¿Plantar más árboles es una estrategia eficiente contra el cambio climático?

Diversas investigaciones avalan esta teoría, siempre y cuando se reduzca la emisión de gases con efecto invernadero. Aunque la solución podría parecer inmediata, no es tan sencillo. ¿Realmente basta con la reforestación para reducir la crisis climática?

¿Plantar más árboles es una estrategia eficiente contra el cambio climático?

Foto Freepik

Medio Ambiente

Cambio climático

Unidiversidad

Emilio Murgo

Publicado el 14 DE OCTUBRE DE 2021

El cambio climático (o crisis climática) ya es un gran problema para la humanidad. Múltiples organizaciones políticas, económicas y gubernamentales se plantean a diario cómo menguar sus efectos. Una salida que se repite es que, según diversas investigaciones científicas, hay mucho espacio libre en el planeta para plantar árboles. Esto significa cultivar una enorme cantidad de árboles para que estos puedan atrapar y almacenar dióxido de carbono y que el calentamiento del planeta no supere el objetivo del Acuerdo de París. Ahora bien, ¿alcanza con la reforestación? Buscamos la palabra de especialistas.

Para mejorar estas condiciones, los árboles actúan contra el calentamiento global, ya que absorben del aire CO₂, gas con propiedades de efecto invernadero, pero brindan también otros importantes servicios ambientales: proveen alimento y refugio para insectos y aves, recuperan parte del paisaje originario, evitan la erosión del viento y del agua y purifican el aire en las ciudades, entre otras utilidades.

“Las plantaciones de árboles sí van a mejorar la situación climática, pero tienen que ser muy importantes. Se habla ahora de lograr balances netos e iguales a cero entre emisiones y captaciones, es decir, equilibrar los gases de CO₂ con la captación de dióxido de carbono por parte de los nuevos árboles”, declaró a Unidiversidad Mariano Cony, ingeniero agrónomo e investigador del Conicet.

Todavía nuestra sociedad no está preparada y no valora los beneficios ambientales, sobre todo, desde un punto de vista económico. De esta manera, una persona debería pensar cuánto está dispuesto a pagar por un metro cúbico de aire puro, o cuánto se está dispuesto a pagar por una tonelada de suelo que no se erosione. Todas estas preguntas al día de hoy se siguen haciendo, pero se debe afrontar la realidad de que una gran parte de la sociedad, por el momento, no está pensando en esta problemática", aseguró el investigador.

En la misma sintonía, Claudia Martínez, ingeniera agrónoma, doctora en Biología e investigadora adjunta en el Inahe-Conicet, enfatizó en la reforestación como una medida de mitigación contra el cambio climático.

“En términos generales, cuando nosotros hablamos de cambio climático, toda reforestación es una medida de mitigación para los riesgos que impone esta crisis global. Ahora bien, una cosa es la reforestación en el secano o el impulso que se les puede dar a los bosques nativos para fortalecerlos, y otra situación muy distinta tiene que ver con la reforestación en contextos urbanos”.

Conciencia mendocina y cuidado ambiental

Cuando ponemos el foco en el cambio climático, toda reforestación a nivel urbano es muy importante, sobre todo para los oasis de la provincia. Al día de hoy, la balanza entre el equilibrio de las emisiones CO₂ y la reforestación a nivel mundial es muy mala. Pero ¿qué sucede con nuestra provincia?

“A nivel global, estamos muy atrasados en reforestación y estamos muy atrasados en bajar la emisión. Ahora bien, si hablamos de nuestra provincia en particular, siempre se ha caracterizado por ser una sociedad preocupada por el medio ambiente. Nos falta mucho por hacer, pero hay una conciencia creciente por el cuidado de los árboles y el medio ambiente”, destacó Mariano Cony.

“De esta forma, observamos que es muy importante para la provincia, además de la reforestación, hacer una correcta selección de las especies a plantar, ver cómo se adaptan estas al ambiente construido (el ancho de las calles, de las veredas, a la altura de las edificaciones) y, por supuesto, a la existencia de un sistema de riego acorde”, agregó Claudia Martínez.

En cuanto metas a futuro para Mendoza, la coordinadora del Unicipio, Graciela Marty, afirmó: “Tenemos como meta a futuro reforestar con 25 mil árboles por año en la zona del Unicipio. Eso todavía no está presupuestado, pero es algo que pretendemos a corto plazo, ya que la provincia necesita de muchos árboles nuevos”. “Actualmente, calculamos que hay entre 500 mil y un millón de árboles en el Área Metropolitana. También hemos censado la cantidad de forestales muertos para luego reemplazarlos. En este sentido, el Censo del Arbolado Público brindará con un mínimo margen de error el estado del arbolado mendocino. En un futuro, pretendemos saber con el censo cuánto oxígeno consume cada especie y cuánto anhídrido de carbono consume esta especie”, sostuvo Marty.

¿Por qué los árboles y el cambio climático tienen su punto de conexión?

Según un estudio de la revista Science, nuestro planeta tiene 1700 millones de hectáreas sin árboles que podrán utilizarse para albergar 1,2 billones de árboles nativos de cada zona. Esta tarea se basa en análisis elaborados por diversos investigadores que estudiaron 80 mil imágenes de satélite de Google Earth y combinaron los resultados con factores como la topografía y el clima para descubrir qué áreas se podrían utilizar para plantar árboles.

Además, según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), si el mundo quisiera limitar el aumento a 1,5 °C para 2050, necesitaría plantar un millón de hectáreas adicionales de árboles. “El panel intergubernamental para el cambio climático y los organismos multilaterales de Naciones Unidas coinciden en que, para mejorar la situación climática y evitar el aumento de temperatura en 2 °C por encima de las valores normales –entre los períodos del 2030 y 2050–, no basta con disminuir la emisión de gases de efecto invernadero sino que se requiere llevar adelante programas y soluciones basadas en naturaleza, dentro de las cuales la restauración y la reforestación son una cuestión vital para la prevención de este fenómeno mundial”, afirmó Cony.

Proyecto de reforestación en el secano de Lavalle

El proyecto empleado por el grupo de investigación de Mariano Cony en el norte de Lavalle trata de restaurar un bosque abierto de algarrobo (algarrobo dulce), que crece en zonas áridas. Este bosque se ha ido degradando por varias causas, la mayoría de ellas relacionadas con el ser humano.

“Durante nuestro trabajo en el secano lavallino, nos hemos encontrado con volúmenes de agua cien veces inferiores a los que se utilizan por hectárea en un viñedo, aunque logramos, a través del proyecto, porcentajes de supervivencia de los árboles en el 75 %”, señaló Cony.

“Los esfuerzos realizados son reforestar las zonas áridas, manejar mejor el arbolado público y, sobre todo, trabajar por el reemplazo de los jardines tradicionales –césped inglés– por plantas que consuman poca agua, y así generar un paisaje más autóctono y sostenible”, continuó el ingeniero agrónomo.

Mantenimiento y reforestación en los oasis mendocinos

Cuando nos centramos en Mendoza –en cualquiera de los tres oasis que componen la provincia–, se encuentran condicionantes y particularidades que se relacionan con la convivencia del árbol con el contexto construido y la edificación. En este contexto, el grupo de investigación guiado por la investigadora Claudia Martínez trabaja en el mantenimiento y la reforestación .

“En cuanto a las especies a plantar, Mendoza se encuentra con un abanico reducido. De esta manera, casi el 70 % de las especies con las que cuenta la provincia se agrupan en tres: la morera, el fresno y el plátano. Estas son especies no nativas, introducidas desde otras latitudes, pero que se han adaptado muy bien a los factores de estrés que impone la ciudad”, indicó Claudia Martínez.

“En general, desde las campañas de monitoreo que realizamos desde el Instituto de Ambiente, Hábitat y Energía (Inahe), observamos tres factores muy importantes que están ocasionando cierto nivel de estrés en el arbolado urbano: el primero se relaciona con el recurso hídrico; el segundo, con un aumento de los patrones térmicos y, por último, se agudizan los niveles de contaminación, tanto en el aire como en el suelo”, finalizó la investigadora del Conicet.

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