Daniel Feierstein: "Los discursos de odio son una expresión del avance de la ideología fascista"
El sociólogo e investigador de Conicet explicó que en el país emergieron nuevas formas de socialización que tienden a relaciones más violentas. Dijo que el gran desafío es apostar a la construcción de salidas colectivas y solidarias.
"El gran desafío es poder apostar a la construcción colectiva de salidas solidarias", dijo el sociólogo. Foto: Julián. Alvarez/Télam
El sociólogo e investigador del Conicet Daniel Feierstein resaltó en una entrevista con Télam que los discursos de odio son "una expresión del avance de la ideología fascista" y señaló que en el último tiempo emergieron en el país "nuevas formas de socialización" que tienden cada vez más hacia relaciones violentas, mientras que advirtió que hay "un peligro real en las próximas elecciones" de que alguna corriente neofascista pueda asumir la presidencia de la Nación.
¿Podemos hablar de fascismo para entender la Argentina de hoy?, es la pregunta de la que parte la nueva edición actualizada de "La construcción del enano fascista", el libro que Feierstein, docente de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y de la Universidad de Buenos Aires, publicó originalmente en 2019.
Ya en ese momento, el sociólogo proponía que el fascismo no refiere solo a la trágica experiencia de la Italia o la Alemania de entreguerras, sino que el concepto entendido como práctica social servía para pensar los usos del odio como estrategia política para dirigir la frustración hacia grupos de la población según su origen, su diversidad cultural, socioeconómica, política, religiosa, de género o identidad sexual.
Cuatro años después, el especialista en estudios sobre genocidio advierte "tristemente" que las prácticas fascistas han crecido aceleradamente, por lo que junto con Clave Intelectual acaba de reeditar el libro en una versión ampliada, que se presentará en la Feria Internacional del Libro.
"Hubiese preferido no tener razón", aseguró Feierstein durante la charla con Télam, en la que repasó cuáles son los riesgos y desafíos del aumento de estas prácticas.
Nuevas prácticas
Cuando se publicó tu libro en 2019 ya advertías la emergencia de elementos fascistas en el país. ¿Cuáles son las nuevas prácticas que surgieron desde entonces?
Cuando publico el libro identifico un conjunto de prácticas que, en estos cuatro años, se han hecho mucho más viables y mucho más extendidas, pero son las mismas prácticas. El problema es que cobran otra envergadura. Yo planteaba que uno de los elementos tenía que ver con el quiebre de ciertos pactos post-dictadura y la reaparición de formas de violencia dirigida personalmente frente a determinadas figuras políticas, como ataques a Roberto Baradel u otras figuras. Después hemos vivido el intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner, que lo lleva absolutamente a otro nivel porque es un intento de asesinato directamente.
¿Hubo una aceleración de estas prácticas en los últimos años?
Sí, enorme. Yo destacaba en el libro que estaban dadas las condiciones para que esto creciera y, como no se hizo nada para cambiarlas, efectivamente creció. Eso es lo triste. En el capítulo 4, desarrollo una cantidad de problemas como la falta de escucha desde el campo popular de una serie de problemas de grandes mayorías de población. Al no haber una propuesta alternativa a la del fascismo para lidiar con esos problemas, sino que básicamente se los negaba, esos problemas iban a seguir creciendo dentro de la percepción colectiva. En su momento, yo destacaba la cuestión de la inseguridad; la aparición y el crecimiento del narcotráfico; y después señalaba algunas problemáticas generadas en varones jóvenes por las transformaciones producto de una de las luchas más relevantes que hemos tenido en la última década que ha sido la marea verde. La percepción es que el único que paró la oreja fue esta nueva derecha, este neofascismo que nos ha interpelado con mucha inteligencia y ha planteado respuestas horribles. A esos tres problemas centrales se puede sumar la frustración permanente ante la situación económica. Y el quinto elemento sería la pandemia, que también implicó un nivel de sufrimiento muy alto para la población.
¿Cuáles son los riesgos de que estas prácticas fascistas crezcan cada vez más?
Muchos. Lo que yo señalaba hace cuatro años era incipiente. Era preocupante su aparición porque era algo nuevo. Pero en muy poco tiempo eso se ha transformado en una alternativa real de poder. O sea, tenemos un peligro real en las próximas elecciones de que alguna de esas corrientes pueda ganar la presidencia de la Nación. Entonces ahí hay un primer problema a afrontar, que es pensar en la conformación de algún frente antifascista para impedir esa realidad. Por otro lado, más allá de que ganen o no las elecciones, tenés una incidencia en el mapa político y en las prácticas sociales que ya ocurre. Podríamos decir que todo el mapa político se ha desplazado a la derecha en el sentido de que se ha conquistado a gran parte del sentido común. Esto también es muy preocupante por la aparición de formas de estigmatización que llaman directamente a la práctica, a la acción violenta.
Para el sociólogo, hoy no solo circulan discursos de odio, sino que empiezan a circular prácticas de odio. Foto: Julián Álvarez/Télam.
Formas de encierro y redes sociales
¿Se puede afirmar que tenemos una nueva forma de socialización?
Sí, yo creo que se cruza con nuevas formas de socialización y esto no nos ayuda para nada. Todos estos procesos que yo describía coinciden en el tiempo con un cambio en nuestras formas de socialización que tiene muchos motivos. Por un lado, un aumento del narcisismo, de formas de encierro en nosotros mismos, de dificultad de registro del otro. Y por otro, la profusión de las redes sociales que establecen un tipo de vínculo muy distinto y facilitan que caigan nuestras barreras morales.
En ese marco, ¿los discursos de odio pueden considerarse como una práctica fascista?
Es una expresión del avance de la ideología fascista que en principio se expresa de esa manera, con ideologías y discursos que dan cuenta de esa forma de estigmatización y por eso se llaman discursos de odio. Podríamos decir que estamos en una etapa que va siendo superior a esa, porque ya no solo circulan discursos de odio, sino que empiezan a circular prácticas de odio. Ese discurso ya te lleva a la acción; ya no solo estigmatizo a alguien, sino que salgo y lo ataco.
¿Podría pensarse como un ejemplo de discursos de odio las declaraciones de las periodistas Viviana Canosa y Laura Di Marco sobre la salud de Florencia Kirchner?
No sé si es el mejor ejemplo porque no está tan centrado en la lógica de odio. Es más bien un discurso absolutamente irresponsable que se pone a diagnosticar desde un lugar de falta de conocimiento que, en relación a la ética periodística, tiene una gravedad enorme. Pero me parece que no nos permite ver bien cómo funciona el discurso de odio que, centralmente, lo que busca es enardecer, reconducir el enojo contra alguien.
¿Y quién impulsa esas reconducciones del enojo?
Es que no es que hay alguien que las impulsa. Eso es lo más complicado y lo más difícil de combatir porque somos nosotros mismos. En situaciones de alto sufrimiento, sin posibilidad de elaboración, buscamos alguna salida. Hay un montón de experimentos que muestran que, cuando no se puede resolver una situación, una salida bastante eficaz, en términos de impulsos, es agredir a alguien porque de esa manera se descarga esa frustración acumulada. Por eso digo que el gran desafío es poder apostar a la construcción colectiva de salidas solidarias, que es la única manera de que pueda tener otra opción ese malestar que no sea la de agredir a alguien.
Fuente: Por Milagros Alonso/Télam
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