Las
fiestas de la vendimia no son un espejo de la cultura mendocina sino que expresan versiones superpuestas, disonantes y en conflicto de los
contornos de esa cultura. Tampoco son un
momento en el que el poder presenta a la sociedad un relato para
legitimar su poderío que sería aceptado pasivamente por
los mendocinos. La idea de que durante el primer peronismo, entre 1946 y 1955, los rituales sociales fueron un instrumento de legitimación pública del gobierno y una herramienta en la construcción de un consenso pasivo en la comunidad es poco útil para analizar las vendimias de la década. No porque el gobierno eventualmente no quisiera darle esa utilidad, sino porque la fiesta siempre tomó sus propios rumbos, excedió los planes que había para ella y se mostró compleja, polifacética, inesperada, contradictoria, política, alborotada.