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Qué hay en estas tierras tunuyaninas.
El Establecimiento Campo Los Andes del Ejército es la edificación que los historiadores conocen como la "Estancia El Melocotón". Foto: Alberto Piazza.
Brenda Junín y Mauro Queirolo - Presidenta y Prosecretario de la Fundación Pedemonte
Publicado el 12 DE MAYO DE 2017
Mendoza, un desierto surcado por un sistema arterial de aguas que apenas ha formado oasis donde la vida tiene otros colores y aromas. Ese gigante que dimos en llamar cordillera no sólo actúa de frontera, sino que forma y preserva nuestras riquezas. Millones de años dieron lugar a plegamientos que emergieron y otros que han quedado bajo nivel; unos reservan glaciares y esconden deseados minerales; otros forman maravillosas cuencas que acumulan el fluido de Los Andes. Glaciares, codiciados acuíferos, ríos y arroyos de aguas dulces que se estima que, en pocos años más, varios harán lo imposible por poseer.
Se acelera el corazón al pensar también la Cordillera y su trascendencia para un San Martín con vocación libertaria. ¿Qué lo impulsaba a no depender de los poderosos de la época y luchar sin freno por la emancipación suramericana? Estremece imaginar la pasión que lo guiaba cuando consiguió que el gobierno central lo designara gobernador de estas tierras cuyanas, desde donde armó su gesta libertadora. El general San Martín, estratega por excelencia y experimentado militar, necesitaría hombres, vestimenta, alimentos, agua y… una gran caballada. ¿Dónde juntar y preparar los miles y miles de mulas y caballos que tan necesarios serían para cruzar Los Andes y batallar en los valles? Relatan los historiadores que el lugar donde hoy se monta Campo Los Andes fue estratégicamente elegido en el oeste cuyano, en la Estancia El Melocotón.
Únicamente tierras surcadas de infinitos arroyos, riachos y enormes extensiones de pasturas naturales podrían haber formado los robustos animales que supieron resistir el cruce de Los Andes. Esas mulas portaron las herramientas, las armas, los equipos, los víveres y a los hombres. Los caballos fueron livianos de cuerpo: así lo requerían las futuras batallas que debían ganar San Martín y sus valientes. Las mulas cargaban, resistían y sabían dónde pisar en los filos cordilleranos. Esas mulas merecen nuestro respeto y esperan su reconocimiento. Sin ellas, no hubiera sido posible la gesta libertadora del 1800. Todo esto llena de valor patrimonial y sumerge al territorio hoy denominado Campo Los Andes en una obligada –y aún pendiente– investigación histórica nacional. Así de simple y necesario.
Se iniciaba el 1900. Otros vientos soplaban y ochenta años después, un Roca presidente imaginaba y daba forma a nuevos espacios de significativa importancia militar en diferentes zonas del país. La Estancia El Melocotón era identificada como un sitio de enorme importancia estratégica para la defensa nacional, nuevamente dado por su ubicación y sus cualidades ambientales.
Por la Ley 4031 se adquirió y definió Campo Los Andes; más de 104 mil hectáreas críticamente ubicadas en plena Zona de Seguridad y Frontera; desde esa cordillera que nos limita con Chile y que es naciente de aguas dulces, hasta los valles de Tunuyán. Son 115 años de pertenencia del Ejército argentino, por ende, de todos los argentinos. Su uso estuvo y está claramente definido por su topografía y por sus aguas dulces de excelencia. Una de las tierras de mayor riqueza natural de Mendoza y que aloja también al caudaloso Río Tunuyán, que hoy espera paciente el desarrollo del complejo hidroeléctrico Los Blancos.
Las características ambientales de Campo Los Andes dieron también lugar al Haras General Las Heras-La Remonta. Una estratégica decisión del Ejército Argentino permitió la instalación del magnífico Centro de Cría, Recría y Amansamiento de la Mula Argentina, obteniéndose en pocos años animales con un fenotipo excepcional por su masa corporal, la dureza en sus cascos, su adaptación a cordillera y terrenos duros, su resistencia a condiciones extremas, todas ellas consecuencia nuevamente del magnífico ambiente que se encuentra en Campo Los Andes: aguas, pasturas naturales, alfalfares cultivados bajo riego y en zonas no inundables, y el irremplazable pastoreo extensivo.
Estas características de crianza, la genética seleccionada y el know how profesional, forman el gen-amb (combinación de genética y ambiente) de los excepcionales mulares que allí se crían, producto de yeguas percheronas y del burro raza Remonta Argentino. Este centro (el mayor en Suramérica) provee de mulares silleros y cargueros a todas las unidades militares de la cordillera argentina, con potencial exportador a otros países suramericanos y extrarregión. La mula argentina, animal especialmente adaptado e irremplazable para defensa y rescate en zona de montaña, llega adonde nadie más puede llegar ni aún con la más avanzada tecnología.
Campo Los Andes, un lugar que hizo a nuestra Patria y que guarda recuerdos de nuestra historia y cultura.
Campo Los Andes, un lugar donde se cría la Mula Argentina que aún hoy, como 200 años atrás, es irremplazable para nuestra defensa nacional. Campo Los Andes, una porción de suelo argentino que esconde riquezas y preserva nuestras aguas.
Campo Los Andes, ubicado en Zona de Seguridad y Frontera –y, hasta hoy, un bien público del Ejército Nacional–, es de todos y para todos los argentinos.
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