Género, generación, masculinidades y poder. Una crónica.

¿Qué significa ser varón? ¿Nos hicimos, nos hicieron varones, qué hemos hecho con aquello que hicieron de nosotros? Y sobre todo, ¿por qué nos cuesta tanto pensarnos en nuestra condición de género?

Género, generación, masculinidades y poder. Una crónica.

Sociedad

Academia y activismos entre los feminismos del Sur

Especiales

Gabriel Liceaga, INCIHUSA - CONICET CCT Mendoza

Publicado el 19 DE NOVIEMBRE DE 2019

A partir de esta simple pregunta, en el marco del Coloquio Internacional “Feminismos del Sur” construimos un pequeño grupo de varones destinado a reflexionar sobre los modelos hegemónicos de masculinidad en los que nos hemos formado (*). La pregunta trae consigo muchos interrogantes, no menos complejos: ¿Qué significa ser varón? ¿Nos hicimos, nos hicieron varones, qué hemos hecho con aquello que hicieron de nosotros? Y sobre todo, ¿por qué nos cuesta tanto pensarnos en nuestra condición de género?

La sorpresa de no tener palabras claras para pensarnos en cuanto varones se expresa también con el cuerpo, cuando los coordinadores del taller nos invitan a mirarnos, abrazarnos, tocarnos afectuosamente. ¡Qué incómodo! ¿Se puede mirar fijamente a otro varón –a otra persona– sin que esto signifique una invitación a pelear o a tener sexo? Parece que sí. Habrá que ver.

En algún momento la incomodidad cesa. Dialogamos, de a 2 o de 3 personas. Se comparten preguntas e intentos de respuesta. Está claro que nos acerca nuestra época, en la que coexisten pañuelos que nos interpelan y objetivaciones del poder, sobre las que nos montamos, pero que también intentamos transformar. Por dónde empezar.

Empezar por formar un círculo. Tomarse de las manos. Hacer circular la palabra, que de a poco responde a la disposición de los cuerpos.  Nuestras palabras buscan traicionarnos, una vez más, y volver a su rutina de describir el mundo entero. Quieren ser logos, quieren ser concepto, quieren ocultarnos detrás del “Yo nombro”. Los coordinadores permiten que las palabras fugitivas se vayan, nomás, pero nos obligan a que nosotros nos quedemos acá; impiden que aquellas cumplan un rol ficcional y entretenedor.

De a poco se desperezan otras palabras, que reflejan, ahora sí, experiencias significativas. Pequeños combates: no se trata de moralizar la vida cotidiana ni de medirse la deconstrucción, se trata de reconocer lo que el patriarcado hace de/con/a partir de nosotros. Se cuentan situaciones que hemos vivido y se permite la participación, para opinar y tratar de entender. El contacto corporal previo ha logrado subrepticiamente uno de sus objetivos: la inhibición se queda con él, ha permitido una palabra un poco más auténtica.

La pregunta inicial se retoma desde otras perspectivas. ¿Qué mandatos se nos han inculcado, en qué partes de nuestro cuerpo habitan? ¿Qué privilegios se corresponden con esos mandatos? ¿Somos capaces de reconocer esos privilegios? Difícil distinguir o separar los diferentes privilegios de los que gozamos, hombres jóvenes cis de clases medias. Se sugiere pensar que quizás los privilegios más insidiosos son justamente aquellos que nos cuesta identificar, una especie de aura que portamos cuando vamos a hacer un trámite, a comprar en un negocio, cuando no debemos calcular nuestros recorridos previendo acosos de toda laya.

El tiempo pasa rápido, estamos entretenidos e interesados. Mates, palabras, anécdotas, risas. Rearmamos el círculo, pequeño ritual laico que ya no nos resulta ajeno. La pequeña muestra de lo que puede ocurrir en un círculo de varones entusiasma a la mayoría. Se nos invita a que perseveremos en la sensación de desorientación, que acompaña las búsquedas honestas de hacer, de ser, diferentes. Siendo parte de un género que se creyó capaz de nombrarlo todo, de saberlo todo, de opinar de todo, un poco de incerteza podría ser un buen comienzo.

Tras desarmar el círculo, queda pendiente el deseo y la intención de conformar un espacio más estable para el encuentro. Claro está, el taller es una invitación a re-pensar las matrices sociales a partir de la cual somos y hacemos, nuestras estructuras afectivas, nuestra forma de relacionarnos. Pero también, una interpelación destinada a transformar prácticas, aligerar nuestro tránsito socio-afectivo,  reconfigurar el poder. Debemos y queremos continuar. ¿Seremos capaces?

(*) Gracias a Mariana Alvarado, quien nos invitó y habilitó a conformar  el espacio al interior del Coloquio.