Ataques contra el arte: cuando el patrimonio universal se usa para visibilizar problemáticas sociales

En las últimas semanas, se viralizaron intervenciones a importantes obras de arte en distintos museos de Europa. ¿Por qué estas acciones buscan poner el cuidado del ambiente a la misma altura que el valor que tienen piezas artísticas de miles de años?

Ataques contra el arte: cuando el patrimonio universal se usa para visibilizar problemáticas sociales

Protestas contra el arte para alertar las problemáticas ambientales. Foto: político

Sociedad

Unidiversidad

Soledad Maturano

Publicado el 18 DE NOVIEMBRE DE 2022

El arte, por medio de sus distintas expresiones, propone una cosmovisión crítica del mundo que habitamos. Así, se pueden diferenciar distintas expresiones que van desde el arte callejero o urbano hasta otro tipo de arte, propio de museos y portador de una gran relevancia por su lugar en la historia. Este último, además de estar valorado en millones de dólares, cumple una función turística y contemplativa importante. Ahora bien, ¿por qué este arte se usa como protesta social para denunciar, por ejemplo, lo que pasa con el medio ambiente?

En las últimas semanas, ganaron visibilidad acciones contra importantes obras de arte llevadas adelante por grupos ambientalistas. Si bien los hechos ocurrieron en distintos países de Europa, tuvieron inmediata notoriedad internacional debido a su divulgación en las redes sociales. Así ocurrió con la intervención en Inglaterra, motorizada por dos jóvenes del colectivo “Just Stop Oil”, cuando lanzaron un tortazo a las figuras de cera del rey Carlos y la reina Camila. El mismo grupo, días previos, había arrojado puré de tomate a los girasoles de Van Gogh.

Acciones similares vienen ocurriendo en otros puntos de Europa como, por ejemplo, en España. Allí, dos activistas se pegaron al marco Las Majas de Goya y pintaron “+1,5 °C” para alertar sobre el calentamiento global. También, esta semana, dos activistas lanzaron líquido negro –simulando ser petróleo– a la obra Muerte y Vida de Gustav Klimt en el Museo Leopold de Viena.  

Todas las acciones fueron simbólicas, ya que no se destruyeron las obras, pues todas tienen cuidados muy específicos que sirven para protegerlas de posibles agresiones. Las intervenciones fueron hechas con el fin de poner en el centro del debate el deterioro del medio ambiente y la falta de soluciones gubernamentales. Las personas especialistas consultadas por Unidiversidad explicaron que el arte tiene un fuerte valor simbólico, lo que lo convierte en un blanco estratégico para hacer visibles problemáticas sociales.

Activistas en España intervienen sobre la obra "Las Majas" de Goya. Foto: Infobae

Según sostuvo Evelin Puri, artista plástica encargada de la galería de arte de la Nave UNCUYO, las obras seleccionadas son parte de un arte hegemónico ubicado en museos de Europa y que, como tal, tienen un cuidado particular, con una temperatura y una luz específica que garantizan su conservación y protección.

“Tal vez este llamado de atención desde una protesta social se refiere a repensar qué cuidados se les da a qué cosas, en este caso, a una obra de arte. El llamado de atención que hacen estas personas es para pensar el cuidado que se le da al medioambiente”, dijo Puri. Es decir, se trata de un paralelismo entre los cuidados especiales que reciben obras de arte y la ausencia de tales cuidados cuando se trata del medioambiente. 

Verónica Cremaschi, investigadora del Conicet y profesora de Historia del Arte en la Facultad de Artes y Diseño, coincidió en ubicar las intervenciones de los grupos activistas como protesta. “Hay obras de arte que movilizan el interés general, son reconocidas por sus valores excepcionales y, por tanto, únicas e irrepetibles. Por medio de su ‘vandalización’, se piensa en hacer visible alguna demanda. En este sentido, son fundamentales las redes sociales, que reproducen y difunden estas acciones para llamar la atención pública. El énfasis está puesto en el interés que despiertan estas obras frente a temas que los y las activistas consideran vitales y tienen raíz ecológica”, explicó.

Por su parte, Sergio Rosas, secretario de extensión en la Facultad de Artes y Diseño, invitó a reflexionar: “En estas acciones performáticas, donde el cuerpo es soporte político, que se viralizan y adquieren relevancia a nivel mundial, podemos preguntarnos: ¿es arte o un hecho vandálico?; ¿es una violencia contra el arte o una crítica a la sociedad de consumo, donde los artefactos culturales y la naturaleza son mercancía?”. 

Intervención a los girasoles de Van Gogh. Foto: El País

 

¿Puede ocurrir en Argentina?

En nuestro país, son conocidas las intervenciones al arte o monumentos públicos. Por ejemplo, intervenciones a estatuas de Roca en Buenos Aires y Bariloche, en un claro gesto de repudio a la Campaña del Desierto o, bien, grafitis a instituciones y plazas públicas por femicidios o en descontento con la megaminería. “Estas pintadas dan cuenta del horror de genocidios, reclaman por muertes por ser negro, marrón, travesti, mujer o pobre. Rompen el silencio y la tradición del artista convencional de atelier”, explicó Rosas.

Cremaschi señaló que las intervenciones a monumentos públicos tienen un carácter distinto a las realizadas en museos de Europa, ya que son acciones espontáneas llevadas adelante por grupos no identificados, con el fin de expresar alguna crítica social. Además, tales intervenciones presentan la particularidad de ser invisibilizadas enseguida por los gobiernos de turno, que, con su restauración, buscan marcar que el orden ha sido restituido en el espacio público. “Entonces cabría preguntarse cómo canalizar de forma más constructiva estas demandas sociales que afloran en el espacio público y que son un síntoma de un descontento”, sostuvo.

Intervención sobre “Muerte y Vida” de Gustav Klimt en Viena. Foto: Infobae

Ahora bien, ¿es posible que se intervengan obras de arte ubicadas en museos de Argentina con el fin de hacer visible alguna demanda, tal como sucedió en Europa? Según Puri, es poco probable. Argumentó que vivimos en un contexto caracterizado por la inmediatez y que, como tal, ya hubiese ocurrido. Agregó que sería positivo que no sucediera porque los cuidados acá son distintos y, además, porque la acción pierde potencia. En coincidencia, la investigadora señaló que, en un período breve, la acción se vuelve repetitiva y pierde impacto social.

Cremaschi agregó que es difícil que suceda porque en Argentina no existe una valoración social de tales objetos, como sí sucede en museos de Europa. “Aquí la paradoja: a veces, para la conservación del patrimonio, es mejor el olvido, porque queda fuera de estas disputas que a veces lo ponen en peligro”, reflexionó.

Aunque expresó no poder responder con absoluta certeza, Rosas señaló que tales acciones son síntomas de un momento convulsionado donde el arte es el motor de algún cambio. Cuando hay sabotaje del arte, se activan la conciencia y la atención para provocar un efecto equilibrado entre lo ético-estético y lo político, amplió el secretario de extensión de la FAD. Ejemplificó con la intervención llevada adelante por el artista alemán Joseph Beuys en 1982. Beuys, junto a un grupo de voluntarios, plantó 7000 árboles de roble en la ciudad de Kassel. “Esta intervención artística, de gran controversia en sus inicios por su carácter social y ecológico, cambió el paisaje de Kassel para siempre”. 

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