Superar dialécticamente la lógica binaria “K – anti K”

Carmelo Cortese, sociólogo, docente e investigador de la UNCuyo, mantiene vivo el debate en torno a la marcha del pasado jueves 13 de septiembre. 

Superar dialécticamente la lógica binaria "K – anti K"

Cortese se expresa en contra de una concepción dual de la realidad. Foto web.

Sociedad

Unidiversidad

Carmelo Cortese

Publicado el 25 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Una lógica binaria, de dilemas excluyentes, no es lo mismo que pensar dialécticamente. La sociedad  capitalista en especial, está surcada por contradicciones de clase. Sin embargo no todas tienen la misma categoría. La dialéctica busca descubrir la contradicción principal que mantiene a nuestro país dependiente de grandes potencias, y a las grandes mayorías explotadas y subordinadas.  

La lógica binaria piensa hoy al país en términos “K-antiK”. Es fácil y sencillo para Clarín y para 678, para Lanata y para Víctor Hugo, para Cristina y para Mauricio. “La maldita clase media egoísta y de intenciones golpistas” ó “la noble clase media que reclama libertad”, son construcciones ideológicas artificiales que desplazan las verdaderas contradicciones. La antinomia simplista resulta mutuamente beneficiosa, ocultando coincidencias asombrosas y profundos dramas irresueltos. Es falsa, pero eficaz y peligrosa en términos políticos. Puede llevar a puntos sin retorno que favorecen a los verdaderos dueños del país. Esos que no nombran ni en TN ni en la televisión pública.  

En las manifestaciones del jueves 13 casi todos vieron solo la parte que quisieron ver. La marcha fue heterogénea en términos de composición social y en términos de identificación política e ideológica. Aunque sobrevolaba una difusa “ideología de clase media reaccionaria”, cualquier sociólogo sabe que esa es una expresión muy  vaga y abstracta. Porque ¿qué es la clase media hoy en Argentina? ¿No incluye acaso a los asalariados (obreros y empleados) de ingresos medios y altos? ¿Y a los cuentapropistas, sean jardineros de barrio ó profesionales adinerados? ¿Y al empresariado nacional que la actual política económica propone fortalecer? 

Y la siguiente pregunta es ¿en qué clase social ubicamos a los políticos, funcionarios e intelectuales defensores del modelo nacional y popular? ¿Acaso los nuevos propietarios de miles de hectáreas, de inmuebles en Puerto Madero ó tenedores de activos financieros en millones de dólares, son proletarios ó campesinos pobres?   

Si la división de la Argentina es entre ricos que protestan y pobres que defienden el modelo: ¿Dónde ubicar a los dueños de Barrick, Monsanto, Cargill, Grobocopatel, Volkswagen? ¿Y a los trabajadores cuyo promedio salarial es de $3.000 mensuales? La estructura social es compleja, y no hay correspondencia ideológico-política lineal con las posiciones en esa estructura. Hay sectores muy poderosos que descubrieron las ventajas del discurso nacional-popular para proteger sus intereses, y humildes que reniegan de su clase de pertenencia. Hay militantes honestos en las filas kirchneristas, y otros que se enfurecen y castigan a quienes mencionan la existencia de los Boudou, Esquenazi, Cirigliano,… 

En las marchas hubo expresiones de odio a la Asignación Universal por Hijo, es cierto. Pero defender una política social específica no es igual a festejarla. La asignación es necesaria, pero descubre la existencia de 3.5 millones de chicos que viven en 1.9 millones de hogares sumidos en la desocupación o la informalidad. Las miserias del neoliberalismo no debieran servir para festejar horizontes tan chatos de “progreso social”. 

En la marcha hubo odios y pretensiones destituyentes, no deben negarse. Pero también hubo hastío por las mentiras del INDEC. Salvo filósofos progresistas,  nadie parece ignorar cuál es el verdadero problema de la inflación: si los aumentos salariales promedio en la Argentina triplicaran el índice de precios al consumidor, como pretende el Indec, la tasa de ganancia del capital tendería a cero. Pero nuestra presidenta ya explicó que “se llevaron el dinero con pala”.  Y estudios de economistas afines al Gobierno demuestran que el aumento de productividad laboral es superior al aumento real de los salarios, beneficiando a los propietarios del capital.  

Hubo individualismos, falta de solidaridad y ansias de consumismo. Pero ha sido la Presidenta quien ponderó las virtudes del capitalismo “de producción y consumo”; y Kiciloff, para no ser “noventista”, defendió el uso del dinero de la ANSES en créditos productivos… como el préstamo a ¡General Motors!

También es real que hubo broncas por la distribución de ingresos hacia “los negros”. Pero la ceguera de muchos caceroleros no disculpa la ceguera intelectual progresista respecto a la continuidad de la concentración y extranjerización económica. Ni disculpa la aprobación al recorte salarial vía impuesto a las ganancias de los obreros mineros y petroleros, mientras las corporaciones minero-petroleras gozan de condiciones de privilegio y regímenes especiales.  

Para decirlo de una vez: hubo una marcha no espontánea, organizada desde uno de los sectores del bloque dominante que disputa el poder al sector hoy hegemónico. Pero la respuesta de decenas de miles, que en octubre de  2011 no hubiesen concurrido, hoy expresa un disconformismo social que rebalsa las pretensiones de los inspiradores. Es  incorrecto que todos los que protestan “no la votaron”; es imposible haber sacado el 54% de los votos sin una parte considerable de “la clase media”. Los manifestantes “temen la re-re de Cristina”; pero más teme el oficialismo un futuro sin posibilidad de re-re elección. Las hegemonías no son eternas, sino construcciones políticas dinámicas: el 54% de ayer puede ser  mañana crisis de representación política. El fantasma del 2001 nunca dejó de sobrevolar la política argentina. 

El pensamiento en mitades antagónicas nubla la visión de la posible unidad de las mayorías populares para enfrentar al núcleo minoritario del verdadero poder económico, político, social y cultural del país. Los relatos que “construyen” la realidad (como teorizan y practican tanto Clarín como 678) tarde o temprano chocan con la existencia de protestas y marchas (todas reprimidas desde hace un tiempo) en Buenos Aires, Chaco, Formosa, Jujuy, Salta,… Esas que movilizan a miles que no pertenecen a la “clase media perfumada”. 

Cierta oposición quiere revivir los 90, no nos olvidamos. Pero también recordamos una larga lista de gobernadores, intendentes, funcionarios, diputados y senadores oficialistas que entusiastamente empujaron las privatizaciones, la flexibilización laboral y otras perlas del neoliberalismo. Y tampoco confundimos la realidad con la ciencia ficción dibujada por los intelectuales de Carta Abierta de un sendero cuasi socialista. Néstor y Cristina Kirchner siempre proclamaron el objetivo de un “capitalismo serio”. 

Lo obvio puede pasar desapercibido: el capitalismo serio y virtuoso no se asienta en otra cosa que no sea la división en clases sociales y en la explotación de los asalariados. Y en términos de política internacional nos ofrece amarrarnos a una nueva potencia imperialista. Tenemos derecho a superar la lógica binaria “K-antiK”. Y también la obligación y el desafío de construir opciones sociales, políticas, gremiales e ideológicas que trabajen por una auténtica emancipación. 

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