La diáspora africana, la esclavitud y el racismo en Argentina

Un libro de la historiadora Magdalena Candioti, del Conicet, aborda un tema olvidado: la presencia africana y la esclavitud en el Río de La Plata. Cada 8 de noviembre es el Día Nacional de los/las Afroargentinos/as y de la Cultura Afro.

La diáspora africana, la esclavitud y el racismo en Argentina

Imagen: Redleaf_Lodi en Pixabay

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Publicado el 08 DE NOVIEMBRE DE 2021

En 2013, por ley, se estableció que el 8 de noviembre sea el Día Nacional de los/las Afroargentinos/as y de la Cultura Afro, una efeméride en homenaje a María Remedios del Valle, a quien Belgrano le confirió el título de Capitana del Ejército por su arrojo y valor en el campo de batalla.

Magdalena Candioti, historiadora del Conicet y estudiosa de la esclavitud y su abolición en Argentina, señala: “El 8 de noviembre es un buena ocasión para ir más allá de valorar el rol de africanos, africanas y sus hijos en la participación armada o ciertas prácticas culturales (culinarias, musicales, idiomáticas) y pensar en los sufrimientos, los trabajos, las luchas, las alegrías, la política, lo que padecieron y también lo que construyeron africanos y afrodescendientes. Conocerlo e incorporarlo al guion principal de la película de nuestra historia. Que estén presentes en nuestras narrativas sobre el pasado como estaban en las casas y las calles, en los mercados y los talleres, en los ejércitos y las estancias en el pasado. Que no sean una nota al pie, un spin off de una historia que sería la principal, marcada por las biografías de los pocos”.

Candioti acaba de lanzar Una historia de la emancipación negra (Siglo XXI), un libro que justamente va al rescate de ese tema que señala como llamativamente olvidado o minimizado en el relato oficial de la historia argentina: la presencia africana y la esclavitud en el Río de La Plata. En siete capítulos, el libro reconstruye las múltiples dimensiones del proceso de deslegitimación, desestructuración y abolición de la esclavitud en el Río de la Plata entre 1810 y 1860. Frente a las ideas de que no hubo muchos esclavizados, y los que hubo fueron bien tratados, murieron en las guerras o fueron prontamente liberados con la revolución e integrados en términos igualitarios a un país que no miraba el color de sus ciudadanos, este libro –explica su autora, cuyo lugar de trabajo es el Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani– destaca “la centralidad de la esclavitud, destaca los esfuerzos de los esclavizados por comprar, negociar y conquistar su libertad, revela las prácticas de racialización y segregación que impregnaron el orden posrevolucionario y propone resituar el papel de las solidaridades diaspóricas y etnorraciales en las estrategias de supervivencia y movilidad social de africanos y afrodescendientes”.

 

La entrevista 

¿Cómo surge en vos la idea de investigar como científica del Conicet el lugar tienen los esclavos de origen africano en la narrativa identitaria de la historia argentina? 

La idea de investigar la esclavitud y su fin en Argentina surgió durante mi investigación doctoral y fue un inesperado resultado de mi trabajo en el archivo. Yo trabajaba sobre expedientes judiciales para explicar las transformaciones de la justicia luego de la Revolución de Mayo y, recolectando causas judiciales, empecé a encontrar persistentemente causas donde intervenían esclavos/as y personas que se clasificaban a sí mismas –y eran clasificadas– como pardos y morenos, negros, mulatos, mestizos. La cantidad de esas causas llamó mi atención. Esa especie de sorpresa se debía a que, como “buena” hija de la cultura y la educación argentinas, yo era bastante ignorante de la centralidad que la diáspora africana y la esclavitud habían tenido en la historia argentina. Y, bueno, comencé a apartar esas causas pensando en abordarlas en mi investigación posdoctoral, cosa que hice. Durante esa etapa, me propuse analizar las demandas específicas que pardos y morenos esclavizados y también libres presentaban ante la justicia, qué derechos tenían, qué reclamaban, de qué forma lo hacían. Luego, cuando ingresé a carrera, me propuse estudiar sistemáticamente el proceso de abolición entre la revolución y la Constitución de 1853 –que es la regla que prohíbe finalmente esa institución en el país (menos en Buenos Aires, que recién se incorpora en 1860). Finalmente, hace tres años decidí articular una explicación global del proceso de desintegración de la esclavitud (tanto llevado adelante por los esclavizados como por leyes y por las élites) en un libro. Me parecía que era una labor pendiente y necesaria.

¿Cuánto tiempo te llevó? ¿Cómo fueron la metodología de tu investigación y el trabajo de campo de esta investigación?

Llevo doce años indagando diversos aspectos de la esclavitud y el proceso de abolición en el Río de la Plata. Durante ese tiempo, el trabajo en archivos ha sido constante y trabajé con repositorios diversos cuyo procesamiento, tipo de información y análisis requieren formas de abordaje también distintos. Trabajé con fuentes éditas –como leyes, debates legislativos y constitucionales, prensa periódica y obras eruditas contemporáneas– y con una multiplicidad de fuentes manuscritas –como las causas judiciales, registros parroquiales (bautismos, matrimonios), notariales (compra-venta de esclavos, cartas de libertad, testamentos), policiales, censos, etc.–. Algunas fuentes son claves para desplegar un análisis cualitativo, rastrear discursos, ideas, imaginarios y dar cuenta de estrategias; otras, en cambio, ofrecen datos más cuantitativos, que procesé en planillas de cálculos. Uno y otro tipo de información fueron vitales porque en su cruce es que podemos intentar comprender la vida y las estrategias de las personas esclavizadas. Los repositorios que indagué fueron, en primer y principal lugar, el Archivo General de la Nación que es nuestro gran tesoro, ahora bicentenario. Pero también trabajé en el Museo Mitre, en los archivos provinciales de Santa Fe y Entre Ríos, con digitalizaciones del Archivo Histórico de Tucumán, con obras del Tesoro de la Biblioteca Nacional, registros parroquiales de distintas jurisdicciones y papeles de varias órdenes religiosas.

¿Cuándo y por qué llegaron los esclavos africanos a Argentina? ¿Qué lugar tuvieron a lo largo de la historia? ¿Qué cuestiones vivieron acá y cómo fueron acogidos por el país?

Desde el siglo XVI, fueron traídos africanos esclavizados a las Américas. Fueron traídos como mano de obra, como trabajadores esclavizados que pudieran, si no suplir, complementar el trabajo indígena. Quiero decir: si bien la corona española prohibió formalmente la esclavitud indígena en 1542, ello no implicó que dejaran de ser sujetos a regímenes de trabajo cautivo. En el Río de la Plata, el tráfico de esclavos tuvo diversas modalidades, legales e ilegales, pero el mayor auge se dio a partir de la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776. A partir de ese momento, unos 2000 africanos fueron ingresados al año por los puertos de Buenos Aires y Montevideo hasta 1812, cuando ese tráfico fue prohibido. En cuanto al lugar que tuvieron, fue especialmente difícil porque se trataba de personas que fueron secuestradas, rebautizadas, trasladadas en condiciones inhumanas al otro lado del Atlántico y vendidas como esclavas. Sus experiencias fueron de desposesión, violencia, extrema deshumanización. Debieron realizar enormes esfuerzos para sobreponerse a ello. En el mundo hispano, las personas esclavizadas podían comprar su libertad y, con mucho esfuerzo, restándole hora al descanso y sobreexplotándose, algunos lograron ahorrar lo suficiente para hacerlo. Una parte de los esclavizados poco a poco empezó a tejer una cierta movilidad social, siempre con dificultades para desmarcarse. Es decir, aun libres, continuaban siendo racializados, marcados como pardos y morenos, lo que implicaba que había ciertos oficios que no podían ejercer, lugares a los que no podían entrar, derechos que no podían ejercer. Digamos que, si queremos hablar de cómo fueron “acogidos”, podemos decir que no fue en las mejores condiciones y, si bien existe algo así como un mito sobre la “benignidad” de la esclavitud hispana en comparación con la anglosajona, creo que, en primer lugar, no tiene mucho sentido medir grados de sufrimiento pero, sobre todo, esa imagen lleva a minimizar las jerarquías raciales y sociales que imperaron localmente, incluso luego de la revolución. Jerarquías que, aun cuando fueron formalmente eliminadas (mucho más tarde de lo que a veces creemos), siguieron –y en parte siguen– socialmente operativas.

¿Cuáles fueron los principales hallazgos de tu investigación a lo largo del proceso?

Los hallazgos fueron muchos. En primer lugar, pude reconstruir las historias y nombres de un gran número de esclavizados y esclavizadas intentando pensar cómo experimentaron el proceso de revolución y las promesas de libertad. La apuesta fue no pensarlos nunca como cosas, por supuesto, pero tampoco como unos “otros”, que es lo que la historiografía hizo mucho tiempo. La apuesta es que podamos pensarlos como lo que son, nuestros antepasados. Intenté explorar sus expectativas y sus estrategias de libertad, que se desplegaron en tres formas centrales: haciendo uso de las leyes de abolición gradual, negociando manumisiones pagas o gratuitas, y participando en la guerra, unas estrategias que tuvieron un fuerte sesego de género. También indagué en las prácticas de racialización y segregación que impregnaron el orden posrevolucionario y busqué resituar el papel de las solidaridades diaspóricas y etnorraciales en las estrategias de supervivencia y movilidad social de africanos y afrodescendientes. Es decir, mostrar que no todo fueron intentos de integración, blanqueamiento y adaptación, sino que hubo redes de solidaridad nacidas de las experiencias comunes como africanos, como esclavizados, como sujetos marcados. Finalmente, tracé un panorama del abolicionismo letrado local e indagué el proceso de abolición con compensación de amos decidido en el marco de la Convención Constituyente de 1853.

¿Cómo fue la lógica de la abolición de la esclavitud en Argentina?

La lógica del proceso, más que propiamente abolicionista –en el sentido de considerar totalmente ilegítima y repudiable la institución esclavista, de modo inmediato– fue una lógica de manumisión, de pago por la libertad, de merecimiento. Las élites consideraron que el fin de la esclavitud, si bien era necesario –por ser acorde a la civilización, la humanidad, la religión–, debía ser gradual (para no afectar el derecho de propiedad o para preparar a los esclavizados para la vida libre). No solo eligieron que fuera gradual, sino también, formal o informalmente, paga. Africanos y afrodescendientes, para ser libres, debían “merecerlo”, hacer algo por la patria, por sus amos o por sus patronos. La libertad a la que se le hacían himnos era para ellos una gracia, no un derecho.

¿Qué lugar tienen hoy socialmente los/as afroargentino/as? ¿Qué reflexión creés que debería hacerse en un día como el 8 de noviembre, el Día del Afroargentino/a?

Creo que el 8 de noviembre es una gran oportunidad para construir memoria en torno al lugar de la diáspora africana y la esclavitud en nuestra historia y en torno al rol (explícito o no) de las jerarquías raciales en nuestra sociedad. Sabemos que las razas no existen, pero sí existieron, y están operativas como prácticas de racialización y subalternización de sujetos marcados como “otros”. Hay una larga historia de construcción de África como un continente de barbarie, hambre, guerra; de las africanas como sociedades desorganizadas, violentas; de la esclavitud en la América hispana como irrelevante y como un mal menor al ser este continente supuestamente mejor que el africano, y el trato dado a los cautivos, cuasifamiliar etcétera. Todos estas narrativas y estereotipos ameritan ser repensados y deconstruidos. El 8 de noviembre es una buena ocasión para  reflexionar sobre la centralidad de la diáspora africana, la esclavitud y los procesos de racialización en la Argentina. En fin, muchas cosas para pensar este 8 de noviembre. Para no extenderme, les invito a leer al libro y, sobre todo, a estar atentos a las celebraciones y actividades organizadas en este mes por las asociaciones de afrodescendientes.

Fuente: Prensa Conicet

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