Mis Años 90: más que un archivo, una máquina del tiempo

Con casi 300 mil seguidores, esta plataforma de melancolía –furor entre los que crecieron por aquella época– rescata programas, publicidades y "perlitas" gracias al trabajo de Diego Morales, un erudito y arqueólogo autodidacta de la TV argenta.

Mis Años 90: más que un archivo, una máquina del tiempo

La pasión de Diego está atrapada en cientos y cientos de casetes. Foto: Enrique García Medina / Télam

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Publicado el 20 DE JULIO DE 2023

Desde una publicidad de una PC Windows a doce cuotas de 95 pesos, hasta el día en el que la escenografía de Xuxa se prendió fuego, Mis años 90 es una página de Instagram surgida durante la pandemia. Con casi 300 mil seguidores, es un oasis de nostalgia millenial para quienes crecieron en la década de la pizza con champagne.

Esta plataforma de melancolía, que causa furor entre los +30, rescata clips icónicos (y otras joyitas olvidadas) de la televisión que parió a millones de argentinos y argentinas. Una generación nacida al calor de la hiperinflación y el 1 a 1 que llegaba de la escuela, revoleaba la mochila, se servía una chocolatada con cinco kilos de azúcar y se quedaba hipnotizada con Grande, pá, Dibu, Rincón de luz, Caramelito o Cebollitas, entre otros clásicos. Y que, en la noche, veía Todo x 2 pesos, PNP o un The Film Zone a escondidas, que fue la (precaria y cuestionable) ESI de esta camada. 

Bloopers para el recuerdo de Susana Giménez, los walkmans que se regalaban en Jugate conmigo”, el comercial del dudoso Reduce Fat Fast, el día que las Chiquititas se hicieron “Señoritas”, la canción de Verano del 98, la publicidad de Cabsha que protagonizó un ignoto Matías Martin en el 97, diálogos entrañables de Jorge Guinzburg y la publicidad del helado Sin Parar (¿a 12 mil australes!), son algunas de las piezas que desfilan en este museo televisivo. 

Quien está detrás de esta página viral es Diego Morales, un erudito y arqueólogo autodidacta de la TV argenta. Nacido en el año 92, es un archivista amateur y productor de televisión que, desde los diez años, cultiva metódico una infinita colección de clips televisivos. 

En su casa de Florencio Varela, donde tiene pilas monumentales de VHS y otras joyas históricas, (como la colección de la revista Rebelde Way del 2002), guarda al menos siete videocaseteras. Algunas andan mejor que otras y son las mismas que utilizó durante casi dos décadas para capturar para la posteridad sus programas favoritos, material que fue digitalizando a lo largo de los años y que, ahora, comparte con sus fans en Mis años 90.

La pasión de Diego está atrapada en cientos y cientos de casetes. Foto: Enrique García Medina / Télam

Diego, ¿Cómo empezó tu pasión archivista? 

A mi abuelo le gustaba mucho tener su propio archivo. Él compró las primeras videocaseteras en el 86. Siempre fue un trabajador de la Municipalidad de Florencio Varela y también bicicletero; no pertenecía al medio, pero amaba el cine argentino, las películas de Gardel y las de humor. Cuando yo tenía seis años, un día debía ir a la bicicletería y necesitaba que alguien le grabara un capítulo de Los tres chiflados, que pasaban en Canal 13. Me explicó cómo hacerlo: yo solo tenía que tocar REC ¡y listo! En ese momento descubrí que, si él podía grabar sus programas para verlos más tarde, yo podía hacer lo mismo. Entonces, empecé a usarle sus casetes para grabar Pókemon, Los Simpsons, Chiquititas… 

¿En qué momento te diste cuenta de que estabas creando un archivo?

Cuando tenía 11, 12 años; al darme cuenta de que había borrado, sin querer, cosas importantes. Entonces cada vez que podía, me ahorraba tres, cinco pesos, para comprar más videocasetes en el Blockbuster, que en ese momento se vendían por packs. Para mí, grabar era todo un acontecimiento, sabía que mi momento de ver algo puntual era limitado.

¿Qué fue lo primero que grabaste?

El estreno de una temporada de Rincón de Luz; estuve una semana grabándolo todos los días cuando volvía de la escuela. Yo sabía que eso, después, no lo iba a encontrar nunca más. Y esa fue mi premisa para ampliar mi archivo. Yo empecé a los 6, y 10 años después, ya tenía una colección enorme. 

¿Cuál es tu top de programas favoritos?

PNP está arriba de todo. Arrancó en el año 94 en ATC y fue el pionero en hacer humor con archivo. Es una cápsula del tiempo absoluta, los 90 están ahí. Otra cosa que me gusta ver son los institucionales de los canales, reconocer el laburo artístico que había ahí y toda la plata que se ponía. En ese material y en otros también, como Chiquititas, que formaron una estructura que competía internacionalmente. Hacían efectos 3D espectaculares, muchísima producción, y grababan en fílmico. Eso ahora no existe.

¿Qué lectura hacés de la TV de ahora?

Hace doce años que está muy golpeada por la crisis económica. Nadie se arriesga a hacer nada si no hay una venta asegurada afuera y se trabaja mucho con las plataformas, que son las únicas que están poniendo plata. La televisión de antes es algo que no creo que vuelva.

Tampoco en Argentina está esa cultura de valorar los archivos… 

¡Exacto! El archivo de Volver, por ejemplo, está celosamente guardado, y transmitir en las plataformas programas viejos es carísimo. Debería ser como en TVE, de España, o Antena 3, que tienen sus propias plataformas, donde se puede ver el programa que quieras completo, no importa que sea de hace 70 años. Nosotros, los archivistas amateurs, somos los que terminamos proveyendo ese material. Los canales tampoco tienen presupuesto para digitalizar contenido antiguo y, muchas veces, lo destruyen o lo pierden.

¿Cómo es la movida archivista en Argentina? 

Somos varios, tenemos un grupo de WhatsApp y nos conocimos en Facebook y YouTube. Nos mandamos capturas de lo que vamos digitalizando, de las videocaseteras que vamos encontrando, de los videos que hallamos en la calle. A veces, vemos tiradas bolsas con videos y muchos los rescatan, ¡y encuentran cada joya! Eso es una fortuna.

¿Cómo viviste el paso del VHS al DVD? 

¡Con mucha emoción! Me permitió mejorar la calidad y digitalizar todo mi archivo, además de ampliarlo. 

Videos políticamente incorrectos 

Alf y el dueño de casa. Foto: Enrique García Medina / Télam

Mis Años 90 no solo despierta curiosidad y nostalgia: también es un registro de una mirada sobre el mundo que marcó un paradigma social, donde la televisión jugaba un rol central, con programas de 60 puntos de rating. Una pantalla que definía y reforzaba, sin derecho a réplica, expectativas morales sexogénericas, prácticas machistas y todo un abanico de bullying en vivo. “Mirá a esa flaca, / no tiene nada, / mirá a ese gordo, ¡es un lechón!”, cantaban los Cebollitas en un videoclip que hoy sería impensable y que es uno de los más comentados de este perfil. 

Casi “sin querer queriendo”, como diría el Chavo del 8 (otro clásico noventero), Diego grabó tandas publicitarias enteras que son verdaderas gemas arqueológicas. Spots de campañas menemistas; Alfredo Casero recomendando una marca de cigarrillos; cereales ultraazucarados para niños que auguraban sus propiedades nutritivas; jingles icónicos de gaseosas; la promoción de las primeras computadoras que llegaron al país (con música de fondo futurista); y comerciales con un tinte machista escandaloso están alojados en Mis Años 90.

“Las tandas son lo que más disfruto ver”, revela Diego. “Tienen un valor social impresionante; permiten ver cómo era la vida en ese momento, cómo la gente se trataba de ‘usted’ en vez de ‘vos’, cómo se imaginaba el futuro y demás curiosidades inéditas", explica. 

“Recientemente estuve hablando con Matías Martin porque subí una publicidad suya donde promocionaba el ‘Cabshabón’. La gente no sabía si era él o no, pero finalmente Matías lo confirmó y me habló para preguntarme si tenía más comerciales suyos”, asegura Diego. “Haciendo memoria, también me di cuenta de que, en el 97, Matías fue invitado al programa de Caramelito, donde ambos comentaron sus comienzos como modelos publicitarios”, dice, haciendo gala de su conocimiento enciclopédico televisivo.

Las “Jodas de Videomatch, las azafatas de Sofovich, la llegada del Family Game, las bicis por 99 pesos, la publicidad del bebé de Pepsi y “la llama que llama”, el día del atentado a la AMIA, cuando Susana Giménez le perdió a un nene su lagartija en medio del set, Darín en un comercial de Tía Express y los juegos de 1, 2, tres ¡OUT!: estos clips y muchos más se encuentran para la posteridad en este archivo amateur de dimensiones virales, que, más que un archivo, es una máquina del tiempo que sale desde la atmósfera, se remonta a la estratósfera y aterriza en la melancolía de un pasado infantil analógico.

Fuente: Camila Alfie para Télam

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