Realidad virtual para "revivir" seres queridos: ¿ayuda al proceso de duelo o es una trampa emocional?
La experiencia de una madre surcoreana que "revivió" a su hija fallecida mediante realidad virtual abre el debate acerca de las implicancias éticas de esta tecnología. Tres especialistas de la UNCUYO en transhumanismo, psiquiatría y salud mental hablan sobre las consecuencias de aferrarse a esta experiencia virtual.
Si bien estas experiencias pueden ser una herramienta de duelo, también con ellas se difumina la línea entre la catarsis y la prolongación del dolor. Foto: Freepik
Un documental surcoreano reabrió el debate sobre la ética de utilizar la realidad virtual para interactuar con seres queridos fallecidos. La historia de una madre que pudo "abrazar" a su hija a través de esta tecnología (inteligencia artificial) conmueve, pero también genera interrogantes sobre sus efectos en la salud mental, las posibilidades de explotación emocional y comercial, y el impacto social y cultural de fusionar el mundo real con lo virtual.
Para un tema tan complejo, desde Unidiversidad dialogamos con tres especialistas de la UNCUYO en psiquiatría, salud mental y transhumanismo. Ellas son Gabriela Prats, psiquiatra, docente de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO; Laura María Vargas Roig, doctora en Medicina, investigadora del Conicet, docente de la UNCUYO; y Gabriela Caram, doctora en Filosofía y docente de la UNCUYO.
Las tres entrevistadas comparten la opinión de que utilizar la tecnología, como la realidad virtual, para traer de vuelta a una persona fallecida es una forma de negar o manipular la realidad, y un intento de romper el ciclo natural de la vida. Coinciden en que, desde una perspectiva médica y filosófica, manipular el duelo de una persona de esta manera no es ético, ya que puede prolongar el dolor y existe el riesgo de que la persona se aferre a la experiencia virtual y no pueda avanzar en su proceso de sanación.
“Desde la parte de salud mental, esta situación del duelo a través de la tecnología –y más precisamente, la realidad virtual y la inteligencia artificial– la veo como una forma de negar la realidad. Desde el punto de vista médico y desde una mirada humanística, uno no debería prolongar ni hacerle vivir una ficción a una persona sufriente por la pérdida de un ser querido, sino que debería aceptar su contexto, aunque a veces sea más doloroso”, sostiene Laura María Roig.
De igual forma, Gabriela Caram cree que la pérdida de un ser querido no tiene vuelta atrás, y, en este sentido, usar mecanismos tecnológicos para "regresar" a la vida a una persona es una forma de manipulación. “Ninguna persona fallecida puede volver a la vida, por lo cual estas acciones solamente pueden ‘intentar’ romper el ciclo natural de la vida, pero solamente pueden intentarlo, jamás lograrlo”, afirma.
No obstante, todas coinciden en que su respuesta es una apreciación personal y no marca el pensar de toda una sociedad. Es más, creen que lo que hoy puede ser algo atípico o cruel en algún momento podría ser catalogado como algo habitual y frecuente, ya que las costumbres cambian y se adaptan.
De izquierda a derecha: Gabriela Prats, Laura María Vargas Roig y Gabriela Caram. Foto: Unidiversidad
¿Puede la realidad virtual ser una herramienta útil para cerrar un duelo?
Las tres especialistas de la UNCUYO coinciden en que muchas de las personas que vieron el video por primera vez se sorprendieron. Si bien estas experiencias pueden ser una herramienta de duelo al permitir la expresión de emociones y el cierre de etapas, también difuminan la línea entre la catarsis y la prolongación del dolor.
“Desde mi punto de vista, debemos desmitificar cosas. Tenemos que trabajar y normalizar algunas cuestiones que la humanidad tiene y que hoy son un tabú; la muerte es una de ellas. Si me preguntan cómo podemos hacer para que no nos afecte tanto, mi respuesta es simple: tenemos que hablar de la muerte todo el tiempo y en todos lados, tenemos que hacer que se pueda hablar sobre la muerte y el duelo de una forma más activa y que pueda tomarse como una parte de la vida y no como el fin”, afirma la psiquiatra Gabriela Prats.
En este caso, Laura Vargas Roig entiende que la objeción de ciencia —que tiene que estar, en su opinión, antes que la objeción de conciencia— debe existir en primera instancia. "Por más que exista la posibilidad de generar que estos seres fallecidos ‘vuelvan’ a la vida, se debe formar un ámbito de respuesta entre el paciente y el profesional y así trabajar mancomunadamente para cerrar el duelo. Por más que la persona esté decidida a atravesar por sí misma este tipo de duelo, se debería plantear, desde el lado de la salud mental, un proceso de evaluación para así dirimir si esta vivencia es buena para la persona o no, si le afecta psicológicamente, etcétera”, explica.
Gabriela Prats, psiquiatra, docente de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNCUYO y jefa del Departamento Ambulatorio del Hospital El Sauce. Foto: Unidiversidad
Las tres especialistas advierten que la inmersión en la realidad virtual (en estos casos) podría dificultar la aceptación de la muerte y la elaboración del duelo. Para ello, es crucial contar con acompañamiento profesional, de modo de poder evitar la idealización del pasado o la dependencia de la tecnología para afrontar la pérdida.
“Las tecnologías desde hace un tiempo están entre nosotros, por ello asistimos a su generalización en todos los órdenes. Todo lo que debemos hacer es apuntar a educar acerca de las acciones que realizamos y las acciones que efectuamos respecto de estas tecnologías. Pienso que la tarea de la educación con respecto a esta novedad es precisamente enseñar el modo en que debemos convivir con las nuevas manifestaciones tecnológicas y mostrar sus alcances, sus límites y sus consecuencias”, describe la filósofa.
Además, Caram entiende que en la medida en que haya conciencia de estas distinciones y se promueva desde la educación esta comprensión se estará dando un paso más en la humanización.
Laura María Vargas Roig, doctora en Medicina, investigadora de Conicet, docente de la UNCUYO, directora de la Carrera de Maestría en Bioética de la FCM-UNCUYO. Foto: Unidiversidad
¿Qué tan ética resulta esta implementación?
Para las entrevistadas, la clave está en encontrar un equilibrio. En este caso, la realidad virtual no debe verse como una solución mágica ni como un sustituto del duelo natural.
“A mí me parece que cada uno de los crecimientos tecnológicos que ha tenido la humanidad –sobre todo, desde la llegada de la IA– no se ha planteado los límites necesarios. En este caso, esta implementación de la tecnología en el duelo no me parece ética”, expresa Prats, que es psiquiatra en el Hospital El Sauce y docente de la UNCUYO.
“Definitivamente el dilema radica en que ningún resultado va a ser el que uno espera. Para algunas personas, esta situación estará muy mal, y, para otras, será la puerta de entrada a un mundo totalmente nuevo, sobre todo, en lo que respecta al manejo del duelo propio. No obstante, se debe entender que cada uno decidirá sus propios riesgos. De hecho, puede pasar que lo hoy creemos que no es ético o no es correcto, dentro de 5, 10 o 20 años ya sea lo más común y una normalidad”, agrega la especialista.
Siguiendo esta línea de pensamiento, la médica y especialista en bioética Laura Vargas Roig cree que desde lo ético –sobre todo en lo relacionado con la salud mental– se busca el bien de la persona, aunque a veces no es lo que a la mayoría le gustaría que sucediera. “Está claro que no todo lo técnicamente posible es lícito éticamente. En el caso particular del duelo a través de la realidad virtual, se debería trabajar para hacerle entender a la persona que lo mejor es soltar y dejar ir a la persona fallecida”, explica.
De hecho, para Roig, lo mejor sería solicitar la opinión de algún comité ético y que sean los especialistas en salud mental, ética y bioética, transhumanismo, tecnología, etcétera, los que evalúen los límites a imponer en estos casos.
Por otra parte, Gabriela Caram entiende que los límites éticos deben ser establecidos a partir de una integral comprensión de lo que el ser humano es. Para ello, su respuesta se basa en los principios expuestos por un artículo del Dr. Massini Correas, que son los siguientes:
- Principio de respeto a la persona, por el cual se respeta al ser humano en todas sus dimensiones;
- Principio de respeto a la vida, que debe ser promovida y protegida, y aquí entraría también la protección de los estadios de la vida y su término;
- Principio terapéutico, que implica que lo referido a las intervenciones sobre los elementos constitutivos del cuerpo humano y su funcionamiento debe ser exclusivamente terapéutico;
- Principio de identidad, referido al respeto a la conservación y resguardo de la identidad integral de la persona.
Gabriela Caram, doctora en Filosofía y docente de la UNCUYO. Foto: Unidiversidad
Explotación emocional y comercial, un peligro real
El desarrollo de estas tecnologías abre la puerta a empresas que podrían lucrar con la vulnerabilidad de las personas en duelo. Para Gabriela Prats, es importante establecer límites éticos y marcos legales que protejan a usuarios y usuarias de prácticas abusivas. La transparencia en el desarrollo de estas tecnologías y la información clara sobre sus riesgos y beneficios son fundamentales.
“El único camino que encuentro para evitar esta explotación es orientar éticamente las decisiones de las organizaciones, que pueden obrar en muchos casos sin considerar estos principios básicos que hemos mencionado anteriormente. La ética debe estar presente en las empresas para que la vida de las personas, en todas las dimensiones en las que afectan, sea debidamente resguardada”, remarca Gabriela Caram.
Laura Vargas Roig cree que la sociedad tiene que ser consciente de que no va a haber unanimidad en muchos de los temas relacionados con la salud mental, el duelo, la tecnología y las ganancias que las empresas pretendan obtener con la utilización de estas plataformas interactivas. “Personalmente, considero que es necesario en algunas situaciones poner límites a las empresas tecnológicas, lo que no debería ser algo restrictivo. Si bien la autonomía es esencial, hasta el más acérrimo defensor de la autonomía sabe que el límite es la posibilidad de dañar a un tercero”.
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