Carina Farah: “De cada cien hogares pobres, sesenta son monoparentales con mujeres a cargo”

La economista y docente universitaria Carina Farah pasó por "#ChatEconómico" para dialogar sobre economía feminista, brechas salariales y obstáculos sociales que empobrecen a las mujeres y diversidades sexogenéricas. Además, se refirió a la importancia de que existan presupuestos con perspectiva de género.

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Publicado el 06 DE OCTUBRE DE 2022

Los datos sobre salarios, ingresos y presupuesto son siempre importantes a la hora de analizar la situación del país. Sin embargo, hay un análisis que ha tomado fuerza en los últimos años desde la perspectiva de la economía feminista, y la licenciada en Economía Carina Farah pasó por #ChatEconómico para dialogar al respecto. “Las diferencias entre varones y mujeres son sociales y se evidencian en lo económico como un aspecto más de la sociedad”, puntualizó.

El problema existe y se acentúa particularmente en las diversidades, donde está aún más invisibilizado. “Las estadísticas hoy no reflejan la situación social, concretamente”. No se sabe con números oficiales en qué medida las personas travestis, trans o no binaries acceden a la salud, a la vivienda, al trabajo o a la educación.

La docente de la UNCUYO explicó, en primer lugar, que la economía de género o feminista no se trata de “otra economía”, sino que son los mismos instrumentos puestos al servicio de mirar situaciones de las mujeres y de las diversidades, que son particulares en cuanto al acceso y el ejercicio de ciertos derechos económicos. Se refirió a las desigualdades que presentan los salarios según el género de las personas, ya que el ingreso medio individual de los hombres es de más de $76.000, mientras que las mujeres cobran no más de $56.000 mensuales.

En cuanto a la brecha salarial, Carina Farah explicó que “cualquier grupo etario que incluya a mujeres y diversidades” incluye a las personas que “mayores diferencias económicas sufren”. Esto no solo tiene que ver con ganar menos por hora por el mismo trabajo, sino también múltiples factores que ponen trabas o límites al acceso de derechos plenos.

Aquí se puede ver, por ejemplo, lo que se llama "piso pegajoso": las mujeres, en general, tienen menos posibilidades de acceder a toda la amplitud de oportunidades de formación que tienen los varones. Este piso pegajoso tiene que ver, principalmente, con las tareas de cuidado.

Cuando se observan los números de egresos universitarios, hay mayor porcentaje de mujeres que de varones, igual que en estudios de posgrado. “Entonces, ¿por qué después, cuando empezamos a mirar los niveles gerenciales de las empresas, está lleno de varones? Para la mujer, siempre es mucho más difícil atravesar esos tamices porque mucho de su tiempo está cooptado por las tareas de cuidado, por la maternidad y un montón de otros factores culturales que se nos fueron imponiendo”.

Gráfico del informe Indicadores de género en la UNCUYO, de marzo de 2019

Esto se explica mediante el término de "techo de cristal", que también adoptó la economía feminista. Describe las trabas invisibles que tienen mujeres y diversidades para acceder a cargos jerárquicos o de poder. La situación es comparable con lo que sucede en el ámbito político, donde predominan líderes masculinos por imposiciones y estructuras sociales que provocan “un desplazamiento claro de mujeres” a cubrir espacios de menor importancia.

Pese a este flagelo, Farah remarcó que, si bien en Argentina hay una desigualdad muy marcada, “en el resto del mundo es mucho peor”, y comparó con lo que sucede en otros lugares: “En Argentina tenemos el 33 % de mujeres en los órganos parlamentarios, mientras que en Estados Unidos oscila el 13%”. Al respecto, explicó que las distintas agrupaciones feministas y la concientización social han provocado que se redujera mucho la brecha en el país.

Para pensar la problemática en profundidad, la especialista resaltó que “las diferencias entre varones y mujeres son sociales y se evidencian en lo económico como un aspecto más”. “La sociedad, históricamente, nos ha impuesto las tareas reproductivas y en esto nos ha quedado vedado todo lo demás: la capacitación, el acceso a los derechos laborales, artísticos, a que nuestras voces sean escuchadas de otras maneras”.

Además, se refirió al pink tax o “impuesto rosa”, el sobreprecio de algunos productos por el hecho de estar dirigidos a públicos femeninos. Aseguró: “El problema está en aquellos productos que no podemos elegir comprar o no comprar”, como los de gestión menstrual, que están invisibilizados en la canasta básica

A nivel nacional, repasó, existe un presupuesto con perspectiva de género, que significa que todas las partidas presupuestarias deben tener impacto en disminuir la brecha de género. “Pensarla solamente desde un ministerio es no entender la complejidad de la problemática”, afirmó. El año pasado se destinaron casi $57.000 por mujer. En cambio, a nivel provincial, fueron $38: “Estamos un poco a ciegas”, concluyó.