“La vida es como la bicicleta: para mantener el equilibrio tenés que seguir adelante”

Así lo expresó María, quien junto a Martín, Sergio y Ruth, vivieron situaciones inimaginables en sus vidas y pudieron superar gracias a la bici. Te contamos porqué, más que un medio de transporte, es un estilo de vida.

"La vida es como la bicicleta: para mantener el equilibrio tenés que seguir adelante"

Foto: creada por jcomp - www.freepik.es

Sociedad

Unidiversidad

Unidiversidad / Ernesto Gutiérrez

Publicado el 08 DE JULIO DE 2021

Aunque existen buenos intentos, Mendoza aún está lejos de ser una ciudad modelo y amigable con las o los ciclistas. Su tránsito tiende al caos, sus automovilistas no son tan generosos con las y los actores viales más vulnerables y sus obras permanecen en falta ante los reclamos de más ciclovías. Sin embargo, lo cierto es que el uso de la bicicleta sigue creciendo. Cada vez son más los mendocinos y las mendocinas que optan por este rodado, no solo como un medio de transporte sino que, en algunos casos, han cambiado su estilo de vida gracias ella. Te contamos cuatro historias de vida que así lo muestran.

El primero de ellos es Martín Cabrera (49), de Guaymallén, que comenzó en el mundo de las bicicletas a raíz de un accidente de tránsito que tuvo con su auto. “Yo era un tipo más, de esos que solo tenían una rutina del trabajo a su casa y viceversa, cero deportes, muy sedentario. En 2015, un accidente con el auto y mi posterior intervención quirúrgica harían que mi vida cambiara completamente. A veces tenés que tocar fondo y aprender de las segundas oportunidades que te da la vida. El vehículo que colisionó conmigo me rompió la cadera, creí que no volvería a caminar. Gracias a los médicos, a un amigo y al apoyo de mi familia, hoy estoy caminado y no solo eso, aprendí lo más maravilloso: a andar en bicicleta”, relató Cabrera.

“Hace cinco años que no manejo un auto, incluso tengo el carnet vencido. Si voy en él es porque mi pareja lo maneja para ir algún cumpleaños, fiesta con amigos o al supermercado, pero ya no lo necesito. Hoy con mi bicicleta soy feliz. Ando unos 15 kilómetros por día, entre ir al trabajo y hacer otras actividades. La bici se ha vuelto un estilo de vida para mí. Además, es barato. En un service completo de la bicicleta, me gasto lo mismo que cinco litros de nafta, y con un service ando un año. Otro punto importante es que no contamino el medio ambiente. Por otro lado, es un medio muy cómodo para andar por el centro, aunque a veces suelo ir hacia la montaña para desconectar un poco. Mi mujer me apoya en esto y salimos en bici, y yo intento que ella me siga, que cambie su forma de manejarse, pero aún no suelta el auto”, completó.

Por otro lado, se encuentra María Fernanda Altamirano (39), de Maipú, a la que hace unos tres años le diagnosticaron obesidad tipo I y diabetes. “No sabía lo que era una bicicleta. Sin embargo, llega un punto en la vida en que esta te juega una mala pasada. A mis 36 años, fui diagnosticada con obesidad tipo I y diabetes, lo que obviamente me puso en alerta, debido a los factores de riesgo a los que me encontraba expuesta y por la historia clínica de mis viejos: rutinas poco saludables, del auto a sofá o la silla de la oficina, subidas y bajadas de peso y malos hábitos, que me hicieron reflexionar sobre mi bienestar”, sostuvo María.

“A principios de 2018 y con esta enfermedad, compré mi primera bicicleta, motivada por querer sanarme y hacer algo distinto. Antes de la enfermedad, iba al gimnasio, que terminaba abandonando porque me aburría. Luego, empecé a valorar lo que me había perdido por tantos años: mi salud, el amor por insertarme en la naturaleza y lo que hoy me mantiene viva: la bicicleta, un vehículo de dos ruedas donde yo soy mi propio motor de movimiento, el sentir el viento en la cara, el aroma de las flores, árboles y tierra húmeda, simplemente sentir las bondades de nuestro medio ambiente en todo su esplendor, el calor del sol, mirar atardeceres, sentir ese frío que te congela en invierno, pero que no te importa. Experimento todo eso y me pregunto por qué perdí tanto tiempo arriba de un auto. Hoy soy una mujer distinta, no salgo sin mi bicicleta: al trabajo, a lo de una amiga o amigo, una escapadita a la montaña. Soy una mujer nueva, todo gracias a la bici”, expresó Altamirano.

“¿Qué puedo decir de la bici? Que me cambió la vida. Cuando lo hacés desde la responsabilidad de llevar una vida saludable con tu cuerpo y corazón, sumado al ejercicio físico, todo comienza a fluir. Le gané con creces a mi versión anterior, bajando y quitando todo lo malo de mí, mejorando mi vida, mi resistencia y, por sobre todo, me sentí contenta sumando muchos kilómetros de naturaleza, recorriendo paisajes hermosos y vistas maravillosas; ni hablar de nuestra ciudad, la disfruto con una sonrisa. La vida es como la bicicleta: para mantener el equilibrio, tenés que seguir adelante”, selló María Fernanda.

Una situación similar fue la que vivió Sergio Soria (37), para quien el uso de la bicicleta significó mucho más que un medio de transporte, ya que fue un símbolo de cómo su vida cambió hace algunos años. Oriundo de Luján de Cuyo, este joven biólogo estuvo siempre interesado por el transporte limpio y sustentable.

Foto: Martín Cabrera y su hija Sofía

“En mi paso por la Facultad de Ciencias Agrarias, me interesó mucho el tema del transporte sustentable, tanto es así que decidí darle una oportunidad a la bicicleta, ya que mi casa estaba localizada relativamente cerca de facultad. La primera semana fue una experiencia horrible: estaba adolorido por el ejercicio, la mala postura y el sobrepeso, pues en ese momento llegué a pesar 106 kilos. El cambio de mi previo estilo de vida sedentario a esta nueva dinámica no me pareció muy atractivo y mi bicicleta quedó sin usarse por un par de meses”, detalló Sergio.

Sin embargo, una visita de rutina al médico fue una llamada de atención para este joven que, después de algunos chequeos médicos, se enteró de que padecía de obesidad. “Esa noticia me golpeó con mucha fuerza. De regreso a mi casa, tomé una decisión de la cual nunca estaré arrepentido: entré al gimnasio, empecé a cambiar mi dieta y decidí usar únicamente la bicicleta para transportarme. Gradualmente me fui acostumbrando a usar la bicicleta y, de hecho, a sentir una libertad increíble. El transportarse a cualquier lugar a cualquier hora y gratis, aunque tal vez para muchos sea algo muy obvio, para mí, en ese momento, fue una revelación”, expresó el joven.

“Hubo períodos en los que no tenía una bicicleta y me sentía esclavizado a los horarios del transporte público y la disponibilidad del auto familiar, sin contar los costos del combustible… para mí, eso dejó de tener lógica. La bicicleta me ayudó a cambiar mi estilo de vida, me ayudó a perder 28 kilos y a mantenerme en mi peso normal. Hoy me manejo solo con ella, voy al trabajo, hago los mandados y demás. En mi opinión, si te sentís  estancado y necesitás un cambio en tu vida, conseguí una bici, date paciencia y una oportunidad en tu vida”, completó Soria.

Otro caso muy particular es el de Ruth Martínez (40), que superó un cáncer de mama y reivindicó el ciclismo como una herramienta para enfrentarse la enfermedad, ya que, según explicó, la bicicleta le cambió la vida y le ayudó a superar el cáncer. Martínez, que fue diagnosticada con cáncer de mama en 2011, desde entonces decidió cambiar de vida y empezar a usar la bicicleta cada día como una práctica deportiva y un medio de movilidad. “Luego de recuperarme casi del todo, de saber que no había nada más ahí, pero que tal vez volvería, empecé a utilizar la bicicleta como un cable a tierra. Eso cambió mi estilo de vida, mi dieta, dejé mis malos hábitos y gané fortaleza interna. Me ayudó a aceptar la enfermedad, los cambios que me exigía el proceso y la incertidumbre que sentía", afirmó Ruth.

Y sumó: "Nunca recibí asistencia. Mi oncólogo no quería que hiciera deporte, pensaba que me bajaría las defensas, pero no solo las mantuve, sino que las aumenté. Pese a la adversidad, hoy estoy aquí ", indicó Ruth muy emocionada. 

Hasta hace un par de años, Ruth tenía carnet de conducir y un auto, pero decidió venderlo y continuar con la bicicleta. “La bici me mostró otra vida, sin complicaciones, más saludable. En cambio, el auto me parecía una molestia, parquímetro, nafta, revisiones… Llegó un momento en que no lo usaba más que los fines de semana. Estaba nuevo y decidí venderlo antes que se arruinara más, y así intentar recuperar algo de dinero. No lo hice por cuestiones económicas, sino por un estilo de vida más saludable”, dijo Ruth.

Foto: María Fernanda Altamirano

“Un auto puede darte facilidades, pero también te genera estrés y te da preocupaciones innecesarias, así que, si podés vivir sin él, hacelo”, manifestó, y sumó: “La bicicleta me ha permitido acercarme mucho más a mi hija. Salimos, compartimos grandes momentos, vamos al parque, a la plaza, pasamos a buscar a sus amiguitos. Incluso hemos formado un grupo de madres con el que disfrutamos de salidas a la alta montaña. Es impresionante lo que la bici te genera, no solo a mí sino que lo veo también en la gente que me rodea. Se la recomiendo a todos”, selló Ruth.

 

No todos los días brilla el sol

Las circunstancias cambian y no siempre resulta sencillo mantener este estilo de vida.

Cuando la lluvia aumenta, Martín, Sergio y hasta Ruth utilizan la aplicación del Servicio Meteorológico Nacional. Gracias a ella, calculan la intensidad del chaparrón y a qué hora van a caer más mililitros. "Tengo pantalones y campera impermeable para esas ocasiones. En días de invierno, le sumamos mucho abrigo. Nada me detiene a la hora de subir a la bici", explicó Ruth.

Martín afirma que, cuando llueve, sencillamente agarran el paraguas y salen más equipados. "Mis hijas disfrutan saltando en los charcos con las botas de agua. Con la bici, me pongo el piloto y salgo", dijo. Sergio, por su parte, sigue el mismo "remedio": botas, paraguas y piloto, aunque no duda en usar el transporte público si las cosas empeoran meteorológicamente, sobre todo en invierno.

Si sus circunstancias familiares cambiaran, si tuvieran que cambiarse de casa o de trabajo, ¿se harían de un auto? "Depende del destino y las necesidades del lugar. Lo que tengo claro es que, si tuviera que irme a otra provincia o departamento donde el auto es necesario, ese factor pesaría bastante", sentenció Martín.

Ruth, por su parte, también se encontró dubitativa en cuanto a qué haría si su situación cambiase. "Aunque, llegado el caso, habría que planteárselo...", admitió.

 

El día a día sin auto, ¿es posible?

En Mendoza, desenvolverse sin vehículo por la gran ciudad puede ser relativamente sencillo gracias a los 167 kilómetros de red de ciclovías y al transporte público disponible. Aún así, es complicado encontrar personas o familias completas que elijan continuar su día a día sin auto, o las escapadas de fin de semana, las vacaciones y actividades similares.

Desde Pro Bici, reconocen que es muy difícil vivir sin vehículo en las urbanizaciones de poca densidad o alejadas del centro. “Para la gente de Godoy Cruz, de Ciudad y de cercanía, es bárbaro, pero si vivís a 5 km del supermercado, a 12 del colegio, a 20 del trabajo, como ocurre con gente de San Martín o Junín, por nombrarte algunos, tenés que usar el auto porque las alternativas no son competitivas”, detalló Lucas Burgos, miembro y fundador de Pro Bici.

“Es lo que ocurre en Mendoza: no hay un proyecto, salvo este último con fondos de BID, que magnifique lo trabajado en las inconexas ciclovías o bicisendas de los distintos departamentos. La Mendoza sostenible, integral, no se concretó porque todo se hizo a las apuradas y sin un rumbo en común entre las distintas comunas. Cada una hizo lo que le parecía bien, y así estamos: sin una red y sin redes en las periferias del Gran Mendoza”, expresó Burgos.

“Para las personas en esta situación, tener vías seguras para la bicicleta puede ahorrar viajes en auto: 5 kilómetros en bici son 20 minutos”, dijo el creador de Pro Bici, y agregó: “Combinar un trayecto en bici con otro en transporte público también es una opción viable”, puntualizó.

Foto: Sergio Soria

¿Qué opinan nuestros cuatro pedalistas sobre la red de ciclovías?

La sensación generalizada de los cuatro aficionados con los que hemos hablado es más o menos la misma: se puede mejorar, aunque hay matices para todos los gustos.

Martín habló de la red de ciclovías de la Capital y opinó que se podría mejorar muchísimo la accesibilidad. “Algunos tramos de ciclovías no están en óptimas condiciones, muchas rampas están un poco deterioradas”, expresó. Además, con su mirada de usuario, Cabrera afirmó que muchas de ellas deben dejar de ser mano y contramano. “Creo que es una trampa y complica el tránsito con otras bicicletas y con los peatones”, expresó.

Otro inconveniente, dijo Cabrera,  son las motos que viajan por la ciclovías. “En las del centro, se meten motos, que paran en el semáforo y se quedan en la ciclovía, y hay un policía parado ahí que no les dice nada. Si uno le dice algo, el policía responde: 'Tenés que llamar a los de Tránsito. Si te choca, yo puedo intervenir; si no pasa nada, yo no puedo hacer nada'. Alguien debería tomar cartas en el asunto”, afirmó Martín.

Por otra parte, Ruth sostuvo que, sin dudas, lo que debería regresar serían los portabicicletas en las unidades del transporte urbano de la provincia. “Los vi un tiempo en unidades del trolebús, pero de un día al otro desaparecieron. Esto mejoraría la intermodalidad y facilitaría a muchos padres llevar a sus hijos e hijas al cole en colectivo, y después, irse a su trabajo en bicicleta”. Además, también reclamó aparcabicis para todos los colegios e institutos públicos de Mendoza.

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