Relatos del Exilio

Osvaldo Bayer visitó nuevamente la provincia con una obra retrospectiva y significativa. Habló acerca del exilio y la dictadura al compás de dulces melodías. Una mezcla de dolor y belleza interpeló a un público al que le resultó imposible mantenerse indiferente.

Relatos del Exilio

Osvaldo Bayer en el teatro Universidad

Sociedad

Unidiversidad

Rodrigo Farías

Publicado el 24 DE MAYO DE 2013

Resulta un verdadero orgullo que la Universidad Nacional de Cuyo auspicie por segundo año consecutivo la visita de Osvaldo Bayer a la provincia, lo cual implica que no se habla en este caso de un hecho aislado sino de una política pública y una concepción institucional que valora el debate y la memoria. Esta vez, correspondió al flamante Instituto de Derechos Humanos de la UNCuyo la responsabilidad de la organización del encuentro “Exilio”, donde Bayer, acompañado de un exquisito popurrí musical, sobrevuela memorias y anécdotas de su paso por la extradición.

Exilio tuvo lugar en el Teatro Universidad el miércoles 22 de mayo. El evento contó con el auspicio de la Secretaría de Bienestar y la Secretaría de Extensión de la UNCuyo. Como preludio a la presentación del historiador y escritor, se realizó una breve presentación en la que participaron el rector de la UNCuyo, Arturo Somoza y el flamante vicerrector elegido dos días antes por la Asamblea Universitaria, José Rodríguez. También estuvieron presentes el  secretario general del Instituto de DDHH de la UNCuyo, Pablo Garciarena y  los secretarios de bienestar y extensión, Belén Álvarez y Fabio Erreguerena respectivamente.

Allí el Rector agradeció la presencia de Osvaldo Bayer y rescató su coherencia en la lucha por los derechos y contra la injusticia, en tanto valor y modelo para las nuevas generaciones. Por su parte, Pablo Garciarena aprovechó la oportunidad para expresar la solidaridad de la Universidad con Bayer por el juicio que está sufriendo su persona por parte de los nietos del economista de la dictadura José Alfredo Martínez de Hoz. Para finalizar, Bayer recibió un presente por parte de estudiantes del CENS del Algarrobal que lleva su nombre, ante lo cual el autor expresó un emotivo agradecimiento.

Retrospectiva del éxodo

 “Sí, la llegada a Alemania. El regreso a los ancestros. En los huesos todavía el frío metálico que había comenzado a metérseme cuando, desde el asiento trasero del automóvil de la Embajada Alemana en Buenos Aires, divisé la primera barrera militar antes de llegar al aeropuerto. Un Sepp Payr, herrero, que partió con herramientas a conquistar las pampas en aquellos veleros que tardaban sesenta días en cruzar el Atlántico, es devuelto exiliado, en avión, con el nombre de Osvaldo Bayer, su nieto. El campesino tirolés que fue a plantar nueces y a herrar caballos llenos de ilusiones y de futuro, regresa cien años después, desesperanzado, sin herramientas. El azul se ha convertido en gris. El emigrado económico del siglo pasado regresa como emigrado político”.

El párrafo anterior tiene como autor al historiador, escritor y periodista Osvaldo Bayer. Este relato es parte de algunas de las memorias de uno de los tantos argentinos que sufrió el exilio durante la década del setenta, invirtiendo de alguna manera el proceso migratorio que pobló el país a finales del siglo XIX. Los relatos de Osvaldo Bayer conforman un entramado que se exterioriza en una obra –de difícil categorización– que tiene como título “Exilio”, en la que se conjugan las reflexiones y anécdotas del autor de Los Anarquistas Expropiadores con una intervención musical casi quirúrgica, interpretada por dos artistas de talla: Blas Rivera y Damián Torres.

De esta forma, se conjugan el imaginario intelectual y el musical en una obra abundante, reflexiva, nostálgica, compuesta por el despliegue melancólico de temas (piezas) de Ástor Piazzola, formuladas a través de un saxo, un bandoneón y un piano.  Asimismo, Rivera y Torres presentan composiciones propias. Ejecutan con solvencia un conjunto de temas compuestos por Rivera, quien se desempeña con liquidez tanto en el saxo como en el piano, y que han sido formulados en base a un eclecticismo propio de alguien que también viajó por distintas partes del mundo y tomó de cada lugar  “algo” que se refleja en cada obra.

Exilio, para Bayer, es como un camino de vuelta, es una forma de sublimar de alguna manera  la indignación por  haber sido echado de un país por el que luchó durante toda su vida. Sus intervenciones están compuestas por un anecdotario que ha sido sustraído de una porción de la historia. Bayer, quizá junto con Juan Gelman, son la presencia viva de toda una generación de intelectuales que integraron un arco de debate comprometido con las luchas políticas y sociales de la Argentina del siglo XX.

El autor de La Patagonia rebelde, de esta forma, es parte de una especia de árbol genealógico comprendido por nombres como Osvaldo Soriano, Julio Cortázar, David Viñas, Arturo Jauretche, Rodolfo Walsh, Abelardo Ramos, entre tantos otros figurones que han participado de una u otra manera, sea artística o científica, del llamado “pensamiento nacional”, o mejor dicho del pensamiento que versa –críticamente– acerca de lo “nacional”.

El recorrido

Frente a un teatro repleto, Bayer realizó un repaso sobre aspectos de su historia personal pero que, sin dudas, interpelan a todas la sociedad. De una vieja valija fue sacando una serie de objetos y, uno por uno, fue contando cuál era la historia detrás de cada suvenir al público. De esta forma fue recorriendo distintos momentos de esa historia argentina salpicada de tragedias, censuras y proscripciones, de la cual él también fue una víctima.

Por ejemplo, en un momento determinado extrajo una camiseta de San Lorenzo de Almagro que le fue regalada por Osvaldo Soriano cuando ambos estaban exiliados en Alemania, y contó cómo se produjo una discusión que tuvieron, vinculada al futbol y a la religión. Soriano se estaba quedando en su casa y de tanto en tanto le solicitaba el teléfono para conocer cómo iba el resultado de un partido de San Lorenzo. Ante esto, Bayer lo interpela y le pregunta cómo podía ser hincha de un equipo cuyo nombre estaba inspirado en la figura de un cura (San Lorenzo de Almagro), ante lo cual Soriano se vio bastante ofendido. Al día siguiente, Soriano devolvió el gesto, e increpó a Bayer preguntándole “cómo podía ser hincha de un equipo que tiene el nombre de `ese artefacto que usan las viejas para rezar” (Bayer es hincha de Rosario Central).

Otro de los recuerdos de Bayer era una bandera de los pueblos originarios. “Qué crimen cometimos los argentinos con los pueblos originarios. [Julio Argentino] Roca  es un genocida, lo podemos demostrar con todos sus comunicados en el Archivo General de la Nación”, dijo. “También tuvo a su predecesor en Bernardino Rivadavia” explicó, y contó cómo el primer presidente argentino contrató al militar alemán Federico Rauch para exterminar a los indios ranqueles, quien –según indicó el intelectual– en su primer comunicado redactó: “Hoy para ahorrar balas hemos degollado a 27 indios ranqueles”. Sin embargo, explicó Bayer, se hizo justicia cuando este militar fue muerto a manos del jefe ranquel  Nicasio Maciel, “de tan solo 18 años”, apodado “Arbolito”, en el marco de la batalla de las Viscacheras en 1829.

Emotiva intervención

Un punto para destacar fue la intervención, en un momento de la presentación, de uno de los miembros de la comisión directiva del Instituto de DDHH de la UNCuyo, Marcelo Stern, quien en su momento militó en la agrupación Montoneros y se vio obligado a huir del país durante la última dictadura.

En este impase, Stern relató a la audiencia algunas de las experiencias que vivió durante la década del setenta: habló acerca de cómo fue su partida y lo que significó estar exiliado en Suecia, las acciones que se intentaron llevar a cabo junto a otros argentinos en el exterior para denunciar los crímenes de la dictadura.  “No puede medirse lo que se vivió afuera. Quizá lo que siento es como si hubiera una gran laguna durante todo ese tiempo, y sentir que se están haciendo las cosas con quince años de atraso, pero por suerte se están haciendo”, relató.

Lo que queda

Se puede decir que esta visita de Bayer dejó a una multitud inspirada. Todos los presentes se mantuvieron de pie aplaudiendo durante más de cinco minutos a Bayer y los artistas que lo acompañaban mientras realizaban los últimos gestos que preparaban su retirada. Exilio demostró una vez más cuán imprescindible es para una sociedad regresar sobre sus pasos, participar en un ejercicio retrospectivo colectivo, mantener la memoria viva.

Por todo esto, estar en presencia de este bronce de la historia intelectual, política y social del país, escuchar sus experiencias y recuerdos, emocionarse con ellos, ha sido un obsequio grato y también un signo de un presente comprometido con el conocimiento del pasado. Un presente en el cual el maestro Bayer ha tenido mucho que ver.

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