Glifosato y Monsanto: investigador del INTA busca cambiar la ecuación del agronegocio

“La biotecnología no es socia de Monsanto”, dice Sergio Feingold, quien coordina el Programa de Biotecnología del instituto público. Asegura que puede ayudar a disminuir el uso de agroquímicos. Argentina es el país que más glifosato usa en el mundo per cápita.

Glifosato y Monsanto: investigador del INTA busca cambiar la ecuación del agronegocio

Foto: Publicada por Infobae

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Unidiversidad / Fuente: El DiarioAR

Publicado el 30 DE MARZO DE 2021

El glifosato es un herbicida de amplio espectro no selectivo, el más utilizado en la actualidad tanto en agricultura como en jardinería, que ha sido calificado por la OMS como “probablemente cancerígeno”. Esto ha dado lugar, entre otras acciones, a una iniciativa de Sergio Feingold,  ingeniero agrónomo y coordinador del Programa Nacional de Biotecnología del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

Desde 2014, Feingold y el Instituto público forma parte de un proyecto binacional de participación público-privada que Argentina y México llevan adelante con el objetivo de reducir el uso del glifosato. A continuación, replicamos una nota de elDiarioAR, firmada por Diego Genoud, quien indaga sobre este proyecto ambicioso que puede cambiar la ecuación del agronegocio a nivel global.

De acuerdo a un estudio de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina es el país que más glifosato usa en el mundo per cápita. Son 10 litros por habitante. Cuando comenzó a utilizarse hace más de décadas, se usaban en el país 3 litros de glifosato por hectárea por año y hoy el promedio es de 15 litros de glifosato por hectárea por año.

(Foto: Sergio Feingold  ingeniero agrónomo y coordinador del Programa Nacional de Biotecnología del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria INTA).

La iniciativa, que tiene unos cinco años de trabajo, dio un salto en los últimos meses cuando despertó el interés conjunto de dos empresas de las más importantes, la rosarina Bioceres y su socia Nature Source Improved Plants (NSIP), una firma que es propiedad del magnate Alfonso Romo, uno de los colaboradores principales de André Manuel López Obrador. En ese entendimiento, fue fundamental el trabajo de la Cancillería argentina, en especial del secretario Relaciones Económicas Internacionales, Jorge Neme.

Feingold busca ser cauteloso por método y no puede hablar por demás debido a que hay un convenio de confidencialidad firmado entre las partes. Sin embargo, sus palabras confirman que se trata de un emprendimiento de lo más trascendente. “Este nuevo desarrollo viene a resolver un conflicto urbano-rural, viene a aportar a la sostenibilidad productiva y ambiental y a disminuir el uso de agroquímicos en la producción agropecuaria argentina”, dijo. Con su trabajo, el coordinador del programa del INTA busca desmentir lo que considera parte de una vieja confusión y niega que la biotecnología deba estar asociada siempre a los agrotóxicos, al glifosato y a Monsanto.

Respecto al trabajo que se viene llevando adelante desde el INTA con la compañía mexicana StelaGenomics para reducir el uso del glifosato, el coordinador del proyecto afirma que es una tecnología superpromisoria, con una aproximación biotecnológica muy creativa y muy original. “Stelagenomics es un spin-off del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav) de México y tiene el apoyo del Estado mexicano. Juntos estamos en un desarrollo que todavía es incipiente, estamos comenzando, pero estamos poniendo toda la capacidad del INTA”, sostuvo.

Y sumó: “Stelagenomics está dirigida por el bioquímico Luis Herrera Estrella, quien es muy reconocido en México. Es uno de los primeros que hizo una planta transgénica, pero el mayor valor que tiene es que nunca cedió a los intentos de Monsanto por contratarlo. Tiene una visión de la biotecnología que no está centrada en el negocio. Así es como surge la posibilidad de este nuevo desarrollo que viene a resolver un montón de problemas. Por un lado está el problema para los agricultores con el tema de malezas resistentes y, por otro lado, está el problema para la sociedad con el uso y abuso del glifosato, que genera una zona de conflicto urbano-rural que hoy en día no está resuelta. También tiene un componente de huella de carbono, pero posiblemente requiera una serie de estudios más profundos que se van a ir haciendo a lo largo de los años”

Por otro lado, el investigador sostiene que un organismo nacional de investigación como el INTA se ponga al frente para optimizar una tecnología confirmar su validez. “Es básicamente lo que nosotros creemos que tenemos que hacer: trabajar para la sociedad en su conjunto. Lo que hicimos fue juntar a todos los especialistas del Instituto, para mirar todos los aspectos alrededor de la tecnología, no solamente los que tienen que ver con una aplicación en el corto plazo sino también en el mediano y largo plazo. Se trata de ver cómo la biotecnología maneja un sistema global en el cual miramos todos los aspectos, el productivo, el del control de malezas y de la disminución del uso del glifosato”, expresó Sergio.

En relación al malentendido que existe con el uso de la biotecnología en el ámbito del campo, Feingold asegura que la sociedad en general ve a la biotecnología como un socio del glifosato, como si fueran dos partes indisolubles. “Los que trabajamos en biotecnología hace muchos años que estamos tratando de revertir esa visión porque no sólo se la asocia con glifosato, sino también con Monsanto y con agrotóxicos. Con este desarrollo, lo que estamos tratando de demostrar es que no es así y que la biotecnología es una herramienta para la sostenibilidad productiva y ambiental, que la agrotecnología y la biotecnología no son alternativas sino que son sinérgicas. La biotecnología puede abordar los temas de la agroecología o ecología productiva pensando en el largo plazo, con herramientas propias de la biotecnología”, afirmó.

Y agregó: “La biotecnología en la semilla está muy concentrada en muy pocas manos y el país, que es un agroproductor primario, depende de la producción de semillas de las multinacionales. Entonces que haya una empresa nacional interesada en estos desarrollos y que tengamos desde INTA las capacidades técnicas para testear esta nueva tecnología mirando el impacto a nivel cuenca es muy importante. Estamos muy contentos de haber atraído la atención empresas privadas argentinas y mexicanas”.

 

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