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06 DE DICIEMBRE DE 2024
A menos de dos semanas del 7 de diciembre, un repaso por el rol que han tenido la mayoría de los medios de comunicación privados durante la última década en torno al desarrollo de los procesos populares de Latinoamérica.
Recurrencias que nada tienen que ver con lo casual. Las influencias externas y el empeño organizativo de las embajadas norteamericanas para organizar una triangulación entre medios y oposiciones de derecha dentro del continente. La visión del Norte respecto de Latinoamérica, la inevitable incorrección política de no poder evitar ver al Sur como un patio trasero y a los medios, como sus barredores.
El racismo como política editorial de los medios privados bolivianos. El franco complot con los sectores golpistas de Honduras y el indisimulado apoyo a la dictablanda de Paraguay. El esfuerzo frustrado de las cadenas de comunicación de intentar sostener la indefendible figura de Pedro Carmona en Venezuela luego del golpe a Hugo Chávez en 2002. El despegue de la población respecto de los medios, en todos los casos.
La criminalización de la pobreza. El desprecio por el Estado, el Gobierno y la regulación de la economía. Las aristas corroboradas de una perspectiva ideológica hecha política editorial, que resiste retroceder. Una visión, como mínimo, contradictoria con lo que significa la libertad de expresión y la diversidad de voces, confundida con la nostalgia de la comunicación como mercancía. De la omnipotencia del control total por parte de las empresas comunicacionales, hacia la impotencia de tener que atenerse a las decisiones democráticas.
Cinco intentos de golpes de Estado se han producido durante los últimos 10 años en Latinoamérica, de los cuales dos han tenido éxito. En todos los casos, el desempeño de los grandes medios de comunicación privados ha contado con una lógica que sobrepasa sus relaciones mutuas y se intuye como el instinto de cuerpo latente en una estructura pergeñada en el seno del neoliberalismo. Un tenaz opositor a los gobiernos populistas (Laclau) en la región.
Frente a esto, el tesón de una generación post neoliberal de líderes latinoamericanos y la disputa por la opinión de la ciudadanía. El renacimiento de la palabra frente a la imagen, y la movilización social frente a la teleaudiencia. El imprescindible desarrollo de medios públicos para contrarrestar al discurso de los grupos empresariales que controlan la comunicación desde hace más de 20 años y, en base a eso, el debate público y social.
El hito de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, para Latinoamérica y el mundo. El significado de la extraordinaria convocatoria social para su creación. Un debate postergado por la mayoría de los gobiernos pos dictatoriales que hoy emerge superando todas las expectativas y precedentes en el continente y el mundo. La potencial apertura a un nuevo bloque histórico en la comunicación de masas.
El protagonismo y falta de propuestas de las derechas del continente diluido y corrido del espacio público hacia los sets de televisión. La creación compulsiva de candidatos por parte de los medios y la frustración de no poder dar en la tecla. Logros, debates, resistencias y desafíos de la región en una década que ha dado que hablar al mundo. A continuación, un repaso no exhaustivo del papel de los medios en torno a los procesos populistas en Latinoamérica.
Venezuela
El 11 de abril de 2002, a solo unos meses del estallido en Argentina del cacerolazo que concluyó con la huida del presidente Fernando De la Rúa, los sectores opositores en Venezuela creían estar consumando el golpe de Estado contra Hugo Chávez en el momento en que ordenaban su encarcelación.
La oposición, compuesta, entre otros, por los sectores de derecha, la Fedecámaras (Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela), la Iglesia católica en aquel país y el concurso de sectores militares disidentes, se aglutinó tras la figura de Pedro Carmona, quien expresó, como primer acto de Gobierno, un agradecimiento sincero a los medios de comunicación por su apoyo franco a la intentona golpista.
Desde los comienzos del Gobierno de Hugo Chávez los medios habían planeado una oposición que no dudó en difamar y en recurrir a cualquier artilugio discursivo y comunicacional para hacer que el presidente constitucional abandonara el control del Ejecutivo venezolano.
Sin embargo, ocurrió un hecho imprevisto para la democracia moderna de la región: millones de ciudadanos y ciudadanas salieron a la calle reclamando por el regreso del líder bolivariano, y se concentraron de manera extraordinaria, logrando que Hugo Chávez pudiera volver al lugar en el que el voto democrático lo había colocado.
Un aspecto destacado de esta situación fue que la población realizó esta histórica movilización contradiciendo la propaganda del aparato de comunicación privada, que apoyaba de manera explícita a los sectores golpistas.
Ecuador
En Ecuador, hasta el 2007, momento en que Rafael Correa accede a la dirección del Gobierno, la comunicación estaba concentrada en ocho grupos familiares que controlaban todos los mensajes emitidos por diarios y medios audiovisuales. De todos esos grupos, cinco eran propiedad de banqueros.
Hasta ese momento, la figura de los medios estatales era prácticamente inexistente. A partir del mandato de Correa, y en base una audaz lectura del panorama de la comunicación de aquel país, se creó, a través de una reforma de la Constitución, un conjunto de medios públicos y comunitarios.
En base al artículo 17 fueron fundados: Ecuador TV, Radio el Telégrafo, la radio pública del Ecuador, medios gubernamentales y comunitarios, etc. La lectura fue sencilla: cualquier cambio que se quisiera generar iba a contar con la oposición de los medios, sobre todo en lo referido a la estructura financiera y social.
En base a esto, se dictaminó que las entidades financieras no pudieran ser propietarias de los medios, un hecho que permitió a Correa equilibrar el enorme poder que detentaba el sector financiero sobre la opinión pública. Por supuesto, estas decisiones implicaron que, desde el momento de su asunción, Correa tuviera a todos los medios de comunicación en contra.
En base a esto es que, desde el año 2009, Ecuador intenta aprobar un proyecto de Ley de Medios que se encuentra estancado por la falta de cuórum legislativo por parte de los partidos opositores. El proyecto, al igual que la ley argentina, propone una división del espacio radioeléctrico en medios privados, gubernamentales y entidades sin fines de lucro.
México
El marco jurídico con el que se regulan los medios de comunicación en México proviene del año 1917 y tuvo una serie de modificaciones de carácter cosmético durante la década del 90 pero, en definitiva, conserva el objetivo: el mantenimiento del status quo mediático que opera en aquel país.
Los medios, a su vez, aspiran a la preservación del poder político dominante que es afín a sus intereses. De esta forma, se explica el proceso de concentración que han experimentado durante los últimos 20 años.
En este sentido, la empresa Televisa apoyó explícitamente al candidato Enrique Peña Nieto, representante del Partido Revolucionario Institucional en aquel país, devolviendo a ese partido al poder luego de 12 años fuera del mismo.
Paraguay
El diario ABC de Paraguay, en junio de 2012, apoyó expresamente el golpe de Estado que se perpetró contra Fernando Lugo a través de su destitución por parte de la Cámara de Diputados. Esta maniobra se desarrolló con la complicidad de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Aldo Sucudillo, director del diario ABC, es simultáneamente miembro consultivo del área de prensa de la SIP.
También el diario ABC se encuentra estrechamente ligado al gremio de la producción en Paraguay, que es una cámara de agroempresarios paraguayos que concentran la propiedad de la tierra, cuyos intereses se veían amenazados por las políticas de corte popular promovidas por Fernando Lugo.
Cabe señalar que el gobierno golpista asumió, como primera acción, la intervención de la televisión pública paraguaya, único bastión de prensa crítico respecto del golpe de Estado. Por supuesto, esta medida no tuvo que ocuparse con los medios privados en aquel país, pues se daba por descontada su complicidad.
En general, los medios presentaron como una destitución lo que, claramente, para la mayoría de las voces oficiales del continente, representaba un golpe de Estado.
Honduras
En Honduras, el golpe contra Manuel Zelaya, un caudillo de derechas que viró ideológicamente hacia una de centro progresista durante su mandato, también estuvo patrocinado por los medios de comunicación a través de una campaña difamatoria y mentirosa.
A meses de proponer la realización de una encuesta de opinión pública para saber si los hondureños aceptaban la realización de una asamblea constituyente, los medios sostuvieron que el único objetivo de tal asamblea era posibilitar la relección de Zelaya. Sin embargo, el presidente constitucional nunca había mencionado un interés de esas características.
La cadena estadounidense CNN –en sintonía con los intereses del Departamento de Estado de EEUU- se refirió al golpe perpetrado contra Zelaya como una “sucesión forzada”, invistiendo de autoridad a los sectores inconstitucionales, mencionándolos como el “nuevo Gobierno”.
Al igual que en el caso de Paraguay y el de Venezuela, los sectores golpistas adoptaron como primera acción la intervención de la televisión pública, que fue inmediatamente cortada.
Bolivia, Brasil y algo de Argentina
Los procesos electorales de Bolivia y Brasil son dos casos particulares a tener en cuenta porque, por una parte, se corrobora nuevamente la hipótesis acerca del papel de los medios de comunicación frente a gobiernos populares en Latinoamérica: ambos han sido golpeados sistemáticamente por parte de los medios. Por otra parte, a través del éxito y el mantenimiento de los gobiernos se demuestra la falibilidad de los medios de comunicación para dirigir sin más la decisión de la ciudadanía.
Partimos del siguiente interrogante: ¿cómo hicieron Evo Morales y Luiz Inácio Lula da Silva, en su momento, para acceder al poder, si tenían todos los medios en contra? La respuesta es sencilla: organización social.
En Bolivia, el movimiento social que encabezaba Evo Morales contaba con la oposición, explícitamente racista en muchos casos, de los medios de comunicación. Sin embargo, y más allá de los medios de comunicación, el movimiento indígena contaba con una organización muy desarrollada que generaba canales de comunicación e interpretación alternativos a los de los medios.
El caso de Brasil responde a una lógica similar, aunque en buena medida esto también se corrobora en las elecciones de todos los países de centro izquierda de la región: por una parte, Lula tuvo que hacer ceder una buena parte de sus consignas históricas (hacia la derecha) ante los medios, moderando su discurso social y entablando diálogo con los empresarios. Sin embargo, como bien lo señala un trabajo de Yolanda Laycegui y Léa Souki: “el PT es un partido de cuadros que cuenta con una militancia política disciplinada y férrea”, del cual Lula habría obtenido una cuota importante –y necesaria- para ganar las elecciones.
Las recientes elecciones en la Argentina también responden a esta lógica. La presidenta Cristina Fernández gozaba de una enconada antipatía por parte de la mayoría de los medios de comunicación; sin embargo, se consolidó en el poder con el 54% de los votos. Mucho tuvo que ver el amplio debate social generado a partir del conflicto con las patronales agropecuarias, el inocultable –por parte de los medios- movimiento político que emergió luego del fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner, y –por qué no- el importante papel que han tenido en todo esto la televisión pública y la existencia de un pequeño programa que se comenzó a emitir durante las tardes por el canal estatal llamado “678”, que tuvo como principal tarea develar las estrategias discursivas del Grupo Clarín y gran parte de los medios privados.
La hipótesis es, en definitiva: a mayor organización social, menor poder de influencia de los medios (Argumedo). Una ecuación en la que la existencia de medios públicos representa un factor determinante en la disputa por la opinión pública entre Gobiernos y grupos mediáticos concentrados. Dicho esto: Ud., lector/a, ¿se imagina las potencialidades que se abrirían para la región –en términos políticos, culturales y antropológicos- con la aplicación efectiva de la Ley de Medios? Un panorama jamás transitado en la llamada “era de la comunicación”; la sociabilización de la expresión a casi 25 años del fracaso de la proclama imperial del “fin de la historia”.
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