El cambio climático agrava las inequidades entre productores

El deterioro ambiental afectará más a productores descapitalizados y débilmente organizados, según concluye un trabajo realizado por profesionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Se analizaron debilidades y fortalezas de los agricultores frente al aumento de las temperaturas, los eventos climáticos extremos y la disminución de las lluvias y del caudal del río Mendoza.

El cambio climático agrava las inequidades entre productores

Sociedad

Unidiversidad

Verónica Gordillo – Cicunc Contenidos Responsable Marcelo Sivera

Publicado el 29 DE AGOSTO DE 2011

Los productores vitivinícolas son menos sensibles a los eventos extremos
de clima y agua que los hortícolas; pero serían los pequeños agricultores
descapitalizados de ambos sectores los que se verían más afectados.

Además, el fenómeno reforzaría las inequidades en el ámbito rural.
Éstas son algunas de las conclusiones de la investigación “Las comunidades
rurales ante el cambio ambiental global: exposiciones y capacidad
adaptativas de los productores del oasis del Río Mendoza”, financiado por
la Secretaría de Ciencias, Técnica y Posgrado de la UNCuyo, a lo que se
sumaron los aportes del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
(Clacso), la Unión de Universidades de América Latina, el Conicet y el
Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (Foncyt).

La directora de la investigación y titular de la cátedra de Sociología
Urbana y Rural de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Elma
Montaña, explicó que los efectos del cambio climático han sido estudiados
a nivel mundial y local desde las ciencias naturales y la ecología, y que
el desafío del equipo fue explorar el tema desde un abordaje social.

La doctora en Ordenamiento Territorial señaló que la pregunta disparadora
del equipo fue cómo afectarán las modificaciones del clima y del agua a
las comunidades rurales. Y señaló que obtener una respuesta a ese
interrogante es indispensable para saber cuáles son las vulnerabilidades
de los productores, así como las estrategias que pueden poner en marcha
para mitigarlas (ver aparte).

Vientos de cambio

El aumento de las temperaturas medias, la reducción de los glaciares, la
disminución en las precipitaciones y por consiguiente del caudal del río
Mendoza, son algunas de las modificaciones climáticas que pronosticaron
los científicos locales.

Frente a este panorama, los especialistas focalizaron su mirada en tres
grupos apostados sobre la cuenca del río Mendoza: los productores
vitivinícolas, los hortícolas y los que se dedican a la cría de ganado
caprino en las tierras no irrigadas de Lavalle.

Lo primero que analizaron es la vulnerabilidad frente a los cambios, que
depende de cuán sensibles son al fenómeno –por ejemplo al aumento de las
temperaturas- y su capacidad de respuesta.

La vulnerabilidad de los sistemas productores está relacionada con la
naturaleza y características propias de la actividad, pero también con su
localización dentro de la cuenca, con su estructura social y el nivel de
organización.

Montaña señaló que la vulnerabilidad de estos grupos frente al cambio
climático, se suma a la que produjo la globalización en los 90 -pobreza,
atomización, falta de integración al mercado- causando así una doble
exposición y potenciando sus debilidades.

Los investigadores concluyeron que los productores vitivinícolas son menos
sensibles que los hortícolas, por ejemplo, frente a la disminución de las
lluvias. La explicación es la menor exigencia de riego de los viñedos y su
mayor resistencia al estrés hídrico.

Pese a esto, los productores hortícolas tendrían algunos recursos
adaptativos extra a su alcance, ya que por tratarse de un cultivo anual,
es factible su traslado para buscar espacios más frescos y con mayor
disponibilidad de agua.

Luego de analizar indicadores como el tamaño de la propiedad, la tenencia
de la tierra, la disponibilidad de agua y el capital y la tecnología de la
que disponen, los investigadores concluyeron que los agricultores ubicados
en la parte alta de la cuenca del río Mendoza estarían en mejores
condiciones de hacer frente a los fenómenos del cambio climático. Una
explicación es que en ese sector se desarrolla una vitivinicultura
integrada a los mercados mundiales (especialmente Luján de Cuyo y Maipú)
que le proporciona múltiples recursos, mientras que en las áreas más bajas
persiste el modelo agrícola tradicional (Las Heras, Lavalle, Guaymallén),
con menos capacidad de maniobra y un envejecimiento de la población que va
en desmedro de la flexibilidad y capacidad de innovación.

En cuanto a las medidas de adaptación a los cambios, el estudio destaca
que las estrategias adaptativas de algunos generan mayores
vulnerabilidades a otros. La regulación del río, por ejemplo, sería una
respuesta positiva. Sin embargo, esto podría conspirar contra los
productores ubicados en la parte baja de la cuenca, con derechos de riego
precarios o sin derechos.

Montaña señaló que no existe una respuesta única frente a los cambios,
sino que es necesario analizar sector por sector y considerar los
distintos tipos de productores, buscando medidas de adaptación
particulares que se articulen en un plan integrado.

La organización, la clave

Otra variable que analizaron los especialistas fue la estructura social y
la organización de los productores, porque estos factores pueden aumentar
o disminuir su vulnerabilidad. Y aquí también se advirtieron diferencias
sustanciales en dos de los grupos analizados.

El sector hortícola está atomizado, con muchos pequeños productores, que
muestran informalidad en el manejo de los canales de distribución, en las
transacciones comerciales y en la contratación de mano de obra, así como
escasa tecnificación y falta de planificación a mediano o largo plazo.
Estas características significarían complicaciones para implementar
medidas de asistencia.

Por su parte, el sector vitivinícola está organizado, aunque existe
polaridad entre los productores grandes -integrados a los mercados
vitivinícolas internacionales- y los pequeños. Esto llevó a los
investigadores a concluir que tanto el Estado como las instituciones del
sector pueden impulsar en conjunto medidas para adaptarse a los cambios.
Montaña explicó que las conclusiones de la investigación son un punto de
partida para analizar las mejores respuestas que cada sector puede poner
en marcha para mitigar los efectos del cambio climático.

El grupo de trabajo

La investigación “Las comunidades rurales ante el cambio ambiental global:
exposiciones y capacidades adaptativas del oasis del río Mendoza”, fue
dirigido por la titular de la cátedra de Sociología Urbana y Rural de la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo, Elma Montaña. Su
co director fue Facundo Martín y el equipo se completó con Virginia
Grosso, Natalia Usach, Dolores Lettelier y Gabriela Pastor.

De base agrícola

El trabajo de los investigadores asegura que pese a las restricciones
impuestas por la escasez de agua, la agricultura es un sector importante
para la sociedad mendocina. Y destaca que esta actividad consume el 70 por
ciento de los recursos hídricos existentes.

Si bien otros sectores aportan una mayor proporción de Producto Bruto
Geográfico (PBG), la agricultura constituye la base de buena parte de las
exportaciones de Mendoza, ofrece recursos al turismo receptivo y ocupa un
lugar importante en las preocupaciones de los mendocinos.

Más temperatura, menos precipitaciones

Especialistas del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias
Ambientales (Ianigla), dependiente del CCT Conicet, han advertido en
varias oportunidades cuáles serán los efectos del cambio ambiental en la
cuenca del río Mendoza.

El organismo, que lidera el especialista Ricardo Villalba, pronosticó para
la cuenca del río Mendoza durante el período 2020-2030 un aumento de la
temperatura media de un grado y medio y una disminución de las
precipitaciones, lo que generará una baja en la superficie de acumulación
de nieve.

Este cúmulo de factores incidirá en la oferta del recurso hídrico, ya que
se espera que el río Mendoza disminuya su caudal entre 7 y 13 por ciento,
además de adelantarse el pico de máxima descarga en un mes, reduciendo los
caudales en verano.