Lo nuestro: la diversidad

Reflexiones a partir de la filosofía de Arturo Andrés Roig.

Lo nuestro: la diversidad

“Ritual en el templo del sol”. Museo Máximo Laura. Tapestry Art.

Sociedad

Especial diversidad

Especiales

Laura Aldana Contardi - INCIHUSA, CCT-CONICET Mendoza

Publicado el 14 DE OCTUBRE DE 2016

La filosofía latinoamericana se ha ocupado recurrentemente de pensar la cuestión de la diversidad. Una de las formulaciones explícitas sobre el tema la desarrolló el filósofo mendocino Arturo Andrés Roig, quien se ocupó de acentuar la necesidad de los latinoamericanos y de la filosofía latinoamericana de indagar las instancias y los modos de identificación que nos posibilitarían pensarnos y valorarnos a nosotros mismos.

En la tarea que llevó adelante, Roig no partió de cero. Uno de los principales aportes del filósofo ha sido historizar las ideas filosóficas y no filosóficas de nuestra América. Una de las direcciones que tomó el proyecto del autor en torno a la fundamentación de la filosofía latinoamericana fue el de la localización de puntos históricamente significativos y el planteo de problemas teóricos referidos a la diversidad intrínseca de América Latina.

La filosofía sólo tiene su comienzo cuando el sujeto que filosofa se reconoce como valioso y considera valioso el conocerse a sí mismo.

En el caso de la filosofía latinoamericana, ese comienzo podría ser mostrado episódicamente.

En otras palabras, se trata de una historia de los recomienzos, en los cuales los sujetos latinoamericanos han considerado valioso el pensar sobre sí mismos.

La pauta del pensar es, en otros términos, la de ponernos a nosotros mismos como valiosos, exigencia que se encuentra implícita en la expresión “lo nuestro”. Definir los alcances de ese sujeto plural, del nosotros, supone la pregunta por la definición de “lo nuestro”.

¿Qué es “lo nuestro” en el caso de los latinoamericanos? No alude a las “cosas que son nuestras” sino a “nuestro modo de ser”, a “nuestra identidad”, a los modos en que nos identificamos como latinoamericanos, que de algún modo incluye nuestra relación con aquellas cosas. Concretamente, “lo nuestro” se relaciona con “nuestro ethos”, es decir, con un conjunto de actitudes, convicciones, creencias morales y formas de conducta. El “ethos” es un fenómeno cultural: el fenómeno de la moralidad que está presente en toda cultura. Es la facticidad normativa que acompaña la vida humana.

Uno de los pensadores a los que recurre Roig para mostrar cómo se ha reflexionado acerca de “lo nuestro” a propósito de la locución “nuestra América” es José Martí. Para afirmarnos y valorarnos a nosotros mismos es necesario “superar la mentalidad aldeana”, esto es, reconocer las limitaciones propias de nuestro horizonte de comprensión, de nuestro modo de ver el mundo.

La mentalidad aldeana es un modo de ignorar a los demás en cuanto alteridad. El hecho es que los demás, los otros, también integran “lo nuestro”, “nuestra América”. Para conocernos a nosotros mismos es necesario conocer y reconocer a los demás, de donde la norma que enunció Martí, según la cual “los pueblos que no se conocen han de darse prisa por conocerse”, no se refiere sólo a un conocimiento entre pueblo y pueblo sino a un reconocimiento y respeto de la diversidad interna de cada pueblo.

El punto de partida de “lo nuestro” es la diversidad. Nuestra América es un espacio transido de conflictividad y diversidad, surcado de antagonismos: la ciudad contra el campo, la razón contra el crial, el libro contra la lanza, las castas urbanas contra la nación natural, el indio mudo, el blanco locuaz y parlante, el campesino y la ciudad desdeñosa, la civilización y la barbarie. En suma, y en palabras de Martí: los oprimidos y los opresores. Eso es lo nuestro.

La pregunta, entonces, es clara: ¿qué hacer? Según Martí, el genio hubiera estado en hermanar a todos, pero para hacerlo hubiera sido necesario conocer los términos de cada contradicción y, sobre todo, reconocer como valiosos a todos aquellos en que la alteridad alcanza expresiones destacadas: los campesinos, los indígenas, los obreros, los prisioneros políticos, los negros, las mujeres. Advierte en sus análisis que la justicia sólo será posible si se respeta la vida, esto es, si se reconoce la dignidad humana como lo que sustenta la ineludible responsabilidad de respetar y reconocer a todo otro.

El ejercicio de la crítica fue el modo como Roig llevó adelante el descentramiento de la “mentalidad aldeana”. La idea reguladora de una sociedad justa implica la apertura respetuosa a todos los sujetos de una sociedad intrínsecamente diversa. Un abordaje riguroso de la diversidad en vistas de un horizonte de justicia no puede prescindir del análisis y la denuncia de la desigualdad económica y social.