Diez años sin Johana Chacón: “El caso fue una bisagra para visibilizar la violencia de género”

Así lo aseguró Silvia Minoli, que impulsó la búsqueda y el pedido de Justicia. Dijo que faltan mecanismos reales de protección de las infancias y acciones concretas del Estado para que no mueran más mujeres.

Diez años sin Johana Chacón: "El caso fue una bisagra para visibilizar la violencia de género"

Silvia Minoli, exdirectora de la escuela Virgen del Rosario, impulsó la búsqueda de Johana y el pedido de Justicia. Foto: Unidiversidad

Sociedad

10 años sin Johana Chacón

Especiales

Verónica Gordillo

Publicado el 03 DE SEPTIEMBRE DE 2022

Johana Chacón y Silvia Minoli están unidas para siempre, unidas desde el 4 de septiembre de 2012, cuando vio por última vez con vida a la adolescente. A diez años de ese día, la exdirectora de la escuela Virgen del Rosario dice que la recordará toda su vida, y que la movilización y la búsqueda que emprendieron en su nombre fueron una bisagra que sirvió para visibilizar la violencia de género, para que otras niñas y niños se animaran a contar lo que les pasaba. Sin embargo, advierte que eso no alcanza, que faltan mecanismos reales de prevención y protección de esas infancias vulneradas, mecanismos reales de protección para que las mujeres que sufren violencia no sean asesinadas, procesos de investigación eficientes para encontrarlas vivas y una conciencia social –real– sobre la necesidad de erradicar la violencia en todas sus formas, en las palabras y en los actos. Falta, falta mucho, repite.

Silvia reflexiona sobre el significado y el peso de estos diez años. Se pregunta si ese esfuerzo enorme que asumió con un grupo de colegas valió la pena, porque el dolor sigue ahí, intacto: Johana Chacón y Soledad Olivera no están ni estarán. Piensa unos minutos y se contesta que sí, que valió la pena, que fue el germen de Ni una Menos, de las movilizaciones multitudinarias, que visibilizó la problemática y que fue la muestra irrefutable de todo lo que no funciona en los poderes del Estado, de todo lo que era necesario modificar.

La cara de Silvia cambia cuando habla de Johana. Cuenta a Universidad que tenía luz propia, que era chispeante, picuda, participativa, que con un chiste te decía muchas cosas; que no se notaba cuando estaba triste, pero sí cuando estaba enojada. La recuerda corriendo hacia ella en el patio de la escuela y cuando le abría los brazos para recibirla, para abrazarla, le decía “¡Osooo!”, y pasaba de largo. Se ríe Silvia, dice que no cualquier niña se anima a hacerle ese chiste a la directora.

Johana Chacón, durante un acto en la escuela Virgen del Rosario, en Tres de Mayo, Lavalle. Foto: gentileza Silvia Minoli

Diez años sin Johana

El 4 de septiembre de 2012, Johana Chacón se bajó del micro que la trasladó desde la escuela hasta la finca donde vivía, en la localidad de Tres de Mayo, Lavalle. Los chicos y chicas la saludaron cuando descendió y se encaminó a la tranquera. Fue la última vez que la vieron.

A Silvia le avisaron que la niña no llegó a su casa, y en ese momento impulsó la búsqueda junto con un grupo de colegas. Ese mismo día se enteraron de que nada de sabía de Soledad Olivera, mamá de tres pequeños que asistían a la escuela y a la que su familia buscaba desde noviembre de 2011.

La vida de las dos mujeres se desarrolló en el mismo espacio físico, a 43 kilómetros de la Ciudad de Mendoza, en el distrito de Tres de Mayo, Lavalle. Sobre la Ruta 36 está la escuela Virgen del Rosario, y unos metros más adelante, el Barrio Los Paraísos de Curi –donde vivía Olivera–, que está rodeado de fincas, en una de las cuales vivían Johana, su hermana Beatriz y sus tres hermanos en forma intermitente, luego de que su padre, Bernando Chacón, autorizara que se quedaran con la familia que administraba la finca: Luis Curallanca, su esposa y el hijo de la mujer, Mariano Luque. Justamente, el obrero rural fue señalado por la Justicia en ambas causas, ya que con Soledad mantenía una relación casual y con Johana compartía la vivienda, además de ser –al momento de la desaparición de la niña– pareja de su hermana Beatriz.

Aunque la comunidad educativa se movilizó y buscó a Soledad y a Johana con vida, años después se enteraron de que las habían asesinado; en el caso de la niña, el mismo día que desapareció. En 2017 y 2018 respectivamente, la Justicia condenó a Mariano Luque por los homicidios (aún no existía la figura de femicidio): en el primer caso quedó probado que mantenía una relación casual con la joven y que la última vez que la vieron salió a encontrarse con el hombre, y en el caso de Johana, su hermana Beatriz testificó que el obrero ahorcó a la niña delante de ella, quemó su cuerpo y enterró sus restos. Actualmente, el hombre cumple una condena a 32 años de prisión, ya que se unificaron ambas sentencias.

Lo diez años sin Johana, su historia, la de Soledad Olivera, la movilización y el pedido de Justicia que lideró la comunidad educativa motivaron la realización de dos documentales que se estrenarán este domingo 4 de septiembre de 2022. Se trata de En todos los rincones falta ella, que se estrenará hoy a las 20 por Canal Acequia, y del documental sonoro La Finca, producido por Radio Tierra Campesina (FM 89.1) y América Profunda, cuyo primer capítulo estará disponible desde hoy para escuchar y descargar.

La comunidad educativa buscó en forma incansable a la niña. Seis años después, se enteraron de que la habían asesinado el mismo día que iniciaron su búsqueda

 

Visibilizar la violencia

Silvia recuerda la movilización que emprendió con un grupo de colegas, primero para encontrar a las dos mujeres con vida, después para reclamar justicia. El compromiso fue enorme: organizaron movilizaciones desde Lavalle al centro de Mendoza, hicieron actos, golpearon puertas de autoridades de todos los poderes, pintaron un signo de interrogación por cada año que faltaban Johana y Soledad y visibilizaron sus caras y sus nombres, que representaron a los de muchas otras mujeres desaparecidas, violentadas, asesinadas.

¿Qué significan estos diez años que pasaron desde el día que desapareció Johana?

Es recordar un montón de sucesos dramáticos que para nosotros comenzaron el 4 de septiembre de 2012, cuando Johana desapareció. A pesar de los esfuerzos que hicimos, de buscarla, de visibilizar, después de muchos años, nos enteramos de que ese mismo día la habían matado. Esto nos da un relato tan terrible, tan paupérrimo de lo que es la Justicia, la investigación, porque el 18 de noviembre de 2011, Soledad desaparecía y el expediente estuvo guardado en la fiscalía de Lavalle-Las Heras durante todos esos meses, hasta que empezamos a movilizarnos porque había desaparecido otra mujer. Se agolpan mil cosas en mi cabeza, en mi memoria, pero lo tremendo es que no están las chicas, que no van a estar nunca más, que se perdió tanto tiempo, que todavía hay gente que sigue pensando que es una cuestión de trata de personas. Eso también es lamentable.

¿Algo cambió a partir del caso de Johana respecto de la violencia de género?

Creo que el caso de Johana fue una bisagra muy importante para visibilizar la violencia de género y para hacer actividades como la Ley Micaela, pero creo que hay un montón de gente que debería hacer la capacitación. Me parece que cambió la conciencia de que algo está pasando con el patriarcado, y mucha gente se resiste a entender que esta palabra no atraviesa solo a los varones, nos atraviesa a todos y todas. Parece que a algunos varones uno los insulta cuando habla de patriarcado, que sienten que les tiramos toda la carga a ellos; no, esto es una responsabilidad social y creo que como tal debe ser tratada, combatida, y tiene que haber inversión, para que cada mujer que sufre violencia de género tenga la posibilidad de salvarse y no morirse. Tenemos que entender que la violencia no debe existir más, tenemos que erradicarla de nuestras vidas, y mientras sigamos siendo violentos en las palabras, en los actos y mirando para otro lado, porque eso también es violencia, esto no va a cambiar, lamentablemente.

¿Y en el aspecto judicial, en las investigaciones?

Hay gente que ha tomado conciencia y otra que sigue igual. Creo que tenemos el cartel de propaganda: "Violencia de género, llamá al 144": todo esto lo vamos escuchando, no sé si cada vez más, porque hubo un empujón inicial y ahora me parece que está como adormeciéndose de nuevo, a pesar de que seguimos teniendo muertas. Hoy se revictimiza no solo a la víctima, sino que se hace un juego de descrédito hacia la gente que está alrededor y pide justicia, porque dicen: "¿Cómo van a pintar paredes, romper un vidrio?". A ver, mataron a una mujer, es lógica la bronca de toda esa gente, que no debería romper vidrios porque no ganamos nada con eso, pero me pregunto qué se hace, qué acciones en profundidad han hecho los gobiernos sucesivos para que esto no pase más. Es muy poco, llevamos muchos años; siguen matando mujeres, golpeando mujeres, desapareciendo, porque ¿cómo entendemos que Viviana Luna está desaparecida? Entonces, hay un agujero negro en la Justicia, en la investigación, que tiene que ser subsanado; si no, las mujeres van a seguir muriéndose y no por muerte natural, sino por violencia de género. Pongámosle nombre y apellido, por favor.

Silvia asegura que los casos de Johana y Soledad ayudaron a que otras niñas y niños se animaran a contar lo que les pasaba. Foto: Unidiversidad

¿Cuál fue la importancia de haber llegado a un juicio, a una condena, en el caso de Johana?

Fueron muchas cosas. Lo traslado, no sé si por mi profesión, a imaginarme a ese chico en la niñez, a imaginarme a Mariano (Luque) en la niñez: qué falencias tuvo, cómo era en la escuela, qué cosas se detectaron y no se advirtieron a la familia, o se advirtieron y no se pudieron solucionar, porque muchas veces esos ámbitos son impenetrables. Sabemos que los chicos y chicas que sufren violencias, abusos, se lo guardan porque se sienten culpables, porque creen que ellos son los que provocan esas situaciones; les da vergüenza contar esto, entonces pasan muchos años para que se adviertan determinadas conductas. Creo que hombres como Mariano y mujeres también existen, pero ¿por qué no advertirlo a tiempo? ¿Cuándo vamos a usar la prevención? ¿Cuándo vamos a trabajar primero desde el seno materno, desde los hospitales, las mamás, las maestras, con médicos, enfermeras? Porque, si queremos trabajar bien, tenemos que trabajar con la comunidad. ¿Cuándo vamos a tener las herramientas necesarias en las escuelas para poder abordar todos estos casos que advertimos en la niñez, pero que no nos dan solución? Es terrible, advertimos la violencia en algunos niños y niñas, pero no tenemos cómo solucionarlo, y cuando llamamos a la familia para construir un camino mejor con ellos dentro de lo que a nosotros nos parece, porque no somos especialistas, no somos asistentes sociales, no somos psicólogos, no entendemos esos campos. Simplemente detectamos y tendríamos que derivar, pero las escuelas no tienen las herramientas para derivar casos problemáticos, y cuando las tienen, no hay tratamiento. Entonces tenemos los casos como el de Johana, porque esto venía de muchos años, desde que Johana nació que venía la problemática; no esta situación tan terrible, pero sí hambre, abandono, falta de trabajo, muchas cosas que se podrían haber revertido.

¿Cambió algo en este sentido, en las herramientas con que cuentan en las escuelas para enfrentar estas problemáticas?

Creo que puede haber una apertura de los y las docentes, y sobre todo de los equipos directivos, que son muy importantes. Hay que entender que los maestros y las maestras están en contacto directo con la niñez, pero, cuando van a contar algo que advierten en un niño, puede haber dos caminos: o se los escucha y se avanza en eso, o se da una solución casera como para esperar, porque muchas veces no tienen las herramientas. Yo no creo que cada escuela primaria tenga un gabinete escolar como tienen las escuelas secundarias, no sé si funcionan tan bien como deberían, no puedo emitir juicio, pero sí puedo decir lo de la primaria, donde un gabinete para quince escuelas es imposible que trabaje bien.

La exdirectora dice que el recuerdo de Johana la acompañará toda la vida. Foto: Unidiversidad

 

Poner el cuerpo y la mente

Silvia le puso el cuerpo, la mente y el espíritu a la búsqueda y al pedido de justicia, a esa idea de que la escuela no es solo el lugar donde se enseña a leer y escribir, sino un refugio, un abrazo, una comunidad que reclama cuando faltan dos de sus integrantes, simplemente porque eso también es enseñar. Ese recorrido incansable tuvo múltiples consecuencias para su vida: amenazas, retos y advertencias de integrantes del gobierno escolar, problemas de salud y una exposición mediática inusitada para una docente, que, aunque le costó, entendió que era necesaria. Pese a todos esas consecuencias, repite que ese compromiso valió la pena.

Antes hablaste sobre lo que implicó el caso a nivel social, pero ¿qué implicó para vos? Porque le pusiste el cuerpo, la cabeza, sufriste amenazas y seguiste.

Qué me pasó: una depresión, aún estoy medicada. Al principio me daba un poco de vergüenza y después dije: "No, ¿por qué, si es una enfermedad?". Ya lo digo con tranquilidad, hace años que estoy medicada para la depresión. Creo que me faltó muchísimo acompañamiento del gobierno escolar: no se puede dejar sola a una persona que es un agente estatal, que está cumpliendo un rol como el que cumplía yo en ese momento, que además de no dejar mi trabajo, hacía esto otro que me trajo consecuencias. Yo tenía en mi cabeza eso y nada más que eso: Johana, Soledad, los hijos de Soledad, qué podemos hacer, cómo visibilizar, y a la vez, este doble desgaste de energía que era cumplir con tantas horas que tenía que estar en la escuela. Y, cuando creía que me iba a poder jubilar, presenté los papeles y a los diez días me dio el ACV, y me centré en la recuperación. De todas formas, tengo claro que yo elegí en ese momento, que lo tomé como personal. Me parece que debería haber un compromiso real, no solamente cuando pasa esto, porque esto ya es extremo, sino un compromiso real en lo cotidiano, cuando hay una niña o un niño que sospechamos que puede estar sufriendo abuso, cuando hay violencia en la casa. La escuela cumple un rol social fundamental, entonces hay muchas cosas que hay que encajar, remodelar, deconstruir y hacerlas de mejor modo. Me pregunto si lo vamos a lograr. Yo creo que me voy a morir sin verlo, sinceramente, porque veo que cada gobierno hace pasitos para atrás, y no hablo de partidos políticos, no milito en ninguno, no me interesa ninguno, me interesa tener buenos gobernantes, honestos, ejecutivos y pensantes. Si logramos de una vez por todas que los niños y las niñas piensen, que sean criteriosos, ya está, pero ¿cómo lo vamos a hacer si no tenemos docentes criteriosos, si no tenemos gobernantes criteriosos? Es muy duro y es muy profundo el tema.

¿Por qué tomaste la decisión de impulsar la movilización?

Tengo muy claro que podría haberme corrido, pero hubiera sido una infeliz, me hubiera sentido muy mal. En ese momento, pensé que era mi deber como directora de la escuela, y tuve un grupo de compañeras y compañeros que dijeron sí al principio y durante mucho tiempo trabajamos juntos. Después la gente se va cansando, va abandonando la causa porque, aparte, me veían a mí y me decían: "Silvia, te va a hacer daño". En realidad, ya me hacía daño: me habían dado medicación, estaba en un acto escolar y lloraba porque me acordaba de Johana bailando, pensaba que cada uno de esos niños o niñas podía estar sufriendo algo parecido y no lo estábamos advirtiendo, porque después estábamos más alerta con un montón de situaciones. Te cuento algo porque es muy importante: Rocío, y doy el nombre porque ya no está lamentablemente, era una nena que estaba en séptimo grado; no quería hacer educación física, no quería ir al viaje de egresados. La maestra, muy observadora, me dijo que a Rocío le pasaba algo, creía que estaba embarazada. Llamamos a la mamá y lo confirmamos: Rocío estaba embarazada. Terminó el séptimo grado con el bebé en brazos, fue a la fiesta de egresados y pasó a la secundaria. Cuando pasó lo de Soledad y Johana, Rocío se animó a decir que era abusada por su padrastro desde los 8 años y que no había dicho nada porque el padrastro le había dicho que le iba a pasar lo mismo a su hermana menor. O sea, Johana hizo que un montón de chicos y chicas se animaran a contar cosas. Rocío, con el correr de los años se fue, otra injusticia del padrón, como le dicen ellos, porque los echó cuando el hombre fue a la cárcel. El hombre se suicidó, después se suicidó Rocío y después un hermano, es decir, ya más dolor no podía ser. Por eso, tratando de rescatar lo positivo, Johana había hecho que otras chicas hablaran de lo que les estaba pasando, entonces no me arrepiento de lo que hice, aunque me haya costado y todavía me cuesten algunas cosas. No digo que hagan lo mismo: no, busquen ayuda, exijan que el gobierno escolar ayude, exijan acompañamiento. Hay que trabajar y construir en grupo, en solitario no se puede, es muy duro, muy difícil.

¿Qué implicó la falta de acompañamiento del gobierno escolar, incluso los llamados de atención personales por las actividades que hacían?

Nos abandonaron. Sentía un dolor muy grande, un enojo muy grande, decía: "No puede ser, porque no es a mí, es a una niña que desapareció a la que están abandonando". En un momento parecía que se cerraban todas las puertas, pero mucha gente se portó muy bien y me trataron con respeto, sobre todo abogados, fiscales. Yo he golpeado muchas puertas, he ido a todos lados. Se me despertó la leona, tenía que lograr que esa niña volviera a su lugar y que no pasara nunca más eso. No conseguí ninguna de las dos cosas: ni que Johana volviera ni que no mataran nunca más a una mujer, pero hubo una bisagra, hubo algo. Trato de ser optimista.

En lo personal, ¿estos diez años significan una especie de cierre?

Creo que nunca va a haber un cierre, el recuerdo de Johana me va a acompañar toda la vida. Lo que sí, uno puede optar por lo positivo que deja esto, que tengo mis grandes dudas, aunque creo que sí, que valió la pena, pero las cosas no han cambiado mucho. Se está transparentando más, estamos dándonos cuenta de que el Estado poco hace. Nos hemos dado cuenta de que no hay que culpar a la mujer, podemos expresar en palabras ante un varón o una mujer y decir: "Ese chiste no va más, porque la verdad no me causa gracia", entonces creo que todos y todas tenemos que frenar ese patoterismo que ha habido contra la mujer.

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