Baltasar Garzón Real

Alguien que demuestra que la impunidad puede caer, que es más importante conservar la dignidad que un cargo, y que el plantarse frente a la injusticia es mucho más válido que cualquier consecuencia de aquel acto, no puede dejar de ser evocado por un referente del movimiento de derechos humanos de la provincia como lo es el Dr.Pablo Salinas. 

Baltasar Garzón Real

El ex juez Baltazar Garzón Real. Foto: Axel Lloret

Sociedad

Unidiversidad

Pablo Salinas

Publicado el 31 DE OCTUBRE DE 2012

Baltasar Garzón no es un juez más. Es el juez que se animó a enjuiciar al poder de los jerarcas nazis latinoamericanos y luego fue por los jerarcas nazis españoles. Pero esos jerarcas todavía tienen poder en España, la derecha española gobierna y no sólo ejerce el poder estatal, también hace ajustes tremendos con los sueldos de los trabajadores sin tocar las ganancias multimillonarias de quienes los sostienen en el poder. 

Garzón es un símbolo que se trasciende a sí mismo. Los argentinos conocemos de esto: Julio César Strassera fue un símbolo que también se trascendió a sí mismo, que representó la justicia más allá de sí mismo. Garzón representa la justicia que simbólicamente todos los que fuimos víctimas de las dictaduras, queremos; representa aquel anhelo de que los poderosos también pueden tener que rendir cuentas ante la justicia. La justicia -ya lo decía el Martín Fierro- “es como la tela de araña, atrapa al bicho chiquito pero deja pasar  al bicho grande”. 

Esta idea de justicia de clases y de justicia dura con los pobres y blanda para con los poderosos es lo que pone en jaque Garzón cuando intenta proceder con los crímenes del franquismo. Pero además, existe otra idea de justicia, la justicia de la Antígona de Sófocles, que es la justicia de la naturaleza,  la que no está en una ley sino en el género humano. Allí está aquella heroína tratando de conseguir hacer el duelo con sus muertos y allí está España tratando de recuperar los cadáveres que regó Franco. 

Y aparece la Falange Española y lo denuncia ante el Tribunal Supremo. Consigue que ese tribunal dominado por el Partido Popular que gobierna y conduce Mariano Rajoy, destruya lo que simbólicamente la derecha quiere ver en situación de derrota: la carrera judicial de Baltasar Garzón. Para destruir también la resonancia simbólica que genera un juez que jaquea a los poderosos. 

Lo consiguen, pero su victoria será una victoria “a lo pirro”. Porque finalmente Garzón crece en el mundo. Hoy es más respetado que cualquiera de los jueces que lo juzgaron y hoy cada uno de los jueces que participaron de ese juicio de suspensión pasará a la historia por la canallada realizada mucho más que por sus probables logros. 

Siempre hay una excusa. En este caso es que violó normas procesales. O sea, la excusa es una causa distinta, nada tiene que ver con el haber promovido la investigación de los crímenes del franquismo. Falta por resolver qué dirá el Supremo ante la investigación sobre esos crímenes, pero ya se produjo la paradoja de que los nietos de las víctimas tuvieran que ser escuchados en el juicio contra Garzón y no en su propio juicio, el propio de la investigación sobre los hechos del pasado. 

Fenomenal  paradoja: que sea juzgado y puesto en el banquillo quien pretende hacer justicia.

Debo decir que Garzón me demostró que la impunidad puede caer. Y me demuestra que es más importante conservar la dignidad que un cargo. Más importante, por lejos, es plantarse frente a la injusticia que cualquier consecuencia de aquel acto. La historia ya absolvió a Garzón y la opinión pública mundial también, los que deberán esperar su juicio que más tarde o más temprano le llegará serán los miembros de la Falange Española. Ellos nunca serán recordados como justos, como tampoco será recordado Franco a quien la historia no le tiene reservado otro mote que el de asesino. 

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