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05 DE DICIEMBRE DE 2024
La escasa o nula acción de los organismos que deben resguardarlos ha puesto en riesgo al millón de árboles que se calcula hay en el Gran Mendoza. La responsabilidad ciudadana.
Foto: Axel Lloret
El ingeniero agrónomo Sergio Antonio Carrieri propuso imaginar por un instante cómo sería caminar por las calles de Mendoza si no hubiera árboles: una ciudad de cemento, colmada de personas y de automóviles, sin nada que nos proteja del sol, nos brinde frescura y sin la belleza que aportan al paisaje. El profesor aseguró que ese verdadero patrimonio provincial está en mal estado por escasa o nula acción de los organismos públicos encargados de resguardo y de nosotros, los ciudadanos, que disfrutamos de sus beneficios pero no lo cuidamos.
Carrieri es titular del Consejo Provincial de Defensa del Arbolado Público, un organismo consultivo en el que participan ad honorem integrantes de distintas entidades relacionadas con el tema, y es profesor titular de la cátedra de Espacios Verdes en la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCUYO. Contó que luego de las clases invita a sus alumnos al laboratorio, que no es otro que el parque de la casa de estudios, en el que hay cientos de ejemplares.
Una historia unida al árbol
El experto explicó que la historia de Mendoza está unida al árbol, ya que luego del terremoto de 1861 que destruyó la ciudad, dirigentes visionarios pensaron en plantar ejemplares por razones sanitarias y de seguridad. Y esa idea primigenia se mantuvo a través de las generaciones, e incluso la Provincia cuenta con una Ley del Arbolado Público que especifica los organismos responsables de su plantación y cuidado, así como la forma en que se deben realizar estas tareas.
El ingeniero agrónomo destacó que la vegetación, y en especial el árbol, es lo único que puede modificar el ambiente. Enumeró los beneficios de plantarlos en la ciudad: disminuyen la temperatura ambiental, protegen contra los rayos utravioletas, fijan elementos contaminantes líquidos y gaseosos, aumentan la humedad, producen oxígeno, disminuyen la incidencia de vientos y su belleza redunda en una mejor calidad de vida y en divisas, ya que existe un retorno económico a través del turismo.
El profesor contó que no existe una especie ideal para plantar en Mendoza, sino unas 50 que se adaptaron bien y cuya elección debe surgir de un análisis de las características del barrio, de las veredas, de las calles, de la disponibilidad de agua y de si existen fuentes de contaminación
(ver infografía páginas 8-9). En cuanto a la flora autóctona, comentó que se puede plantar algarrobo, ideal para los sitios muy áridos, pero no para la ciudad, por ser una planta chica y muy baja.
En mal estado
El ingeniero explicó que, pese a contar con herramientas legales y con una tradición arraigada, el millón de árboles que se calcula existen en el Gran Mendoza está en mal estado, una situación que se repite en todos los departamentos. Las razones son múltiples, aunque para el profesor, la base del problema es la crisis de las instituciones responsables de su plantación, cuidado y control, es decir, la Dirección de Recursos Naturales, las comunas, la Dirección de Vialidad y el Departamento General de Irrigación.
Carrieri describió el proceso que concluyó en el actual deterioro. Comentó que hasta hace 40 años el cultivo se tomaba con seriedad, se planificaba, se plantaba correctamente y se realizaban tratamientos sanitarios preventivos y mantenimiento. Pero desde ese momento y hasta la actualidad, se modificó el criterio en el manejo de este patrimonio, perdieron peso las áreas técnicas, se impermeabilizaron las acequias y no se realizan tareas sanitarias preventivas.
Para el profesor, uno de los problemas centrales es la impermeabilización de las acequias, que impide que el árbol obtenga la cantidad de agua suficiente para vivir. Explicó que, salvo las comunas de Capital y Godoy Cruz, que adecuaron sus códigos de edificación a la Ley de Arbolado Público, en el resto se realizan licitaciones de obras en las que no se tiene en cuenta este aspecto.
El ingeniero sostuvo que a las responsabilidades compartidas de los organismos públicos se suma el accionar de los ciudadanos, que no cuidamos las especies. Repitió que sólo los entes autorizados deben realizar el mantenimiento de las plantas, ya que no se deben podar, sino sólo guiar su crecimiento sino sólo guiar su crecimiento (ver página 10).
El profesor aseguró que el árbol es un ser vivo equilibrado, es decir que ante cualquier acción que le produzca desequilibrio (falta de agua, corte de ramas o de raíces) busca lograrlo nuevamente.
El informe 2015 del Consejo Provincial de Defensa del Arbolado Público concluyó que el arbolado se encuentra en franco deterioro, lo que se verifica por una disminución de su número, de la superficie relativa cubierta por las copas, de la sanidad general y por la falta de renovación de ejemplares envejecidos. El organismo determinó que la principal causa de este desgaste es el abandono de las buenas prácticas agrícolas.
En el informe también se aconsejan líneas de acción para modificar esta realidad. Algunas son: tomar el cuidado del arbolado como política de
Estado, elaborar un proyecto de recuperación a nivel provincial, municipal y de todos los organismos pertinentes (el Ejecutivo ya encargó esta tarea a una especialista), recuperar la productividad de los viveros oficiales y abrir el fondo de las acequias que están impermeabilizadas, entre otros consejos.
Desde 1954 Mendoza cuenta con una Ley Provincial de Arbolado Público (2376), que adhirió a una norma nacional. En 2008 se derogó, ya que se aprobó una nueva norma (7874). Ahí se especificó quiénes son los responsables del cuidado de los ejemplares y las mejores prácticas para que puedan desarrollarse sin problemas.
En 1996, a través de un decreto firmado por el entonces gobernador Arturo Lafalla, se creó el Consejo Provincial de Defensa del Arbolado Público. Poco después se declaró el estado de emergencia del sistema.
En 1934 se determinó que cada 15 de agosto se celebre el Día Provincial del Árbol.
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