Las investigadoras en el fondo: sostienen el sistema científico, pero no acceden a cargos jerárquicos
Algunas de las investigadoras de la expedición submarina integrada mayoritariamente por profesionales del Conicet se volvieron las favoritas de la audiencia. A pesar de los preconceptos, hacer ciencia no es “cosa de hombres”: el Conicet está integrado mayoritariamente por investigadoras, pero los cargos más altos siguen reservados para los varones.

Las investigadoras sostienen al sistema científico argentino, pero no acceden a los cargos jerárquicos. Foto: Instagram @fabballarini y @gempa.ar
Gracias a la expedición submarina en el cañón submarino Mar del Plata que cautiva a decenas de miles de personas en todo el país, la ciencia nacional demuestra estar en el centro de la escena. Se trata de una campaña conjunta entre el Centro Nacional Patagónico (Cenpat), dependiente del Conicet, y el Schmidt Ocean Institute. Sabemos bien que en Argentina, si se habla de ciencia, se habla de Conicet. Pero sabemos poco que la mayoría de quienes hacen investigación científica son mujeres y, sin embargo, siguen siendo minoría en las categorías más altas. En números, son el 54,5 % del total, pero el 60,4 % en la categoría más baja —investigadoras asistentes— y el 22,1 % en la más alta —investigadoras superiores—.
Los hombres son mayoría en los cargos jerárquicos. Esto no solo pasa en el sistema científico, sino también en la administración pública, en las empresas, en los espacios de representación política, en el Estado. El concepto que los feminismos encontraron para nombrar el fenómeno es el de techo de cristal: una métafora que refiere a una serie de mecanismos discriminatorios —generalmente invisibles, pero no por eso imperceptibles— que limita a las mujeres su carrera profesional al reservar para los varones los cargos jerárquicos, de toma de decisión y, por lo tanto, también mejores pagos. El Conicet refleja esos obstáculos.
Según las cifras publicadas en su sitio web —la última actualización de estos datos refiere a 2023—, hay 12176 personas en la carrera de investigación, de las cuales más de la mitad (54,5 %) son investigadoras y el 45,48 % son investigadores. El porcentaje restante representa a una persona que no se identifica como varón ni como mujer. Pero el número total no es un reflejo de lo que sucede en cada categoría del escalafón. A medida que se sube un cargo, los varones van aumentando su proporción.
En realidad el análisis podría ampliarse hacia atrás —o hacia abajo—, que es la categoría de becarias y becarios. El sistema de becas doctorales y posdoctorales es el paso inicial de una persona antes de entrar a la carrera de investigación. En ese primer escalón, las becas, las mujeres son casi el 60 % del total — 6535 de 10905—. Una vez que concluyen esa etapa, pueden solicitar el ingreso a la planta de Conicet. Al ingresar a carrera, el porcentaje de investigadoras se mantiene —se podría interpretar que ellas sí tienen la intención de trabajar allí—, pero empieza a descender de manera notoria a medida que se asciende en el puesto.
Ya como investigadoras de carrera, en la categoría de Asistente son el 60,4 %; en la de Adjunto, son el 58,2 %; en la de Independiente, el 49 %; en Principal, el 41,7 %, y en Superior, 22,1 %. Parece redundante, pero vale reforzar: los hombres son el 39,6 % en Asistente y terminan siendo el 77,9 % en la categoría de Investigador Superior.
La desigualdad se reproduce en las direcciones de Red Institucional y Unidades de Gestión, es decir, Unidades Ejecutoras (UE), Centros de Investigaciones y Transferencia (CIT), Centros Interjurisdiccionales (CIJ), Centros de Servicios (CS), Centros Científicos Tecnológicos (CCT). De un total de 337 direcciones, el 59,94 % (292) están ocupadas por varones y el 40,06 % (135), por mujeres.
En el mismo sentido, es oportuno destacar que hasta el momento solo dos mujeres han presidido el Conicet desde su fundación en 1958. Se trata de la astrofísica Marta Graciela Rovira, de 2008 a 2012, y la química Ana Franchi, de 2019 a 2023.
Expedición Talud IV, a bordo del buque Falkor, del Cenpat-Conicet con el Schmidt Ocean Institute. Foto: Instagram @fabballarini y @gempa.ar
Las paredes de cristal y el piso pegajoso
La desigualdad derivada de los estereotipos de género no se reproduce solo en el plano vertical, sino también en el horizontal. Los obstáculos invisibles no están solo para ascender en las carreras profesionales, sino para elegir entre una u otra: social y culturalmente hay trabajos considerados masculinos y trabajos considerados femeninos. Y eso determina fuertemente las decisiones de las personas a la hora de elegir una carrera. Por ejemplo, en Conicet, casi el 64 % del personal administrativo es femenino. Y en las becas de investigación, los varones son mayoría en las categorías de Tecnología y Ciencias Exactas y Naturales, tradicionalmente masculinizadas.
No se agotan las metáforas para explicar las desigualdades de género en el techo y las paredes de cristal. El concepto de piso pegajoso también es bastante didáctico: se refiere al hecho concreto de que las tareas domésticas y de cuidado siguen recayendo sobre las mujeres y eso impacta directamente en su vida profesional. La población femenina suele acceder a trabajos temporales, peores pagos y más precarizados —e incluso rechazar trabajos de dedicación horaria exclusiva— porque no pueden dedicar su tiempo laboral por completo al trabajo fuera del hogar, productivo y remunerado.
En el mundo, los ingresos totales de las mujeres están un 25 % por debajo de los de los varones. Según cálculos realizados con datos de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec para el tercer trimestre de 2024, la brecha de ingresos totales entre varones y mujeres en Argentina se ubica en el 26,4 %.
Esta realidad de tener a cargo tareas como la limpieza, la cocina, el cuidado de niños y niñas, pero también de personas mayores o enfermas, impacta directamente en el tiempo que le pueden dedicar las mujeres a la vida laboral. También en el caso de investigadoras, legisladoras, juezas, empresarias. En cifras del Indec, solo el 24 % del total de horas que se dedican a estos trabajos reproductivos son cumplidos por varones. Las cosas cambian, pero no tanto.
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