Tres claves para entender por qué las vacunas son confiables
El sitio Chequeado explica que hay ensayos previos clínicos rigurosos, monitoreo constante durante el uso, investigación de efectos adversos para confirmar o descartar relación con la vacuna. En cualquier caso, el beneficio de vacunarse es mucho mayor que el riesgo de no hacerlo.
Los beneficios de vacunarse son mayores que el riesgo de no hacerlo. Foto: Unidiversidad
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las vacunas y el agua potable son las dos herramientas más importantes para prevenir enfermedades. Hay muchos mitos: que vacunarse tiene efectos secundarios graves, que no se hace un seguimiento, que causan autismo, que magnetizan. Pero hay una verdad: con la aparición de las vacunas empezaron a erradicarse epidemias que causaban secuelas irreversibles o miles de muertes por año. ¿Cómo sabemos que las vacunas son confiables? El sitio Chequeado respondió las claves.
El resurgimiento público de los grupos antivacunas —no solo en nuestro país— viene acompañado de la preocupación máxima de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y otras asociaciones de especialistas por la reaparición de enfermedades que se consideraban erradicadas en nuestro país. La actualización del Boletín Epidemiológico Nacional 47 habla del aumento de casos de coqueluche (tos convulsa) y, el 24 de noviembre, el Ministerio de Salud confirmó la circulación de cuatro casos de sarampión en personas sin antecedentes de vacunación.
La SAP advirtió un escenario de fragilidad inmunológica colectiva, porque con el descenso sostenido y generalizado en la administración de vacunas fundamentales del Calendario Nacional de Vacunación (CNV) no solo queda comprometida la inmunidad individual, sino que se pone en riesgo la salud pública.

Las vacunas, como cualquier medicamento, pueden provocar reacciones no deseadas, pero la gran mayoría de los efectos adversos son leves y transitorios y, en tanto tales, menos riesgosos que la propagación de epidemias que la inoculación previene. Los posibles efectos secundarios —fiebre, cansancio, dolor en el brazo— indican que el sistema inmunitario se está “entrenando” para combatir virus o bacterias. Si el cuerpo se ve posteriormente expuesto a estos gérmenes, estará listo para defenderse. También es un mito que si no hay efectos secundarios, la vacuna no funciona.
1, 2, 3, probando vacunas
Las personas que atravesaron la pandemia pueden recordar que en la prueba de las vacunas había fase I, II y III. Todo producto farmacológico se somete a evaluaciones exhaustivas de seguridad, eficacia y calidad durante y después de su desarrollo. Tras superar una etapa preclínica de pruebas en cultivos celulares y animales, las vacunas candidatas comienzan sus ensayos clínicos, es decir, pruebas en seres humanos.
En la fase I, se administra la vacuna a un pequeño grupo de personas sanas para evaluar su seguridad inicial y aprender más sobre la respuesta inmunológica. En la fase II, se administra a un mayor número de personas para determinar la dosis adecuada, si estimula una respuesta inmunitaria y si no produce daño. En la fase III, se determina si la vacuna es segura y eficaz contra la enfermedad en un ensayo con más de quince mil voluntarios.
Las vacunas son sometidas a numerosas pruebas en fases I, II, III Y IV. Foto: Unidiversidad
Las pruebas de fase III involucran la vacuna candidata que se prueba contra un placebo (solución salina) u otra alternativa terapéutica. Son pruebas aleatorias y "doble ciego": ni las personas voluntarias ni las investigadoras saben quién recibe la vacuna y quién el placebo. Esta forma ayuda a minimizar el sesgo y garantizar resultados objetivos, por eso se consideran el estándar de oro en investigación clínica.
Cuando la vacuna candidata demuestra ser segura y eficaz, las agencias reguladoras de cada país evalúan minuciosamente los estudios para otorgar las aprobaciones correspondientes. En la Argentina, es una tarea de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat). Después, los laboratorios fabricantes pueden presentar la vacuna a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para solicitar su precalificación, un proceso de evaluación que garantiza la calidad, la seguridad y la eficacia.
Las vacunas de Covid, por ejemplo, fueron desarrolladas rápidamente gracias a la disponibilidad de tecnología preexistente, una inversión global sin precedentes y la colaboración científica internacional. No eran experimentales, sino que, a causa del impacto de la pandemia, se decidió acelerar las etapas de investigación.
La vigilancia farmacológica
El camino que recorre el desarrollo de una vacuna no termina tras su aprobación. Una vez que ya está disponible para su indicación, la vacuna sigue siendo monitoreada en los estudios de fase IV o farmacovigilancia. En la región hay Programas Ampliados de Inmunización (PAI) que garantizan distribución, almacenamiento y administración y cuentan con el apoyo técnico de la Organización Panamericana de la Salud.
Cualquier persona que detecte un evento adverso puede notificar a las autoridades. Ese evento se investiga y se evalúa para saber si fue o no derivado de la vacuna o del proceso de vacunación, explicó al sitio Chequeado Helvert Felipe Molina León, médico consultor internacional del equipo regional de Vacunación Segura del Programa de Inmunizaciones de la OPS.
Con la aplicación de la vacuna a la población objetivo, comienza el monitoreo de los Eventos Supuestamente Atribuibles a la Vacunación e Inmunización (ESAVI), que es “cualquier situación de salud desfavorable y no intencionada que ocurra luego de la vacunación o inmunización y que no necesariamente tiene una relación causal con el proceso de vacunación o con la vacuna”. No se presupone causalidad, sino que se reporta y se analiza. En la Argentina, esta investigación está a cargo de la CoNaSeVa.
Solo el 0,001 % de las aplicaciones de vacunas tuvo efectos graves, siempre menor al riesgo del efecto grave de una enfermedad. Foto: Unidiversidad
Es mayor el beneficio de vacunarse que el riesgo de no hacerlo
Según la OMS/OPS, los ESAVI se clasifican en no graves y graves. Los no graves son los más frecuentes y se caracterizan por manifestaciones leves y transitorias, como fiebre, malestar general o enrojecimiento en el sitio de aplicación de la inyección. Los graves son infrecuentes y resultan en hospitalización, riesgo de vida, discapacidad significativa o fallecimiento.
Entre diciembre de 2020 y el 30 de junio de 2024, en Argentina, se aplicaron un total de 236 329 854 dosis de vacunas contra la Covid-19 (sí, más de doscientos millones). Según el informe de Seguridad de las Vacunas de la CoNaSeVa de agosto de 2024, se notificaron un total de 65467 ESAVI, de los cuales solo 3431 fueron clasificados como graves (5,2 % de los ESAVI). Es decir, sobre el total de aplicaciones, solo el 0,001 % tuvo efectos graves.
Sin embargo, que una investigación demuestre que la vacuna contribuyó o causó un ESAVI grave, no significa que la vacuna se prohíba o se descarte. Como todos los productos e intervenciones en salud pueden tener algún efecto adverso, lo que hace la comunidad científica es dedicar el máximo esfuerzo para poder minimizar esa posibilidad.
“Cuando decimos que las vacunas son seguras, no queremos decir que no produzcan efectos adversos, sino que los eventos adversos que produce son muy infrecuentes, y esa frecuencia comparado con el daño que podría provocar la enfermedad que previene es mucho menor”, afirmó el médico Molina León.
Por ejemplo, la inflamación del cerebro o encefalitis es una enfermedad grave del sistema nervioso central que puede provocar muerte o discapacidad. Los estudios estiman que puede ocurrir un caso cada un millón de dosis administradas. Pero la probabilidad de tener encefalitis en caso de tener sarampión es uno de cada mil niños. Por eso se puede afirmar que el beneficio de vacunarse es muchísimo mayor que el riesgo de no hacerlo.
El Calendario Nacional de Vacunación incluye vacunas para todas las etapas de la vida, que están probadas científicamente y son seguras.
Consultá el Calendario o acercate a un centro de salud con el carnet de tus hijos.
Elegí vacunarlos pic.twitter.com/aErAx3mdaH— Ministerio de Salud de la Nación (@MinSalud_Ar)
La defensa de las vacunas en la provincia y en la Nación
Andrea Falaschi, directora de Epidemiología de Mendoza, ratificó la necesidad de respetar el calendario de vacunación, en diálogo con el programa Opinión de la radio LVDiez. “Las vacunas son, dentro de las estrategias de salud pública —junto al agua potable—, lo que nos ha permitido mantener y aumentar nuestra esperanza de vida en el mundo”, fundamentó la epidemióloga a cargo del área que monitorea que enfermedades como el sarampión volvieron, luego de haberse desterrado gracias el avance de las campañas de salud.
La funcionaria del Ministerio de Salud remarcó que, por ley, hay un calendario nacional con vacunas obligatorias. No es el caso de la vacuna contra la Covid, pero sí un montón más. “El calendario de Argentina es uno de los más completos de Latinoamérica. Hace dos años que vacunamos contra el virus sincicial respiratorio a las embarazadas y con muy buen impacto en la disminución de bronquiolitis, sobre todo en los niños menores de tres meses y en la internación en menores de 6 meses“, explicó.
Frente al avance de discursos antivacunas, el Ministerio de Salud de la Nación difundió un comunicado conjunto en defensa del Calendario Nacional de Vacunación. Reafirmó la seguridad, eficacia y necesidad de las vacunas: “Cuentan con décadas de uso seguro, están respaldadas por evidencia científica sólida y demostraron su capacidad para prevenir enfermedades graves y evitar millones de muertes”, sostuvo el documento.
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