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06 DE DICIEMBRE DE 2024
Cómo encuentran a la institución los estudiantes más jóvenes. Por qué eligieron la UNCUYO y cómo la imaginan en los próximos años.
Comenzar una carrera en la UNCUYO sigue siendo la opción más tentadora para las personas jóvenes que salen de la escuela secundaria y quieren ser profesionales. Foto archivo Unidiversidad
“Siempre me dijeron que es un privilegio estudiar acá, por los profesores y por el título”, cuenta Melina (19), que cursa el primer año del Profesorado en Artes Visuales. Comenzar una carrera en la UNCUYO sigue siendo la opción más tentadora para las personas jóvenes que salen de la escuela secundaria y quieren ser profesionales.
Desde aquella conferencia inaugural que dictó el historiador Ricardo Rojas el 16 de agosto de 1939, multitudes de estudiantes pasaron por las aulas de las distintas facultades que componen la máxima casa de estudios de Mendoza. En ocho décadas, nuevas generaciones, con sus respectivas demandas, fueron trayendo nuevas carreras y perspectivas.
El grupo demográfico que en 2019 recién está conociendo la universidad es la Generación Z o centennial, como la denominan quienes investigan estas materias. Las personas que la integran nacieron entre la última mitad de la década de 1990 y los primeros años de la del 2000.
Gonzalo, estudiante de Administración, dice que la razón por la que se inclinó por estudiar en la UNCUYO fue no solamente el valor de la universidad como institución, sino de la educación pública y gratuita en general. “Cuando hay acceso para todas las personas, el esfuerzo que todos deben hacer es mayor, porque la vara está más alta”, señala.
Está claro que la universidad no es una carrera ni una competencia de ningún tipo de estudiantes contra otros estudiantes. Al menos, así lo entienden los centennials. Rocío, que se forma desde hace poco para ser abogada, dice que una de las principales ventajas de tener tantos compañeros y compañeras –su carrera es la de la matrícula más extensa– es que crea un ámbito ideal para la comunión en la aventura de avanzar en la carrera, ya sea armando grupos de estudio o simplemente conociéndose y haciéndose compañía.
Es que formarse en la universidad estatal es un derecho tanto como una responsabilidad. Estudiantes que solamente se dedican al estudio, otros que además trabajan y estudiantes con hijos, todos tienen la posibilidad de avanzar a su propio tiempo. En realidad, hay tantas situaciones particulares como estudiantes. Una universidad más inclusiva, entienden los jóvenes entrevistados, implica también la toma de conciencia sobre las diferencias entre cada persona y en particular sobre lo que le sucede a cada una fuera de la Ciudad Universitaria, allí donde las condiciones no son las mismas para todos y todas.
La universidad que acerca a las personas
Franco, estudiante de Ingeniería Industrial, apunta que lo que más le gusta de su carrera es que muchos de sus profesores son referentes en sus campos, son reconocidos y la relación con ellos es muy cercana. “No hay que dejar de animarse a preguntarles, a ‘exprimir’ todo el conocimiento que puedas de ellos. También es posible que, conociéndolos y dándoles una buena impresión, tengas posibilidades de que te consideren para algún trabajo más adelante”, sugiere.
En la Facultad de Derecho, Rocío pudo conocer a muchas compañeras valiosas. “Me sirvió para poder despegarme del grupo de la secundaria. Las quería mucho y al principio las extrañaba (a sus excompañeras), pero acá conocí mucha gente linda y elegimos estudiar lo mismo, así que de entrada tenemos cosas en común”, cuenta.
Cambios
A la hora de analizar los desafíos que tiene la universidad de cara al futuro, los estudiantes entienden que, además de cambiar los planes de carrera, deberá incorporar mucho más las nuevas tecnologías en el dictado de las materias.
Algunos juegan a imaginarse cómo será una clase en la UNCUYO cuando cumpla sus 100 años. “Quizás las clases tengan muchas más pantallas que transmitan información relacionada con el tema que se esté viendo, o videos con ejemplos”, aventura Franco. “Yo creo que los profesores estarán obligados a implementar el smartphone en la clase. Así, también a animarse a buscar formas más originales de enseñar”, sugiere Rocío.
La mayoría de los centennials llegaron de la escuela secundaria a la universidad acostumbrados a tener de forma permanente un mundo de información y comunicación en la palma de la mano. A través de él, responden mensajes durante las clases y, al mismo tiempo, encuentran respuestas para sus preguntas al instante con ayuda de los motores de búsqueda de la red.
De todas formas, también se valora el contacto tradicional. “Están buenas las clases presenciales y que los profes se te paren enfrente. Yo prefiero eso antes que una clase virtual. Me gusta que te expliquen cara a cara y que vos despejes dudas. No me lo imagino de otra forma”, opina Melina.
Como estudiantes y futuros egresados, docentes o investigadores, la universidad del presente y del futuro depende de todos ellos y todas ellas.
Mónica Matilla, docente e investigadora de la Facultad de Educación de la UNCUYO, opinó sobre las principales pruebas a superar que tendrá la educación superior en los años venideros. “La necesidad de cambio respecto de los principios fundamentales de la educación en el siglo XXI fortalece el rol protagónico de la universidad en general, pero en particular, una resignificación del rol de la formación del profesorado universitario”. En este sentido, la pedagoga habló de una “nueva era de la información y el conocimiento”.
¿Están a la altura los docentes para cumplir su rol de dotar a los y las estudiantes de herramientas para el pensamiento? “El cambio necesario supone un proceso complejo, abordable desde múltiples perspectivas: psicopedagógica, didáctica, cultural, social, científico disciplinar y tecnológica. Quienes son responsables de formar a los futuros formadores no deben obviar esta complejidad que, sin dudas, en las próximas décadas del siglo XXI demandará esta transformación de fondo del sistema educativo”, señaló Matilla.
La investigadora subrayó que en la universidad que se viene, la clave no está solamente en saber articular los avances tecnológicos y la producción científica, sino que “hoy se espera fundamentalmente que se formen en ella profesionales capaces de actuar y desempeñarse no solo con eficiencia científica y tecnológica, sino con valores éticos, haciéndose responsables de las consecuencias de sus acciones en el contexto socioambiental al que pertenezcan”.
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