Discapacidad y sexualidad: los mitos dificultan el acceso a las consultas

Así lo expresó la psicóloga Laura Schuster durante una charla sobre la temática que brindó en la UNCUYO. La importancia de la escucha y de adultos que acompañen, pero que no impongan.

Discapacidad y sexualidad: los mitos dificultan el acceso a las consultas

Schuster explicó que todas las personas tienen derecho a disfrutar de una vida sexual placentera, sin presiones, sin violencia y de forma consentida. Foto: Asociación FUSA

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Verónica Gordillo

Publicado el 04 DE SEPTIEMBRE DE 2023

Son asexuadas o irrefrenables; no necesitan relaciones sexuales, sino cariño; no son deseables, no pueden tomar decisiones; son infantiles, ángeles, solo forman parejas con personas de su misma condición. Esos son algunos de los mitos que rodean a la temática de discapacidad y sexualidad y que dificultan las consultas, según la psicóloga Laura Schuster, del Programa Provincial de Salud Sexual y Reproductiva.

Schuster brindó la charla “Sexualidad y discapacidad: derechos e inclusión”, una de las actividades que organizó la Facultad de Odontología de la UNCUYO, en conmemoración por los 30 años de funcionamiento del Centro de Atención Odontológica al Paciente con Discapacidad (CAOD).

A la vanguardia

La profesional comentó que el programa se puso en marcha en 1998, luego de la aprobación de la ley que le dio sustento en el 96 y que colocó a Mendoza a la vanguardia en esta temática. A partir de ese momento, comenzaron a funcionar a través de los efectores públicos las distintas áreas: capacitación, consejería, consultorio de salud sexual y de fertilidad, un monitoreo de alto riesgo reproductivo en maternidades y la entrega de dispositivos de anticoncepción, luego de una charla con profesionales.

Schuster explicó que el trabajo que realizan se rige por criterios plasmados en la ley: que todas las personas tienen derecho a disfrutar de una vida sexual placentera, sin presiones, sin violencia y de forma consentida; y que no se puede negar atención por cuestiones de edad, preferencia sexual, nacionalidad, aspecto o por no tener un DNI.

La psicóloga dijo que a esa ley primigenia y pionera de Mendoza le siguió la aprobación de una batería de normas que garantizaron derechos en esta temática. Entre otras, el Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, la Integral de derechos de niños, niñas y adolescentes, la de Anticoncepción Quirúrgica, la de Matrimonio Igualitario, de Salud Integral en la adolescencia, de Interrupción Voluntaria del Embarazo y de Fertilidad.

La profesional marcó que la mayoría de esas normas tienen apartados especiales para el abordaje de las personas con discapacidad y que en las últimas que se aprobaron se marcó la necesidad de un “trato digno”. De acuerdo a su visión, esa aclaración connota una problemática, ya sea en cuanto al acceso o en cuanto a la forma de abordar la consulta.

Paternalismo y mitos

Schuster planteó que, cuando una persona se acerca a uno de los dispositivos del programa, siempre se presume que existe capacidad de decidir, de expresar la voluntad, salvo que se demuestre lo contrario y exista por escrito esa condición, que está incluida en el Certificado Único de Discapacidad (CUD). Si esa indicación no existe –comentó–, la primera regla es escuchar a la persona, conocer su voluntad y respetarla.

La psicóloga explicó que históricamente se trató a las personas con discapacidad desde una visión paternalista, de desconocimiento, de invisibilización de sus necesidades, con una serie de mitos y prejuicios que fue necesario desactivar. Enumeró los que se repiten en la temática sexual: que son asexuadas o incontrolables; que no necesitan relaciones sexuales, sino cariño, o que solo pueden tener parejas que tengan su misma condición, entre muchas otras.

Para Schuster, la mejor forma de desactivar esas creencias falsas es la escucha atenta, la presunción de capacidad, salvo que exista una indicación, y cuando es necesaria la presencia de un adulto, la directriz es que acompañe, no que vulnere o pase por encima de la voluntad de la persona que llega a los efectores.

Edades y prácticas

La profesional aclaró que, de acuerdo al marco legal, y luego de la modificación del Código Civil y Comercial de la Nación, una persona de 12 años puede acudir sola a algunos de los dispositivos del programa. Las que tengan entre 13 y 15 años pueden acceder sin el consentimiento de un adulto a prácticas no invasivas, pero si es una cirugía, necesita el consentimiento, sea de un familiar o de alguien referente. En tanto, los 16 años marcan la mayoría de edad.

En cuanto a las personas con alguna discapacidad, la profesional planteó que no existen diferencias respecto de las edades. Dijo que cuando hay un certificado que consigna una deficiencia que le impide comprender y decidir sobre distintas opciones, el adulto que acompaña es quien, luego de escuchar al grupo de profesionales y en conjunto, toma una decisión.

“Hoy se presume capacidad hasta que se demuestre lo contrario. Las personas con discapacidad fueron históricamente vulneradas, siempre existió una gran carga de mitos, de prejuicios y de presunción de no sexualidad. No se puede vulnerar la voluntad del otro, no se pasa por encima de la voluntad, sino que se acompaña, se apoya para para que puedan decidir”, expresó Schuster.

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