David contra Goliat, o los equipos de salud frente a los engaños de las tabacaleras
Diana Calderón y Noralí Guliotti, del Programa para Dejar de Fumar Damsu, repasan una historia de engaños. Ahora, la industria impuso que los cigarrillos electrónicos y el vapeo son inocuos, lo que es falso. Destacan que la clave es la información y despertar la mirada crítica en la niñez y la adolescencia.

Los equipos de salud se enfrentan a una industria millonaria, son como David frente a Goliat. Imagen: Medium.com
Son David frente a Goliat. Son profesionales, organizaciones de la salud, políticas públicas que enfrentan con una honda a un coloso de tres metros de altura, armado con una lanza con punta de hierro. Le tiran piedras a la industria millonaria del tabaco, a sus nuevas estrategias publicitarias y de marketing destinadas a adolescentes y jóvenes, a venderles —ahora— cigarrillos electrónicos, saborizados y vapeadores como si fueran inocuos, cuando, en realidad, buscan nuevos adictos a la nicotina que les aseguren sus ganancias futuras.
Hace 30 años que el equipo de profesionales del Programa para Dejar de Fumar del Departamento de Asistencia Médico Social (Damsu), de la UNCUYO, le tira piedras al coloso. Y no se rinde: trabaja en prevención, acompaña, derriba los tabúes, erradica mensajes culposos y dedos acusadores, abre el diálogo y —sobre todo— brinda información. Explica por qué dejar de fumar es tan difícil y —en consecuencia— por qué es tan importante evitar que niños, niñas y adolescentes se inicien en esta adicción, que en Argentina produce 45 mil muertes anuales por enfermedades asociadas al consumo de tabaco, según datos oficiales.
“Hay una realidad cruel: la población que fuma muere antes que la que no fuma. Entonces, tienen que buscar repuesto en el mercado para que consuman, y ahí están niñas, niños y adolescentes. Es así de cruel la reposición del mercado, por eso es tan importante trabajar en concientización, en prevención, y fomentar la mirada crítica de los chicos, que puedan analizar qué les están diciendo, qué les quieren vender”, dice Diana Calderón, médica especialista en Salud Mental Comunitaria. Ella es parte del equipo que completan Noralí Guliotti (psicóloga), Silvia Martini (médica clínica), Estefanía Suárez (nutricionista) y Jessica Pujado (licenciada en Educación Física), con la coordinación de Roxana Jaleff, jefa del área de Educación para la Salud.
Como parte de esa concientización, Diana Calderón y Noralí Guliotti desenmascaran las tácticas engañosas de la industria tabacalera. Explican a Unidiversidad que advertir la falsedad de los mensajes es un desafío crucial para la salud pública.
Diana Calderón y Noralí Guliotti, parte del equipo del Programa para Dejar de Fumar Damsu, de la UNCUYO. Foto: Unidiversidad
Estrategias engañosas
Las profesionales repasaron algunas de las estrategias de la historia de engaños de la industria: asociaron su producto a dibujos animados; lo pusieron en boca de actores y actrices; lo vincularon a la masculinidad, a los deportes y a la aventura; lo transformaron en un plus de seducción femenina; le pusieron saborizantes, siempre asegurando que no producía efectos nocivos a la salud. Su nuevo mensaje —en especial a través de redes sociales— fue ofrecer cigarrillos electrónicos, dejar de lado la palabra "fumar" e imponer "vapear", como si fueran inocuos y con la promesa de que ayudarán a dejar de consumir lo mismo que venden.
Hoy, el mercado —explican las profesionales— está centrado en nuevos productos: los cigarrillos convertibles, que permiten a quien consume apretar un botón y dejar que salga un aromatizante cuando lo desee, en los cigarrillos electrónicos —en especial, los vapeadores— que funcionan con líquidos, entre los que hay nicotina. A estos se suman dispositivos con una forma parecida a un pendrive, que se utilizan con tabaco compactado.
A las profesionales les preocupa cualquier dispositivo electrónico para consumo de tabaco y su contenido porque no tienen ningún control. Esto, porque, en 2011, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) tomó una decisión que ratificó en 2016: prohibió su venta, importación, distribución, comercialización y publicidad en todo el territorio nacional, por no existir ninguna evidencia científica de que colaboran para dejar la adicción a la nicotina. Es decir que no se sabe exactamente qué contienen este tipo de cigarrillos y vapeadores.
Pese a la prohibición y a los esfuerzos de los equipos de salud, se impuso esa falsa idea de que vapear es inocuo, que no hace mal ni a la persona ni a su entorno. Ese mensaje mentiroso llega a través de las redes, de personajes que marcan tendencia, y se expande como si fuera cierto.
Diana refuta esa afirmación falaz: “Las tabacaleras han impuesto que el vapeador, que los cigarrillos electrónicos te ayudan a dejar de fumar, y no es verdad. En principio, se empezó a investigar, porque podía ser, y lo que se demostró desde la evidencia científica es que esto no es así, que es dañino. Nosotros lo vemos en la experiencia: ya hemos tenido personas en tratamiento que no fuman cigarrillos, sino vapeadores, y tienen un síndrome de abstinencia tremendo, porque no tienen idea de qué cantidad de nicotina tienen esos líquidos. Y muchas personas empezaron a vapear para tratar de dejar y terminaron fumando las dos cosas”.
Noralí destaca otro aspecto central para que el círculo de la estrategia engañosa sea perfecto: aunque están prohibidos en Argentina, los dispositivos se venden en negocios y por internet. Este último es un mundo donde las regulaciones y las leyes no llegan. “Hay un hashtag en las redes que es “vapear salva vidas” y que aparece en X, en Instagram, en Facebook, entre otras. Entonces, van entrando desde el lenguaje, repiten esto de 'Si te querés cuidar, vapeá', por lo que es difícil salir de ese entramado. ¿Y a quién va dirigido eso? ¿Quién consume más redes? La niñez, la adolescencia. Entonces, es sumamente estratégico hacia dónde apuntan”.
Frente a estos mensajes falaces, la médica y la psicóloga repiten a coro un concepto que consideran central: no existe un producto mágico para dejar la adicción a la nicotina, sino más bien un proceso guiado por profesionales que acompañan a las personas que buscan dejar de fumar.
La industria impuso que los cigarrillos electrónicos son inocuos. Una campaña española refuta ese mensaje falaz. Foto: euskadi.eus
Apuntar a la niñez y a la adolescencia
Ese ámbito de las redes sociales queda en una nebulosa legal, con publicidades directas o encubiertas. Esto, pese a que, en 2011, Argentina aprobó la Ley Nacional 26687, que, entre otros muchos aspectos, prohíbe todo tipo de publicidad de los cigarrillos tradicionales.
Las estadísticas oficiales muestran que las tabacaleras apuntan bien su mensaje. Los resultados de la última Encuesta de Factores de Riesgo, elaborada en 2018 por el Ministerio de Salud de la Nación, mostraron que la edad promedio de inicio está en 17 años, aunque a los 15 muchos ya probaron, y que el 1,1 % de los consultados utiliza cigarrillo electrónico, es decir que 500 mil personas consumen este producto.
El inicio del consumo —explica Diana— se da especialmente en dos momentos de la vida, que se corresponden con crisis vitales: entre los 12 y los 14 años, en el paso de la niñez a la adolescencia, y entre los 17 y los 20, que coincide con el ingreso al ámbito estudiantil o laboral. Por eso, repite que es esencial abrir el diálogo.
Calderón considera central trabajar en la mirada crítica de chicos y chicas para que analicen qué les quieren vender. Foto: Unidiversidad
Un problema de salud pública
Más allá de que se registró una baja en el consumo de cigarrillos, el tabaquismo sigue siendo un problema de salud pública. Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se producen 8 millones de muertes anuales (45 mil en Argentina) por enfermedades asociadas al consumo de tabaco.
De todas formas, la Encuesta de Factores de Riesgo que se realizó en Argentina en 2005 y 2018 mostró esa baja en el consumo, ya que la población que fuma pasó del 29,7 % del total al 22,2 % del total. En esta medición, Mendoza quedó por sobre la media nacional, con el 26,8 % del total de población que fuma.
Diana explica la confluencia de factores que llevaron a la baja del consumo: el cuidado del medio ambiente, de la naturaleza, las políticas públicas, las prohibiciones de publicidad, los impuestos sobre el producto, así como un convenio marco internacional que firmaron la mayoría de los países del mundo y al que Argentina adhirió solo en algunos aspectos. “Pensá que hasta 1950 no había datos de que el tabaco dañara, es bastante nuevo que la investigación científica empieza a dar cuenta de que esto es dañino para la salud, porque, hasta ese momento, no había información. Como contrapartida, las tabacaleras, ni lentas ni perezosas, han ido implementando nuevas formas de vender tabaco, y ahora, con todos los dispositivos electrónicos, los vapeadores, los de tabaco calentado, están haciendo una fuerte introducción de nuevos productos en el mercado”, detalla.
El programa para dejar de fumar de Damsu lleva 30 años de existencia. Foto: Unidiversidad
Solo siete segundos
¿Por qué es tan difícil dejar de fumar? Las profesionales explican que la nicotina —que es un alcaloide— es una de las sustancias más adictivas, que en solo siete segundos llega a los centros cerebrales del placer, una inmediatez que va a contramano del daño silencioso y a largo plazo que hace en el cuerpo, ya que las consecuencias más graves, en general, se advierten 15 o 20 años después de comenzar con el consumo. A esto se suma el fenómeno de tolerancia, por lo que la persona necesita consumir más seguido y más cantidad para obtener la misma recompensa y aliviar la abstinencia de nicotina.
Diana explica que los efectos más graves del tabaquismo se producen a nivel del sistema respiratorio, ya que puede producir cáncer de pulmón, EPOC, enfisema, bronquitis y agudización del asma. A esto se suma el riesgo cardiovascular de infarto de miocardio y de ACV.
Noralí destaca la importancia de la información, de entender que no solo con voluntad se deja de fumar. “Muchas personas vienen con culpa y dicen: '¿Cómo me puede dominar esto?', y es, justamente, porque están presas de ese sistema de placer. Entonces, hay que desvincular primero todas las asociaciones que tienen, es decir: 'Tengo un mal momento, cigarrillo; un buen momento, cigarrillo; necesito concentrarme, cigarrillo; estoy ansiosa, cigarrillo'. Es como que van pegando un montón de situaciones cotidianas de la vida a fumar. La idea es empezar a despegarlas y encontrar otras maneras en las que encuentren placer, pero que sea un placer elegido y saludable”.
Hablar sin juzgar
Diana y Noralí enumeran todo lo no se debe hacer frente a una persona del entorno familiar que fuma: levantar el dedo, culpar, enojarse, anotarla en un programa sin su consentimiento. Y enumeran todo lo que sí hay que hacer: hablar, expresar la preocupación por su salud y acordar reglas claras para evitar que se fume en los ambientes comunes. Y advierten: hablar no es torturar.
En la etapa de la niñez y la adolescencia, el camino —señalan— es el mismo: no esconder, no revisar, dejar de lado los miedos, el tabú, y poner el tema sobre la mesa, brindar información, buscar una palabra autorizada, despertar la mirada crítica sobre los mensajes para entender que es un negocio, que quieren vender un producto que causa adicción y problemas de salud.
Diana y Noralí explicaron que, en promedio, la persona que fuma intenta siete veces dejar el tabaco antes de lograrlo. Ellas repiten que no importa las veces que lo intenten, que cada vez es un paso en el camino para lograrlo. Para quienes estén listos para intentarlo, invitan a sumarse al Programa para dejar de fumar de Damsu.
Está todo previsto: se puede hacer presencial (individual o grupal) o virtual. Hay un equipo integral listo para acompañar, son dos entrevistas personales y seis encuentros, y luego, un año de seguimiento. Es abierto a todo público, es muy accesible (25 mil pesos para afiliados y 35 mil pesos para no afiliados) y se puede comenzar en cualquier momento del año, no hay que esperar una fecha. Solo es necesario enviar un WhatsApp (+54 9 2612 09-5389) o un mail (educacionparalasalud@damsu.uncuyo.edu.ar), y responderá una de las integrantes del equipo que, desde hace 30 años, le tira piedras al gigante. Y no se rinde.
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