Varones que ejercen violencia de género: reeducar para desarmar el machismo

Hay dispositivos para contener a varones violentos. Indagamos en los modos que tienen estos varones al momento de socializar, si identifican las consecuencias de sus agresiones y las posibilidades de vincularse de una manera distinta. Dónde consultar.

Varones que ejercen violencia de género: reeducar para desarmar el machismo

Imagen: Red/Acción

Sociedad

Violencia de género

Unidiversidad

Soledad Maturano

Publicado el 30 DE JUNIO DE 2022

Cuando hay violencia de género, habitualmente, se interviene acompañando, protegiendo y bregando por el cuidado integral de las mujeres. Sin dudas, es positivo que la sociedad y las políticas públicas estén orientadas en ese sentido porque, claramente, las estadísticas dan cuenta de que ser mujer o tener una identidad disidente significa correr más riesgos que ser varón cis. Aunque no debería ser así: el activismo feminista se ha encargado de demostrar que esto ocurre porque habitamos una sociedad patriarcal cada día más cuestionada.

A lo largo de estos años, el movimiento feminista fue construyendo sus propias herramientas para denunciar las agresiones que sufrimos a diario; los escraches en redes sociales por acoso, agresión o abuso sexual, o las movilizaciones con un abanico propio de reivindicaciones son algunos ejemplos. No obstante, nos preguntamos: ¿qué sucede con esos varones? ¿Qué tan necesario es habilitar la escucha? ¿Qué se pone en juego en sus subjetividades?

Para acercar algunas respuestas, Unidiversidad indagó en las políticas públicas habilitadas en Mendoza y destinadas a varones que ejercen o ejercieron violencia de género. Hablamos con Daniela Infante, coordinadora del Espacio de Abordaje al Varón de la Dirección de Género y Diversidad de la provincia. También entrevistamos a Gonzalo Arcos, militante en la temática de masculinidades, a quien consultamos por los modos de vinculación y subjetividades de estos varones.

 

Subjetividades

Qué se pone en juego en las subjetividades de estos varones fue una de las preguntas a Arcos, que trabaja en la Asociación Ecuménica de Cuyo y está finalizando la licenciatura en Psicología en la UDA. “Muchas veces, cuando queremos determinar qué pasa en ese varón, terminamos dando una explicación construida por nosotros mismos. Por querer generalizar, por querer categorizar, terminamos sin poder contactar con la experiencia de ese varón puntual”, advirtió.

“No todas las violencia de género son iguales”, afirmó. No es lo mismo, subjetivamente, la violencia que se atraviesa en una pareja que en un espacio de militancia, ejemplificó. En ese sentido, citó Masculinidades (Im)posibles, de Matías de Stéfano Barbero, porque “da cuenta de las diferentes explicaciones (sobre la violencia) y de sus efectos”.

El autor del libro, agregó, desarrolla tres explicaciones: la violencia como “algo naturalizado, intrínsecamente atado a lo biológico” –cuyos mitos va desarmando–, la patologización de la violencia de género y, por último, la violencia en relación con “cuestiones estructurales, entender que tiene que ver con una socialización que habilita esos modos de vincularlos y de sostener lugares de poder”.

Escrache: ¿sirve o no sirve?

Una de las formas que encontró el movimiento feminista para denunciar agresiones, acosos o abusos fue el escrache. Arcos reconoció que la ola de escraches a nivel nacional de 2017 lo interpeló y le abrió una serie de preguntas. ¿Sirve o no sirve el escrache? ¿Quién determina para qué? “Hago mi lectura –continuó–, si el escrache busca señalar a un varón como un posible foco de violencia. Si busca eso, sí sirve”.

“Ahora, preguntarse si sirve en los varones para pensar cómo vincularse de otra manera, un poco me hace dudar”. Arcos, que se está formando en psicología educacional, afirmó que el escrache no tiene un objetivo pedagógico: “Para mí, lo que sí hace es marcar hasta dónde, y que los actos tienen consecuencias”.

Asimismo, advirtió que ese varón “queda aislado, individualizado como el único malo. Otra vez lo mismo: patologización de la violencia. Es él el que está enfermo y, por lo tanto, hay que alejarse porque puede contagiar”. “De hecho, cuando se trabaja y se escucha a alguien que ejerció violencia y que fue escrachado, es una persona en riesgo subjetivo, porque es una persona que está aislada y, aparte, expuesta”, puntualizó.

“La violencia funciona no solo porque hay un varón que la sintomatice, sino porque hay un contexto que permite que aparezca”, señaló Arcos. En ese sentido, hizo foco en la importancia de lo “colectivo”. Puso de ejemplo una situación de violencia dentro de alguna organización: “Ese varón tiene que responsabilizarse, pero ¿cuáles fueron las condiciones de esa organización que permitieron que se diera? ¿Cuál es el metalenguaje que se está ofreciendo que habilita esa manera de vínculo? ¿Cuál es la responsabilidad que le compete a la organización?”.

“Me parece que muchas veces nos quedamos pensando las violencias solo en la urgencia y no podemos pensar más allá de eso”, opinó, e invitó a reflexionar sobre los modos en los que se resuelven situaciones de violencia en determinados espacios. Es decir, comprender que abordar algunas situaciones de violencia implica un proceso que debe hacerse desde lo colectivo, incorporando trabajos dirigidos a las masculinidades.

Políticas públicas

La coordinadora del Espacio de Abordaje al Varón, Daniela Infante, contó que en Mendoza hay 19 dispositivos que trabajan con varones, la mayoría derivados por orden judicial y con un porcentaje mínimo que se acerca por decisión personal. “Tiene que ver con que han escuchado alguna charla, o pasaron y vieron el cartel, o está pasando algo en su ámbito, y se replantean y buscan ayuda”, explicó.

Infante explicó que son dispositivos psico-socio-educativos: “No son tratamientos psicológicos, no son tratamientos psiquiátricos, porque la violencia de género no es considerada una enfermedad”. El modo de trabajo es grupal, aunque se comienza con una entrevista de admisión individual. Explicó que algunos dispositivos son “cerrados” y tienen una duración de tres meses, mientras que “otros son abiertos, están todo el año”.

Cion respecto a los objetivos de los dispositivos, Infante señaló: “El primer objetivo tiene que ver con disminuir la violencia hacia las mujeres, niños, niñas y disidencias. El segundo tiene que ver con que estos varones puedan desarrollar otras formas de vinculación, que puedan cuestionar algunos patrones estereotipados. Lo que buscamos es propiciar cambios en la subjetividad de los participantes, que ellos empiecen a visualizarse de un modo diferente”.

Asimismo, señaló que los dispositivos –donde no trabajan con femicidas– dan resultados positivos y que el balance de quienes acuden “es bueno”. Hizo hincapié en la importancia de la difusión y conocimiento de estos dispositivos: “El número de mujeres que derivan de las fiscalías y de los juzgados siempre es mucho más alto porque todavía no está bien el ejercicio o no está el reconocimiento de que estos dispositivos funcionan”. En ese sentido, dijo que distintos equipos se vienen especializando en la temática, impulsan capacitaciones y están organizándose para implementar un registro único de varones, y así sistematizar experiencias y tener estadísticas.

Por su parte, Arcos señaló que en la Ley 26485 de Protección Integral a las Mujeres se establecen programas de reeducación dirigidos a varones que ejercieron violencia. “Es interesante porque habla de reeducación y no de tratamiento. Coloca la responsabilidad en lo social, en la educación, en dar cuenta de que hay una estructura que educa a los varones de esta manera”. También mencionó la Ley provincial 8932 de Creación del Programa de Centros de Abordaje del Agresor (2019).

Si bien es progresivo que existan tales políticas públicas, Arcos acercó algunas preguntas para continuar pensando las orientaciones en el abordaje a la violencia de género en nuestra provincia. “Cuando te ponés a leerla (a la Ley provincial) en profundidad, habla de tratamiento, una lógica que tiene que ver con patologizar la violencia. Se corre del eje de avanzada que plantea la ley nacional de reeducar. Para mí, deja un poco la pregunta ‘¿Qué pasó acá en el medio?’, pasamos a la individualización de la violencia, al enfermo. Eso es algo clave para poder pensar en las políticas de Mendoza”.

Otras formas de vincularse

Después de conocer los programas a disposición en la provincia y de comprender un modo de socialización que habilita prácticas violentas en los vínculos, nos preguntamos: ¿es posible que los varones que ejercen o ejercieron violencia pongan en cuestión sus acciones y apuesten a otra forma de relacionarse?

Gonzalo Arcos, a partir de su propia experiencia trabajando e investigando en la temática, dijo que en algunos varones “no se aprecia ninguna intención de reparar el daño”. “Tal vez, lo que hacen es un cambio discursivo, ejercen violencias más sutiles y no tan explícitas para que no interceda la ley, ya que son más difíciles de judicializar”, ejemplificó. A pesar de esto, dijo que aún falta sistematizar resultados y estudios para demostrar si los dispositivos funcionan o no. “También, porque es una temática 'nueva'”, agregó.  

Arcos indicó que en otros varones sí hay respuestas más positivas después de varios encuentros en talleres. “Hay –continuó– una frase que dice: ‘Sé el hombre que necesitaste cuando niño’. Es un ejercicio que está superpiola en esos dispositivos porque los contacta con la violencia que sufrieron y empatizan con lo que están haciendo”. “Ese ejercicio lo he visto y es emocionante escuchar algo de eso, de la responsabilidad en esos varones”, recordó.

 

Dispositivos de Abordaje a los Varones

En este enlace se puede acceder a los contactos, horarios y ubicación de los distintos Centros que trabajan la temática.

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