Cancelar o no cancelar… ¿Es esa la cuestión?
Sí, el fenómeno de la cancelación está nuevamente en la agenda. Ahora bien, ¿cómo abordar los consumos culturales, sobre todo pasados, que reproducen conceptos de discriminación o jerarquizantes? ¿Hay lugar para el consumo irónico?
Imagen: Pinterest
No es novedad el contenido machista, sexista y plagado de estereotipos en los dibujos animados, películas y programas televisivos infantiles. Si hacemos memoria sobre lo que veíamos en nuestra infancia (para quienes tenemos 20, 30, 40 o 50), podemos saber a qué nos referimos. Por eso, en la actualidad, se ha popularizado el término "cancelación", que hace referencia a retirarle el apoyo y dejar de consumir –eliminar de la propia vida– para demostrar el rechazo o descontento a algo o alguien que por alguna razón nos resulta repudiable.
De hecho, días atrás, un cruce de versiones sobre “cancelar” a Blancanieves volvió a poner el tema en redes, lo hizo tendencia en Twitter y se volvió a polemizar al respecto en portales del país. Para reflexionar sobre este tema, desde Unidiversidad dialogamos con Laura Fernández, historietista y docente de la Facultad de Artes y Diseño de la UNCUYO, y Nazareno Bravo, sociólogo, docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales e investigador de Conicet.
Todo comenzó cuando dos periodistas del SFGate visitaron Disney para su reapertura y criticaron la incorporación del beso del príncipe a Blancanieves por ser un beso “sin consentiemiento, mientras ella duerme”. La modificación en la atracción de la película de 1937 que le valió un Oscar a Walt Disney sorprendió para mal a Julie Tremainde y Katie Dowd, que se preguntaron por qué habrían de insistir con esa escena con preconceptos tan anticuados y aseguraron que Disney debía revisar el tema del consentimiento en sus películas más antiguas.
A raíz de esta situación, distintos medios perdieron el eje y acusaron al feminismo de querer “cancelar” Blancanieves. El periodista especialista en dibujos animados Tomás Eliaschev cuestionó estas notas y dijo al medio "El Grito del Sur": “¿Pero quiénes quieren cancelar a Blancanieves? Lo que se procura generar con esos titulares es estigmatizar al feminismo como algo prohibitivo y antipático”.
Los títulos web son todos bastante parecidos: esa 3ra persona del plural misteriosa que puebla cada vez más los titulares reclamaba “cancelar”, criticaba “el beso del príncipe” por “no consensuado” y además exigía “cambiar el final” o bien “una escena”. pic.twitter.com/IWfE6QU2G0
— Soledad Vallejos (@SoleVallejos)
De hecho, no es la primera vez que Disney rediseña su parque. Es común que incorpore modificaciones en las atracciones, a veces en función de los tiempos que corren, a veces por las respuestas del público.
Tal es el caso de la atracción “Splash Mountain”, basada en Canción del Sur, una película con connotaciones racistas. Desde su estreno en 1946, el film recibió críticas por reproducir clichés discriminatorios y romantizar la explotación de esclavas y esclavos en plantaciones del viejo sur de Estados Unidos. Por esto, en la década del 80 dejó de exhibirse en cines y, de hecho, nunca se lanzó en formato DVD.
Como dijimos, no es novedad revisar clásicos de la animación y sentir vergüenza (por decirlo de una manera amigable) por lo que consumíamos durante nuestra infancia. El clásico ejemplo: las princesas como mujeres sin autonomía que esperaban el rescate de un príncipe azul para vivir felices por siempre. En la cuenta de Instagram de Unidiversidad, hicimos una encuesta y el 76 % de las personas que respondieron dejaron de consumir algo o alguien que antes aceptaban o toleraban.
Sin embargo, también han desatado numerosas polémicas series como Pepe Le Pew –el zorrito acosador que perseguía, abrazaba y besaba a la gata Penélope contra su voluntad– o la hipersexualización de Lola Bunny –la coneja humanoide de Space Jam (1996) con caminar sensual y curvas pronunciadas de la que se enamora Bugs Bunny–. Sumado a esto, el pasado 3 de marzo, el columnista del New York Times Charles M. Blow acusó a Speedy González de popularizar el estereotipo de mexicano alcohólico y vago, y a la película de Tarzán por retratar al pueblo negro como salvaje.
En realidad, los ejemplos son innumerables. En este sentido, es posible hacernos más de una pregunta: ¿es necesario cancelar nuestra infancia? ¿Hay que cancelar ciertos contenidos para las nuevas generaciones? ¿Se deben incorporar ciertos cambios?
“Lo primero sería pensar la cancelación como estrategia. Hasta qué punto funciona, hasta qué punto sirve para llevar al cambio o a la reflexión, y hasta qué punto es solamente una forma punitivista que a veces se responde con violencia, o con otro tipo de cancelación o de construcción de odio”, introduce Laura Fernández.
De inmediato aclaró que hay casos en los que la herramienta puede ser útil y ejemplificó con el caso de la acusación a Juan Darthés. “Pienso que la cancelación puede ser útil como elemento de presión en algunos casos particulares”, aclaró, como es presionar socialmente a la justicia para que avance en la investigación sobre ciertas denuncias o situaciones.
¿La cancelación es el fin de un discurso dañino?
La historietista consideró que aplicar la cancelación a una producción artística es una estrategia “absolutamente equivocada por muchos motivos”, principalmente porque “es una ficción que responde a estándares de otra época”. Esas ficciones “están atravesadas por cuestiones artísticas, pero también por hegemonías discursivas del momento”. Se refirió particularmente a que Blancanieves –y podemos extenderlo a otros relatos clásicos– respondía a ciertos estereotipos, estándares de vida “y modelos de femineidad y de masculinidad que hoy están totalmente en revisión”.
En el mismo sentido, Nazareno Bravo aportó: “No sé si la prohibición o la cancelación es una respuesta que esté buena. Que existan contenidos que hoy puedan disparar estas discusiones ya es una buena señal”.
Su propuesta, explica, es no caer en “la idea fácil de que, como no hay situaciones evidentemente machistas en los dibujos, esa es una batalla que se ganó (...) Me parece medio riesgoso creer que porque no lo ves o no está disponible, ya solucionás el tema”. La adaptación de los contenidos a los tiempos que corren, añade el sociólogo, también debe pensarse desde la perspectiva de las industrias culturales, es decir que puede ser “una estrategia comercial detrás de la idea de ser políticamente correctos”.
Los dibujos animados o películas clásicas han atravesado a varias generaciones y eso permite una reflexión más profunda. “En todas esas décadas en las que estos dibujos han circulado, imagino que han significado distintas cosas. Que, en la actualidad, uno pueda criticarlos por el lado machista o los contenidos patriarcales, jerarquizados o raciales es también un símbolo de esta época que estamos viviendo”, celebró Nazareno Bravo.
Frozen (2013) apostó al amor de hermanas como ejemplo de amor verdadero
Al cambiar las generaciones y la forma en la que se conciben las relaciones sociales y personales, explica Fernández, “algunos dibujitos animados ya quedan fuera de época solos”. El hecho de que ciertas producciones del pasado reproduzcan estereotipos muy cuestionados en la actualidad es, en realidad, una buena señal: “Me parece bien que eso suceda, por lo cual, entiendo que la cancelación para este tipo de producciones artísticas no tiene sentido porque ya hay una lectura distinta”.
No es cosa de chiques
Otro eje de análisis al que refirieron las dos personas entrevistadas es el adultocentrismo, una visión que jerarquiza a las personas adultas y sus opiniones por sobre niñas, niños y adolescentes. La docente de la FAD pensó que un ejercicio interesante sería “ver qué lectura hacen les pibes hoy sobre ese tipo de narrativas. Yo creo que hay una lectura crítica, o sea que ven esa Blancanieves, ven la situación y les hace ruido”. Eso, aseguró, “es una conquista social, una conquista discursiva”.
Sobre este aspecto, Nazareno Bravo también destacó que sigue prevaleciendo el adultocentrismo: “Son debates supuestamente sobre las infancias y hay cero participación de niños, niñas y niñes. Sé que puede ser dificultoso, pero se repiten, quizás sin quererlo, esquemas de jerarquía”.
“Entre los grandes, opinamos qué deben ver, por qué no deben verlo. Entiendo que, como adulto, tenés algunas responsabilidades que tomar, pero también me llama la atención que no haya una búsqueda de recabar por lo menos la opinión de quienes consumen en primera línea. Existe la idea esa de que, como sos niño, te van rellenando de información”, aportó el docente de la FCPyS. Desde su perspectiva, esto se asemeja a teorías ya superadas en el análisis de la comunicación mediática, como es la de “la aguja hipodérmica”, de las décadas de 1920 y 1930. Según esta teoría, las conductas replicarían lo que sale en las pantallas u otros medios y, contrariamente, el sociólogo apela fuertemente a otra reflexión más compleja y crítica.
Ante este panorama, Laura Fernández elaboró una propuesta: “En todo caso, con les pibes muy chiquites se tiene que hacer una lectura crítica, explicarles –si las llegan a ver– que ‘esto es de otra época’, contextualizar un poco y problematizar, explicarles por qué el cuento original es de tal forma o tiene tal idea de la masculinidad y de la feminidad, y que ahora eso ya no es válido, pero cancelarlo me parece realmente inútil porque, justamente, los discursos existen igual”.
“Las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo”
El sociólogo Nazareno Bravo aseguró que la cancelación no era una buena opción “por una cuestión hasta de ejercicio democrático”. Su preocupación, se explaya, es que la cultura de la cancelación “se va acercando demasiado a ideas que son complejas y negativas para la convivencia”.
Se refirió, particularmente, a la opción que ponen a disposición las redes sociales de “eliminar amigos”, “bloquear contactos”, etc., y su cercanía con la peligrosa idea de eliminar personas: “Semánticamente, está ahí dando vueltas como idea y, si a eso le sumás el funcionamiento de los algoritmos, terminás encerrado en un grupo cada vez más chico. Y ahí, en definitiva, lo que termina ganando es una visión muy cercana al autoritarismo o la estigmatización de quien piensa diferente”.
En el libro “La hermana, la extranjera”, Audre Lorde –afrodescendiente, feminista, lesbiana y poeta– recoge un discurso que pronunció en 1979 y la ha trascendido: “Las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo”. Es en este sentido en el que Bravo apostó contra la cancelación: “Prohibir, sacar, eliminar, cancelar son son más bien herramientas de grupos o sectores conservadores”.
“Lo que hay que hacer no es cancelar, sino analizarlas críticamente, porque me parece que tiene que ver con una forma de construir un diálogo crítico en la sociedad y eso también se tiene que enseñar a les pibes”, sostuvo la historietista y docente de la FAD, y aseguró que, para que la situación cambie en la sociedad, la estrategia no puede ser negar o eliminar el problema. La posición de las dos personas entrevistadas apuesta al espíritu crítico y sostiene la necesidad de crear redes de interpretación de los consumos culturales “que sean, en definitiva, las que dejan en outside a esos contenidos, que los dejan como algo viejo, como algo machista, como algo rechazable por algún motivo”, remarca el sociólogo.
Otras formas de consumo cultural
Este panorama abre el camino para hablar de otras formas de interactuar con producciones culturales, como es el caso del consumo irónico. Tal es el caso de series animadas como Los Simpson, South Park o Padre de Familia. La docente de la FAD suma a este listado al zorrillo de la Warner Bros, Pepe Le Pew, a quien –en realidad– se le había reprochado reproducir la cultura del acoso.
“En realidad, me parece que justamente lo que critica es eso. El tipo es un denso, un acosador y la gata está escapando de él (...) No lo aguanta más y te está demostrando que es una situación de hostilidad y de violencia”, explica. A pesar de que hay quienes sostienen que el zorrillo promueve el acoso, ella lo ubica dentro del consumo irónico y de ninguna manera cree que Pepe Le Pew esté diciendo que acosar está bien.
Algo similar ocurre con Johhny Bravo. En la serie, el protagonista insiste en abordar mujeres en espacios públicos y por sorpresa, destacando sus músculos y diciéndoles “piropos”, pero jamás alcanza su objetivo de conseguir pareja. Es decir, la animación muestra que el acoso nunca va a concluir en una relación de noviazgo.
Johnny Bravo y Pepe Le Pew, los varones que nunca van a conquistar
En otras caricaturas, como Pokémon, también existe este personaje y, de igual manera, se muestra su constante fracaso. Quizás lo importante sea apuntar a que los comportamientos inadecuados tengan consecuencias negativas o repercusiones indeseadas en la vida de sus personajes.
En definitiva, a los dibujos animados de consumo irónico “también se los puede criticar por otras cosas”, explica Nazareno Bravo. Por ejemplo, por ser estadounidenses y aprovechar la jerarquía de ser un país con gran influencia mundial para ubicar sus producciones culturales (...) Entonces creo que es compleja la opción de la cancelación. Siempre me parece mucho más fructífero que haya debate”.
En la actualidad, podemos ver un cambio rotundo de paradigma, asegura Laura Fernández: “Hay algunos relatos que se hacen anacrónicos, les pibis lo sienten así y lo interpretan como un discurso fuera de tiempo”. Por eso hoy asistimos a la reinvención o reinterpretación de los clásicos. Un ejemplo es el trabajo de la Editorial Chirimbote, destaca la historietista, que revisó y reactualizó esos arquetipos de feminidad y masculinidad, y, además, “propuso una revisión de las narrativas sobre la base de valores más inclusivos, más actualizados a las realidades actuales”, concluyó la docente de la FAD.
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