“El varón es un actor clave en la estructura de la violencia y por eso es fundamental para desarmarla”

Gonzalo Arcos, educador popular pronto a recibirse de psicólogo, trabaja el abordaje de masculinidades. En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, reflexionó sobre la violencia machista y apuntó a pensar estrategias que devuelvan la responsabilidad a lo colectivo.

"El varón es un actor clave en la estructura de la violencia y por eso es fundamental para desarmarla"

El trabajo con varones es estratégico para eliminar la violencia machista. Imagen: depositphotos.com

Sociedad

Violencia de género

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Julia López

Publicado el 24 DE NOVIEMBRE DE 2022

Desde hace tiempo, la violencia masculina contra las mujeres y la población feminizada ocupa la agenda pública del país. Los movimientos feministas visibilizaron una problemática por la que ya nadie puede mirar hacia un costado. Sin embargo, muchas veces quedan claros los reclamos, pero se hace poco foco en quienes, insertos en la estructura patriarcal, ejercen y perpetúan las violencias. En el marco del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la violencia machista, Gonzalo Arcos reflexionó sobre el lugar de los varones en este camino.

Arcos es educador popular y docente en el ámbito de la Fundación Ecuménica de Cuyo. Terminó la carrera de Psicología y pronto presentará su tesis. En su investigación, analizó el rol de profesionales de la psicología a la hora de intervenir con varones en la problemática de la violencia masculina contra las mujeres.

Más allá de los posicionamientos o del marco teórico que cada quien elija, el especialista piensa que el trabajo con varones es estratégico: “Es un actor fundamental en cómo se estructura la violencia. Es quien –según las condiciones dadas– muchas veces posibilita que un varón se sienta habilitado a ejercer una violencia. Y, al mismo tiempo, es el actor clave para poder lograr un cambio, una opinión distinta, una palabra diferente”.

“Los varones tenemos discutir qué vamos a hacer respecto a las violencias”, sostiene Arcos, porque, además, son escuchados “con más resonancia que las compañeras, les compañeres y que el Estado también. Pensar eso es estratégico” para no feminizar las temáticas de género ni masculinizar otras disciplinas como la economía. La propuesta es que distintos sectores aliados se sienten a una mesa y piensen en conjunto estrategias de intervención.

Es que, cuando se piensa únicamente en intervención judicial o punitiva, se personaliza el problema al intentar que un individuo se responsabilice de un crimen. Es decir, se “marca” a ese sujeto como patológico o anormal, cuando, a decir verdad, es un sujeto que genera una conducta impulsado por una estructura que demanda que actúe de esa manera. Es decir, hasta cierto punto está bien responsabilizarlo, pero hay que saber que es un problema social.

Ahí radica el problema: “No estamos pudiendo pensar intervenciones desde la Justicia, desde las pedagogías, que devuelvan esa responsabilidad a lo colectivo: a las organizaciones, a la escuela, al Estado a las instituciones”.

El surgimiento de Ni Una Menos en 2015 y, especialmente, la ola de escraches a hombres por abusos, acoso y violencia en 2017 fueron un punto de inflexión. Se puso sobre la mesa la discusión sobre qué estrategias pueden generar los varones para afrontar las violencias en la cotidianidad, más allá del trabajo con los hechos urgentes y coyunturales. La masculinidad hegemónica se puso en cuestión, pero los varones están en un conflicto porque no aparece un nuevo modelo que los guíe en la construcción de su identidad.

La construcción de nuevas masculinidades también debe ser una tarea del sistema educativo. Ilustración tomada de Winx

Por un lado, “aparece una figura de varones desorientados que tienen claro qué no, pero no hacia dónde”, reflexionó Arcos. Identificó otro obstáculo para la creación de un nuevo modelo orientador: estos cuestionamientos se hacen mayoritariamente en soledad, no en organizaciones ni en grupos de amigos.

Por otro lado –a partir de ciertos hombres que empezaron a usar un discurso distinto, pero seguían sosteniendo prácticas machistas–, se creó una idea de que el varón no tiene que meterse en temáticas de género. “Esto complica la cuestión porque el varón que se cuestiona y quiere hacerse cargo o participar de alguna manera es cuestionado también como identidad, y eso genera una situación de confusión mayor todavía”. La desconfianza es expulsiva.

Entonces, una primera estrategia para pensar, propone el educador popular, “es construir un nuevo lugar para varones que quieran hacerse cargo y quieran habitar otras maneras de ser varón”.

 

Las políticas de Estado y el rol de Mendoza

El rol del Estado en este proceso de cambio es fundamental, precisó el educador popular, porque tiene el capital simbólico para poner en discusión la temática. Podría generar campañas para ponerle límite a la violencia, para cuestionar la naturalización de la violencia que hace la masculinidad hegemónica, para promover otras maneras de ser varón, no solo individualmente, sino a niveles institucionales. “Si el Estado no cuestiona y no pone foco en que ciertas conductas ya no están permitidas, me parece que estamos jodidos”.

Para erradicar las violencias contra las mujeres en todos los ámbitos, como dice la Ley 26485, hay que pensar en dos puntos: por un lado, la prevención y promoción; por otro, la atención. En el primer eje, Mendoza llega muy tarde. Solo recientemente –más de una década después de la ley– está trabajando para construir “masculinidades no hegemónicas”. En el segundo eje, explicó Gonzalo Arcos, el Estado mendocino está en deuda porque el presupuesto de género está subejecutado, así como las políticas de atención y abordaje. Aquí el objetivo es que un varón no reincida en un delito de este tipo.

De hecho, la investigación detrás de su tesis de licenciatura habla de esto. En nuestra provincia, hay 20 o 21 dispositivos de abordaje al varón, pero solo dos dependen del área de Género. El resto se ubican bajo el ala de los ministerios de Seguridad, Salud o Justicia. Claro que la transversalización y el abordaje integral son importantísimos, pero “el presupuesto que hay en trabajo específicamente con las violencias sigue siendo muy poco”.

 

¿El cambio es generacional?

En las respuestas al problema hay algo generacional, aseguró Arcos, pero no es lo único. Porque, en paralelo, están creciendo muchas resistencias –el backlash–, representadas por varones jóvenes que son antifeministas. Es decir, son las nuevas generaciones también las que marcan la contraofensiva.

Lo que en realidad sucede en espacios de trabajo con masculinidades, puntualizó, no es que se llena de juventudes, sino de varones atravesados por intersecciones relacionadas con la identidad de género o la diversidad sexual –gays, bisexuales, trans– y varones que se encuentran frente a las tareas de crianza y no quieren repetir los modelos que conocieron. Se ve que, de antemano, están más sensibilizados con la temática de género.

El verdadero desafío es pensar sobre los varones más estereotipados: “Hay algo de lo generacional que los atraviesa, pero creo que no alcanza a desarmar la estructura patriarcal. Porque a veces les pibis siguen sosteniendo prácticas de poder dentro de las instituciones. Aunque se pinten las uñas, aunque tengan elecciones sexuales diferentes, sigue sosteniéndose algo de la lógica corporativa porque seguimos sosteniendo que se va a desarmar individualmente, en vez de generar colectivamente estrategias para pensar o tratar de desestructurar la cuestión”.

A veces se romantiza la juventud, se cree que construyen de otra manera y se la da “como una batalla ganada”. Y a veces es así, pero otras veces no. “Los discursos liberales y los discursos más fascistas que están alojando a esos pibes y los sectores progresistas o feministas no lo están logrando”. Quizás se deba, añadió, a que sienten un ataque personal y así se hace difícil cuestionarse, más bien reaccionan para defenderse.

 

La complejidad del problema demanda la complejidad de la solución

Desde su trabajo en espacios con masculinidades, lo que Gonzalo Arcos observa es que muchas veces se hace una lectura de la realidad de los varones desde el discurso feminista. Sin embargo, lo que necesitan es escuchar esos cuestionamientos y propuestas para hacer su propia lectura de su realidad, la vivencia del vínculo con el patriarcado, los efectos que eso tiene sobre sus vidas.

“Es necesario construir un discurso a la par –o un mismo discurso–, pero donde el sujeto que pueda nombrar la vivencia del varón y cómo desarmarla sea el mismo varón”. Es todo un desafío porque incomoda a todos los espacios y eso habla de lo arraigado del problema. Esta estrategia conjunta es la única que va a permitir pensar más allá de la urgencia, más allá de un hecho de violencia puntual.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Por todo, y desde su lugar a punto de recibirse de psicólogo, Gonzalo Arcos propuso pensar una respuesta interdisciplinaria a la problemática tal como se plantea. Es que, si se habla solo desde la psicología, la solución queda corta. Es cierto que los varones que pasan por dispositivos de abordaje generan ciertos movimientos, se cuestionan algunas prácticas y, muchas veces, “sienten por primera vez la escucha o un espacio que los aloje”, pero para el cambio colectivo no alcanza.

De hecho, el antropólogo Matías de Stéfano Barbero ve allí parte del problema, planteó Arcos: “Se cree que la violencia masculina contra las mujeres tiene que ver con algo anormal o patológico de un varón, porque muchas veces quienes hemos intervenido para explicar y hacer algo con eso hemos sido les psicólogues, ha sido la psicología como disciplina”. La problemática de la violencia es compleja y la respuesta también tiene que serlo.

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