¿Están nuestras ciudades diseñadas para todas las personas que las habitan? O, más precisamente, ¿están nuestras ciudades realmente diseñadas para todas las actividades de las personas que las habitan? La respuesta, según la politóloga de la UNCUYO Patricia Gorri, es un rotundo no. Según revisó en los Planes Municipales de Ordenamiento Territorial (PMOT) del Gran Mendoza, ni su diseño ni su actualización ponderan de igual manera los trabajos productivos —del mundo laboral— y los trabajos reproductivos —vinculados a lo doméstico y los cuidados—.

Los PMOT no incorporan en sus procesos de toma de decisión las demandas e intereses de hombres y mujeres por igual. Para apuntar a la igualdad de género, se vuelve imprescindible tener en cuenta las necesidades y demandas específicas de las personas en relación con las tareas de cuidado, que siguen recayendo sobre la población femenina.

¿Cómo configuran sus días las mujeres? ¿Qué espacios transitan en función de sus rutinas? ¿Cuántas veces usan el transporte público al día? ¿Hay centros de cuidado y educativos cerca de sus lugares de trabajo o tienen que buscar trabajo en función de la ubicación de escuelas y jardines? ¿Qué lugares dejan de transitar por falta de opciones de movilidad al llevar cochecitos? ¿Qué lugares eligen no transitar por la percepción de inseguridad?

Estas y muchas otras preguntas son las que entiende la profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCUYO que los planes de ordenamiento territorial tienen que tener. No alcanza con nombrar la “perspectiva de género” en los diagnósticos, sino que es importante que se traduzcan en objetivos, programas o proyectos concretos de los PMOT.

Si bien en el último tiempo se puede ver, en algunas familias, cierta distribución de las tareas domésticas, es un hecho —lo dicen la Encuesta Permanente de Hogares o la Encuesta de Condiciones de Vida— que el trabajo reproductivo sigue recayendo mayoritariamente sobre las mujeres. Es en este sentido que Patricia Gorri afirma que no tener en cuenta los cuidados de niñas, niños y personas mayores a la hora de pensar y diseñar los planes de organización del espacio en nuestras ciudades es no incorporar la perspectiva de género al ordenamiento territorial. 

Gorri, alumna del doctorado en ordenamiento territorial enfocada en seguridad ciudadana, destaca que su investigación la llevó a romper con su formación tradicional en ciencia política para adentrarse en cómo el diseño urbano impacta en la vida de las mujeres. Su trabajo se enfoca en la seguridad de las mujeres en los espacios públicos de Mendoza, un tema que, a pesar de la marea feminista y movimientos como Ni Una Menos, no fue incluido en la ley de ordenamiento territorial de 2009 ni en el plan territorial de 2017.

El disparador de su investigación es que mujeres y hombres no usan por igual el espacio público. Para Patricia Gorri, incorporar la perspectiva de género en el ordenamiento territorial va más allá de un simple "hay o no hay" perspectiva. No solamente implica poder ver el diseño de los lugares, sino también tener en cuenta la movilidad, las actividades y las necesidades de la población, tanto en relación con las tareas productivas como con las reproductivas. Se trata de entender todo bajo el paraguas del “derecho a la ciudad”, que aspira a un uso y acceso libre de violencias.

¿Qué pasa en los municipios del Gran Mendoza?

Tras analizar uno por uno los planes municipales de ordenamiento territorial del Gran Mendoza, Gorri puede asegurar que ninguno realiza un diagnóstico completo con perspectiva de género. En la mayoría solo hay una descripción demográfica, que clasifica la población por edad y sexo, pero no se desagrega por sexo el nivel educativo, las tasas de analfabetismo, la jefatura del hogar, la cobertura de salud, el uso del tiempo, la distribución de las tareas de cuidado, la participación en los sectores de la actividad económica.

En Capital, hay un diagnóstico con perspectiva de género sobre el uso de los espacios públicos, las tareas de cuidado y la movilidad, pero no se traduce en líneas de trabajo. A su vez, Godoy Cruz presta atención al uso diferenciado que hacen varones y mujeres de los espacios públicos al transitar y movilizarse, pero no hace hincapié en otros aspectos.

La investigadora destaca que la Ciudad de Mendoza desagrega este enfoque en el diagnóstico del subsistema socioeconómico y expone la importancia de tener en cuenta las diferencias y desigualdades de género en la organización del territorio. El plan de la Capital toma de la CEPAL la propuesta de tener en cuenta el impacto de los roles de género, del trabajo no remunerado y de la división sexual del trabajo en el uso diferenciado de la ciudad; la pobreza relativa de las mujeres, la percepción diferencial de seguridad en el espacio público o el transporte entre hombres y mujeres, y el impacto negativo en el acceso de las mujeres a los bienes y servicios urbanos. Sin embargo, el municipio capitalino no hace un seguimiento en su actualización ni traduce el planteo en proyectos concretos. 

El diseño del espacio público, concluye Gorri, no va a evitar que se sigan reproduciendo las violencias del ámbito privado. Lo que sí puede hacer es convertirse en un lugar habitable para las mujeres, diseñado acorde a sus necesidades, donde el diseño, la movilidad y el transporte estén a su servicio, y la violencia y la desigualdad no se acentúen ni encuentren una vía de reproducción.