Baja la inflación, suben los precios (y Europa se va a la guerra)

Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.

Baja la inflación, suben los precios (y Europa se va a la guerra)

Foto: Télam

Sociedad

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Publicado el 12 DE MARZO DE 2024

El presidente se subió el sueldo casi el 50 %. Pero alguien se enteró. Hubo, entonces, que echar atrás la medida, y echar la culpa a diestra y siniestra, a un decreto… ¡¡de 2010!! (como si el presidente hiciera caso a lo decidido por el peronismo) y al propio secretario de Trabajo, que fue echado por televisión. Un verdadero sainete. La suba del salario presidencial, por cierto, tenía una firma crucial: la del propio presidente.

Mientras tanto, se calcula que la inflación bajaría al 15 % para febrero. ¿Algo que festejar? Muy poco, porque: 1) es una inflación más alta que la más alta del gobierno anterior: la recibieron en 12 puntos, estarían en 15; 2) va a subir de nuevo en marzo, por gastos escolares y aumento de tarifas; 3) es lógico que, si no se aumenta salarios y se llevan 60 puntos de aumentos de precios en tres meses, haya recesión y la gente no pueda comprar nada. Da igual si las cosas suben o quedan allí; 4) que nadie se equivoque: que baje la inflación no es que bajen los precios: es que suben más lento, pero siguen subiendo.

La economía está parada. El fetiche del déficit cero mantiene paralizada la obra pública, con trabajadores echados y otros suspendidos (Acindar es buen ejemplo). Los jubilados siguen esperando la nueva fórmula, llevan tres meses perdidos mientras la inflación golpea. Todas las actividades están a medias: restaurantes, turismo, transporte, venta hasta de alimentos: todo va hacia segundas marcas, consumos que ya no pueden hacerse, cambio de hábitos hacia condiciones que –para los más pobres– son paupérrimas. En dos meses del nuevo gobierno, hay 7 millones más de pobres: 7 puntos porcentuales más de pobreza, 6 más de indigencia.

En paralelo, sigue el intrincado arreglo entre gobernadores y la presidencia. Esta busca que le apoyen la ley ómnibus en una versión menos ambiciosa, pero que insiste con las facultades delegadas para el presidente y con las privatizaciones. Como lanzó disciplicentemente Francos, no piensan transferir el Fonid para docentes ni el subsidio para el transporte. Es decir: no dan nada que no sea un par de comisiones donde se pueda protestar o discutir. Fue grotesco el show final, con dos títeres del gobierno (Jaldo y Frigerio) haciendo reverencias y repitiendo enfáticos agradecimientos a un presidente que se niega a darles lo elemental y que los ha agredido reiteradamente. Se declararon “opositores”, aunque no se notara.

Nadie sabe qué ocurrirá con la repetida alusión al Pacto del 25 de mayo: reina la confusión. Mientras, el presidente fue a su escuela de niño, y se lanzó con muy poco atildadas expresiones: la alusión sexual a los burros, se llevó de la mano con modos extremos de adoctrinamiento, al hablar contra “comunistas” que, con solo ser nombrados, producirían desmayos. Lo más curioso es que hubo repudios, pero la mayoría de los argentinos ha disimulado y ocluido la insólita alocución.

Por otro lado, la inseguridad se instaló en Rosario. Para la versión mediática que pretende culpar exclusivamente al peronismo de la existencia del narcotráfico, hay que recordar que el político más alto en la Argentina condenado por narcotráfico fue de Juntos por el Cambio: Varisco, exintendente de Paraná, que murió en la cárcel, adonde llegó junto con dos decenas de colaboradores. Por cierto, Petri explicó que ha llevado a Rosario sectores de las Fuerzas Armadas, pero “dentro de la ley”. Cabe señalar que lo de “dentro de la ley” no se recita como un mantra: hay que demostrar si es así.

Por su parte, las mujeres confirmaron que mantienen su fuerte impronta movilizadora el día 8 de marzo. Hubo marchas en todo el país, y también fue importante la de Mendoza.

Pero todas las resistencias al gobierno se encuentran con un problema: responden con corrección política a un fenómeno en el que se ligan el exceso, el insulto y otras formas de incorrección. Hasta ahora, esta segunda posición gana cómodamente: no parece que con los repertorios “razonables” baste para confrontar con tamaña andanada de discursos y acciones que van por fuera de lo que históricamente ha resultado tolerable. 

Cruzando el océano, asistimos a una especie de suicidio europeo. Un continente a la deriva, sin líderes ni estrategia propia, incluye a un irresponsable Macron, que lanza: “Podemos mandar soldados a Ucrania”. 

Estados Unidos y Europa perdieron la guerra en Ucrania, pero no quieren aceptar el papelón. Suben la apuesta: si Ucrania no puede, podrá la OTAN. Y Putin avisa: Europa es mucho más fuerte que Rusia, pero esta tiene armas atómicas. Paren de una vez.

Fue OTAN la que burló los acuerdos de Minsk, la que también burló los arreglos con Gorbachov de que no iba a avanzar hacia el Este. Fue la que dio el golpe de Estado en 2014 en Ucrania para provocar a Rusia y tenerla a tiro de frontera. Después de todo eso, Rusia entró a Ucrania, en una acción esperable. Y claro que Putin no es un demócrata: ¿pero lo es Zelenski, rodeado de nazis explícitos y de corruptos que hasta se han gastado privadamente parte de la ayuda europea y estadounidense?

Biden agita la guerra como una de sus pocas posibilidades electorales. Con Trump, la OTAN podría desaparecer. Pero Europa amenaza con formar una alianza propia y –sobre todo– se inventa que Rusia quiere avanzar sobre el continente.

Tras ese “alerta”, Europa finge terror y se prepara para “responder” a su propia invención discursiva. Se llama a la guerra contra Rusia, como se confirmó en escucha electrónica a generales alemanes. Estados Unidos se restriega las manos: todo ocurre lejos de casa. En cambio, Alemania ve caer su economía como fruto de la contienda.

Aparte, Biden da ayuda humanitaria a Gaza, pues los demócratas pierden votos por su apoyo a los interminables bombardeos de Israel sobre los palestinos. Van 31.000 muertos de esa nacionalidad, pero Europa mira para otro lado y se prepara para peores asuntos.