Mendoza (no tan) pacata: albergó el amor de dos maestras de Sarmiento claves en la alfabetización provincial

Las estadounidenses Mary Olive Morse y Margaret Louise Collord arribaron a Mendoza a fines del siglo XIX por el proyecto educativo que impulsó Sarmiento para alfabetizar al país. Dirigieron veinte años la Escuela Normal, encararon un proyecto vitivinícola y compartieron 53 años. El amor entre dos mujeres existe y existió en nuestra provincia.

Mendoza (no tan) pacata: albergó el amor de dos maestras de Sarmiento claves en la alfabetización provincial

Margaret Collord (al medio) y Mary Morse (de lentes). Foto: nota de Gustavo Capone para Memo.com.ar

Sociedad

Unidiversidad

Julia López

Publicado el 11 DE SEPTIEMBRE DE 2025

Mary Olive Morse y Margaret Louise Collord fueron dos maestras estadounidenses que se afincaron en nuestra provincia a fines del siglo XIX, comprometidas con el proyecto de alfabetización de la Argentina. Se conocieron en un barco que partió del puerto de Nueva York hacia Sudamérica y, aunque su destino inicial no era el mismo —una iba rumbo a Mendoza, la otra, a Montevideo—, rápidamente lograron consolidar una vida juntas aquí como docentes, como emprendedoras vitivinícolas, como pareja. Son parte de las 61 mujeres que sostuvieron el proyecto pensado por Sarmiento, fundante de nuestra educación pública, gratuita y laica.

Nuestra identidad nacional realza la figura de Domingo Faustino Sarmiento como “padre del aula”, piedra fundante de la educación argentina, con todo el peso que eso tiene en nuestra idiosincrasia. Por su iniciativa, 61 maestras (y cuatro maestros) llegaron a la Argentina entre 1868 y 1898, convocadas por el gobierno para llevar adelante el nuevo proyecto educativo: fundar escuelas normales en todo el país, es decir, escuelas para formar docentes. Esto significaba establecerse no solo en la pampa húmeda o en Buenos Aires, sino en lugares realmente alejados de los centros urbanos y comerciales.

Fotografía del Archivo General de la Provincia de la primera Escuela Normal de Mendoza, donde trabajaron las maestras estadounidenses. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes

Sarmiento es un personaje polémico, criticable por algunas de sus posturas y sumamente ambiguo. Tenía algunas ideas muy progresistas para su época y otras diametralmente opuestas. Por un lado, creía que la educación debía ser igual para hombres y mujeres; por otro, dejaba afuera a los pueblos indígenas, a quienes ni siquiera consideraba dignos de ser educados. Sanjuanino, hijo de un arriero y una ama de casa, había padecido la falta de educación y había sido autodidacta, introduce Gustavo Capone, profesor de Historia egresado de la UNCUYO, en diálogo con Unidiversidad.

Como presidente llevó a cabo el Primer Censo Nacional y le prestó atención al dato de que más del 75 % de la población era analfabeta. Pero incluso antes de asumir la presidencia, la luz de su ingenio veía en la educación un móvil de ascenso social, una herramienta política poderosa; y en esas maestras, el agente de transformación de la sociedad. Cumplían con los requisitos de Sarmiento: eran mujeres solteras, atractivas, con experiencia docente, de buenas familias y moral irreprochable, explica la periodista y escritora Laura Ramos. Construyeron escuelas, estudiaron castellano, se integraron en las sociedades de lugares inhóspitos. En más de un aspecto escapaban al estereotipo de dama conservadora.

Capone explicó que, en su prédica, Sarmiento además buscaba mujeres que fueran valientes y de concepciones abiertas, porque tenían que empezar a alfabetizar, pero también enseñar educación física, música, artes plásticas. En el perfil de maestras que venían, con cierta raíz protestante, estas cuestiones eran mucho más flexibles para la época.

 

Mendoza, la (no tan) pacata

El planteo del proyecto era realmente federal, al punto de que Sarmiento se enojaba con las que no querían ir al “interior”. Fueron varias las maestras que pasaron por Mendoza. En 1878, Sarah Boyd construyó y fue la primera directora de la Escuela Normal. Ella volvió a Estados Unidos en 1880 y en 1889 regresó a Argentina, esta vez, en compañía de su sobrina Mary Olive Morse. La joven de 25 años, originaria del Estado de Maine, iba rumbo a Mendoza para asumir como vicedirectora de la Escuela Normal. En el barco también iba otra joven de su edad, Margaret Louise Collord, de Ohio, cuyo destino era Montevideo como misionera. Se conocieron a bordo y Mary invitó a Margaret, pero en el puerto de Paraná se separaron.

Dos años después se presentó la oportunidad tras liberarse el puesto de directora que asumió Mary Morse, que aprovechó para convocar a Margaret Collord como vice y ella lo aceptó. Las dos mujeres dirigieron la Escuela Normal —ubicada entonces en el viejo Avellaneda, donde hoy es la Galería Piazza— y hasta 1911, que se jubilaron, se encargaron de formar a una generación de docentes que, más tarde, fueron representantes de la “Escuela Nueva”, un proyecto original y alejado de la educación tradicional. La historiadora Elizabeth Lúquez Sánches la definió como un movimiento pedagógico-didáctico que sintetizaba el trabajo individual y colectivo y ponía como sujeto de la escena a los niños y las niñas.

Morse y Collord generaron una pedagogía del acercamiento y un sistema evaluativo alejado del represivo. Las escuelas normales en Mendoza —la de la Ciudad de Mendoza, la de San Rafael y la de Rivadavia— fueron pilares de la educación de profesionales en las primeras décadas del siglo XX. Porque aunque empezaron a aparecer oportunidades de estudio, la Universidad Nacional de Cuyo se fundó recién en 1939.

Y dos protagonistas, dos personajes clave en ese contexto, fueron Mary Morse y Margaret Collord. Lograron un trabajo mancomunado con Julio Leónidas Aguirre, director del Colegio Nacional Agustín Álvarez, que entonces era solo para varones. Todas las mañanas, estas dos maestras iban en sulky desde su casa en Chacras de Coria hasta la escuela.

“Lo que hacen estas mujeres es sacarle el monopolio del alfabeto al sector aristocrático —afirmó el profesor Gustavo Capone—. Las escuelas normales, que son la base de la universidad pública posteriormente, y sobre todo en Mendoza, lo que están haciendo es competirles a los sectores acomodados por el patrimonio de la educación”.

Estas dos mujeres, paralelamente, encararon un emprendimiento vitivinícola al que se dedicaron de lleno después de jubilarse en 1911. Eran verdaderamente liberales, afirmó Capone. Andaban a caballo, hacían gimnasia, vendían dulces, negociaban el precio de su vino, se peleaban con los políticos.

En Mendoza predominaba (y predomina) una cultura atravesada por el catolicismo apostólico romano, donde la inclusión e incluso la tolerancia eran pésimamente miradas, pero ellas se incorporaron y tuvieron mucha recepción. Probablemente, reflexionó Gustavo Capone, porque la sociedad mendocina es tradicionalista —“pacata, dicen”—, pero es pragmática. Eran una pareja de lesbianas que ocupaban lugares tradicionalmente masculinos, pero cumplían un rol clave en la educación y lo cumplían bien. Tampoco es la primera vez que el rol de las mujeres queda opacado, subestimado, maltratado, desconsiderado en la historiografía tradicional. “Me parece justo ponerlo en valor”, agregó el historiador.

“Y en su descanso eterno, no serán separadas” es la frase en la lápida de Morse y Collord. Foto: Unidiversidad

En la década de 1930, Mary y Margaret intentaron asentarse nuevamente en Estados Unidos, pero allá la sociedad no las recibió como acá. Sus familias no comprendieron su amor ni aceptaron la relación de pareja que en Mendoza podían tener libremente y decidieron volver. Compartieron 53 años de sus vidas y, de hecho, murieron las dos en 1945 y, como pidieron, están enterradas juntas en un sector británico del Cementerio de la Ciudad de Mendoza.

“Y en su descanso eterno, no serán separadas”, las recuerda el epitafio en su lápida.

Dejaron pensiones vitalicias para ancianas, becas para estudiantes y una contribución para la iglesia metodista de Mendoza. Laura Ramos relató que un sobrino de Mary quemó sus cartas y sus libros.

Sección británica del Cementerio de la Ciudad de Mendoza, donde están enterradas Mary Morse y Margaret Collord. Foto: Unidiversidad

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