Existe en Mendoza un proyecto de investigación que busca incrementar el conocimiento sobre el funcionamiento de áreas boscosas y plantear estrategias de manejo y recuperación.
Según cuentan, hay un árbol al que los quechuas
no le pusieron nombre y sólo lo llamaron “el árbol”. Esto se debe a que todo lo
que un árbol puede dar, este lo tiene: un fruto dulce y muy
alimenticio, la algarroba, del que se hace aloja, añapa, patay, y hasta una suerte de
café con la semilla tostada. Un tronco
rugoso y sin espinas, que no solo es madera de la mejor, sino también corteza
con colorantes y con tanino, que sirve para curtir cueros y colorantes; y un
follaje que regala su sombra en cualquier momento del año.
Sí, el algarrobo, una de las principales
fuentes de subsistencia para los habitantes de las zonas áridas, es un árbol
ancestral, sagrado –desde algunas cosmovisiones– y que aporta muchos
beneficios, gracias a sus múltiples cualidades, como alimento, forraje, abono,
madera, medicina y materia prima para el desarrollo de diversas actividades
económico-productivas.
El proyecto de investigación “Efecto de los disturbios
sobre funciones ecosistémicas en el Monte Central: implicancias para el uso
sustentable del bosque de Prosopis flexuosa (algarrobo) del Monte” está dirigido por el Dr.
Pablo Villagra, co-dirigido por el Dr. Juan Álvarez y es financiado por la
Secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado (SeCTyP)busca incrementar el conocimiento sobre el
funcionamiento de estas áreas boscosas y plantear estrategias de manejo y
recuperación de estos espacios.
Concretamente, ¿de qué se trata
la investigación que están llevando a cabo?
Como sabemos, más de la mitad del territorio argentino
se encuentra dentro de ambientes áridos y semiáridos. En estos sistemas áridos,
el algarrobo (Prosopis flexuosa)
forma bosques donde existe disponibilidad extra de agua, principalmente por la
presencia en el subsuelo de una napa de agua freática accesible.
Los objetivos a largo plazo de nuestra investigación
son la conservación y manejo de estos bosques.
Con estos objetivos en el horizonte, hemos ido
abordando diferentes aspectos. Comenzamos con la ecología básica, es decir, la
descripción de la distribución y estructura del bosque, y estudiamos aspectos de
su funcionamiento ecosistémico relacionado con el ciclo del agua, los
nutrientes y la productividad. Para esto, realizamos diversas mediciones y
experimentos.
Pusimos sensores para estudiar dónde está y
cómo se mueve el agua en el ecosistema, como los freatímetros, medidores que
permiten seguir los cambios de nivel de la freática –que es el agua
subterránea–. Estos cambios se relacionan con el agua que utilizan los árboles
durante el verano. También realizamos mediciones de aspectos fisiológicos de
los árboles, a través de sensores, para saber cómo están hídrica y
nutricionalmente.
Otro de los aspectos que estudiamos está
relacionado con la silvicultura (del latín: selva, bosque, y cultura,
cultivo) a través experimentos de poda y de extracción de leña.
¿En qué
consistieron estos experimentos?
El algarrobo tiene la particularidad de tener
muchos fustes, es decir, no tiene un solo tronco grande, sino tiene varios fustes principales. Una
posibilidad de hacer un manejo de esa manera es podar, extrayendo alguno/s de
estos fustes (que es lo que hace la gente en el desierto para poder construir
sus casas). Nosotros, tratando de imitar el manejo que estos pobladores hacen
desde mucho tiempo atrás, hicimos extracción de estos fustes dejando uno solo, para ver qué efectos tenía
esta poda en el crecimiento del tronco remanente.
Lo que vimos, después de casi siete años desde
que empezamos el experimento, fue que la planta invirtió su impulso de energía
en recuperar rápidamente la copa y, en consecuencia, su capacidad
fotosintética. Una vez recuperada, observamos que comienza a incrementar la
producción de madera. Esto sugiere que es posible la utilización de postes y
leña a través de la poda de formación, optimizando forma y producción. La idea a futuro es comparar estos estudios
con plantas que no estén en el monte nativo sino en plantaciones.
¿Qué zonas abarcan con este
estudio?
Abordamos todos los bosques de monte, sobre
todo en Mendoza pero también en San Juan, La Rioja y Catamarca. Toda la zona árida
del oeste argentino que se incluye en la provincia biogeográfica del
Monte, donde llueve menos de 350 milímetros anuales.
Actualmente, estamos analizando el efecto de
los puestos en los que habitan las familias del desierto (donde puede haber
crianza de ganado y extracción de madera) y las comparamos con las superficies deshabitadas. En
este sentido, nos interesa ver cómo el hombre está usando ese lugar y cómo es
la relación entre el bosque y el hombre. Tomamos los puestos como una unidad
experimental, porque alrededor de ellos hay un gradiente concéntrico de impacto
que nos permite analizar cuál sería un
nivel de uso aceptable, que a la vez le
sirva al desarrollo del hombre.
Entonces.
¿ustedes están de acuerdo con el uso de estos recursos por el hombre?
Sí, siempre hemos trabajado teniendo en cuenta
que hay que hacer un uso de los recursos. Para nosotros, la conservación está
atada a la utilización de los recursos en forma sustentable. Nosotros
intentamos darle herramientas a los habitantes del bosque para que puedan
usarlo pero, a su vez, poder conservarlo para las generaciones futuras.
¿Cómo
están estudiando este impacto?
Nosotros usamos métodos de medición de
vegetación y de poblaciones de árboles. Establecemos parcelas y medimos
diámetro y altura de los mismos. Con esta información podemos estimar cuánta
madera hay y cuál es la densidad de los árboles.
También, a través de estudios
dendrocronológicos –que es el estudio de los anillos de crecimiento de los
árboles– podemos saber cuánto producen por año cada árbol y todo el bosque.
A partir de estos datos, hay herramientas para
estimar tasas de productividad que se relacionan con la cantidad de madera que
podría usar un poblador en cada sitio de bosque para que sea sustentable su
uso, es decir, para mantener el bosque a perpetuidad.
También estamos trabajando con otros grupos de
la Facultad de Ciencias Agrarias y otras facultades, dentro de los Programas
de Investigación y Desarrollo de la SeCTyP. En este programa, se trata
de complementar en forma interdisciplinaria esta problemática y abordarla desde
una perspectiva más social.
¿Cómo
es la situación de los bosques de algarrobo actualmente?
Hoy está prohibido el uso de la leña en la
zona, por una cuestión de conservación y porque se estaba degradando el
recurso. Sin embargo, nuestra idea es que se puede y se debe usar el recurso
porque es importante para los pobladores, pero de una forma sustentable. Es
decir, usarlo a una tasa menor o
igual a la que se produce el recurso, pero
nunca mayor.
En este sentido, los últimos dos proyectos que
ha financiado la SeCTyP han estado vinculados al estudio de cómo la extracción
de madera afecta a la polinización de los algarrobos y cómo afecta a su
reproducción y crecimiento.
¿Cómo
es esto de la polinización?
Muchos de los insectos que polinizan estos
árboles viven en la madera muerta que está en el suelo o en los mismos
algarrobos. Si la gente hace una utilización de ese recurso es posible que haya
una pérdida de nido para estos insectos.
Los objetivos de los últimos proyectos han
estado orientados a estudiar qué pasa con la floración, si hay polinización y,
por ende, analizar qué pasa con la regeneración del bosque a partir de la
extracción de madera.
Nosotros pensamos que la utilización excesiva
de la madera muerta podría promover una menor polinización y, por lo tanto, una
menor producción de frutos y una menor reproducción del árbol.
Las nuevas investigaciones están
orientadas también a analizar qué pasa con las otras plantas leñosas, como el retamo,
por la extracción de madera. Así, siguiendo una misma línea de investigación,
cada vez aparecen nuevas preguntas que vamos abordando con el resto del equipo.