciones privadas usen materiales sustentables, resistentes a los cambios climáticos y energizados sanamente.

En definitiva, lo que debe ser de importancia para las generaciones por venir nos debe importar ahora. Por eso me quedo con la idea que llevó a la periodista Laura Fiochetta a prestarse como imagen de la tapa de esta publicación, que fue pensar en su hija Camila, próxima a nacer.

 

Leé el suplemento Edición U completo aquí.

edición u 18,