Si te pega, no te quiere: hace 34 años, Carlos Monzón asesinó a Alicia Muñiz

El 14 de febrero de 1988, el boxeador asesinó a su pareja. En ese momento, el hecho se entendió como crimen pasional y se relativizó. Hoy, tras un largo recorrido, la violencia de género no se naturaliza: un femicidio no se comete por amor.

Si te pega, no te quiere: hace 34 años, Carlos Monzón asesinó a Alicia Muñiz

Monzón y Muñiz. Collage con fotos de Infoveloz e Infobae

Sociedad

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Julia López

Publicado el 14 DE FEBRERO DE 2022

El primer hecho de violencia de género que tomó relevancia pública en Argentina sucedió el 14 de febrero de 1988. Luego de casi diez años de relación, Carlos Monzón estranguló y arrojó por un balcón a su pareja, la modelo uruguaya Alicia Muñiz. En su momento, el suceso fue abordado periodísticamente como un “confuso episodio” ocurrido tras una “riña”, e incluso se responsabilizó a la víctima por su asesinato. Hoy, la conciencia social y la cobertura mediática dan cuenta del cambio: lo que antes se naturalizaba hoy se denuncia.

Monzón nació en 1942 en la provincia de Santa Fe y trabajó desde muy chico. En paralelo, comenzó su entrenamiento, y en 1963 debutó como boxeador profesional. A sus 28 años, se consagró campeón mundial en la categoría de peso mediano. Fue aclamado por toda la sociedad argentina.

En paralelo, desarrolló su vida de pareja, mucho antes de conocer a Muñiz. Entre 1958 y 1961 estuvo con Zulma Encarnación Torres y tuvieron un hijo. Luego se casó con Mercedes Beatriz "Pelusa" García, con quien tuvo otros tres hijos y de quien se divorció en 1974. Tenían una relación cargada de violencia. Además, Monzón mantuvo una relación con Susana Giménez por cuatro años. La conoció en la película La Mary, que lo hizo triunfar en el mundo del espectáculo.

Carlos Monzón y Susana Giménez. Foto: Filonews

El boxeador concluyó su carrera deportiva en 1977; comenzó entonces una vida de fiestas y lujos que derivó en el alcoholismo. Con la reconocida vedette y actriz, también reprodujo sus agresiones: Susana llegó a decir que Carlos solo le pegaba cuando tomaba alcohol, pero –por su adicción– esas palabras no aliviaban la situación.

En 1981, se conocieron Alicia Muñiz y Carlos Monzón, y tuvieron un hijo al que llamaron Maximiliano. El deportista quiso, desde un principio, controlar a la modelo y la presionaba insistentemente para que dejara su carrera. Además, la golpeaba, y ella realizó múltiples denuncias que no prosperaron. Se separaron múltiples veces, pero siempre volvían a reunirse.

Para el verano de 1988, se alojaron en la casa que el actor Adrián “Facha” Martel alquilaba en el barrio marplatense La Florida. El 14 de febrero a la madrugada, luego de eventos y reuniones sociales del día anterior, volvieron a la vivienda, tuvieron una discusión, y Monzón asesinó a Muñiz. Él elaboró una coartada para evitar que lo acusaran –dijo que, en medio de una pelea, habían caído por el balcón–, pero la autopsia lo delató.

Alicia fue estrangulada y posteriormente arrojada por el balcón. Carlos se tiró atrás de ella y se fracturó por la caída. Sin embargo, el cuerpo médico que la examinó determinó la muerte por asfixia de la modelo que, además, tenía marcados en su cuello los dedos del boxeador.

Sin embargo, la cobertura periodística de aquel momento no refirió el hecho como de violencia de género –ni tenía las herramientas para hacerlo–. Los medios reprodujeron la versión del asesino de que murió al caer y hasta la responsabilizaron por su asesinato. Hablaron de “pelea con final trágico”, “confuso episodio”, “apareció muerta”, “crimen pasional”, “final anunciado para una historia de amor tormentosa”. 

Un cartonero llamado Rafael Báez apareció en los medios y dijo haber visto toda la secuencia. Relató la agresión, el asesinato, el salto desde el balcón. Sin embargo, las instituciones, la sociedad y la prensa protegían al boxeador. Ante la jueza Alicia Ramos Fondeville, Monzón quiso quitarse responsabilidad mediante la naturalización de la violencia: “Siempre les pegué a todas mis mujeres y nunca les pasó nada”. 

Por el asesinato, Carlos Monzón fue condenado en 1989 a 11 años de prisión. Todavía no existía el agravante por violencia de género –lo que conocemos como “femicidio”–, pero la justicia ni siquiera consideró el agravante por el vínculo porque no se habían casado. Cuando había cumplido la mitad de la pena, comenzó a tener salidas transitorias. En una de esas ocasiones, el 8 de enero de 1995, volcó en su auto y se murió. 

Portada diario Clarín

Nunca perdió la adoración popular. Los medios de comunicación –y la sociedad– nunca hablaron de Monzón como femicida, sino que siguió siendo el aclamado boxeador, indiscutible ídolo popular.

Hoy sabemos que las mujeres no “aparecen muertas”, sino que son asesinadas por varones que, en una sociedad desigual, reproducen su posición de poder mediante la violencia. Lo doméstico ya no es una excusa para justificar la violencia. Las víctimas de femicidio son víctimas de un varón, claro, pero al mismo tiempo, del poder patriarcal y del Estado que no garantiza la vida y la seguridad de la mitad de la población.

Queda mucho por deconstruir, pero los medios –casi– ya no hablan de crímenes pasionales, al menos, no sin un rechazo social. Con dificultades, las agresiones por violencia machista quedan al descubierto, las excusas son desarticuladas y los femicidios se visibilizan como tales.

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