Hongos: el redescubrimiento terapéutico de un saber milenario

Los tratamientos con microdosis de psilocibina cobraron un protagonismo inusitado en pacientes con problemas de depresión o adicciones. Recetados y supervisados por profesionales de la medicina, asoman como una nueva alternativa a la medicación alopática.

Hongos: el redescubrimiento terapéutico de un saber milenario

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Publicado el 11 DE DICIEMBRE DE 2023

La psilocibina es el principal compuesto activo presente en casi 200 variedades de los llamados “hongos psilocibes”. Suministrada en forma de microdosis –de 1 a 2 miligramos intervalados de acuerdo al tratamiento y considerados inocuos por la medicina tradicional– demostró, sin embargo, ser efectiva en casos de ansiedad, depresión y recuperación de adicciones.

Psiquiatras e ingenieras o ingenieros químicos destacan una profusión de pacientes que testimonian mejoras en su calidad de vida, y este tipo de tratamiento crece ya en distintos países y/o Estados: California, Denver, Canadá, o Australia, por citar algunos casos. Concretamente, por ejemplo, el estado australiano impulsa desde marzo, a través de sus autoridades sanitarias, un protocolo específico para su aplicación, por cuanto, según detalla el organismo, existe "suficiente evidencia sobre potenciales beneficios (del uso de hongos y éxtasis) en ciertos pacientes".

“Transformar el drama en trama”

En el marco de la reciente Expo Cannabis 2023, a la par que el uso terapéutico del CBD o el THC, los hongos y sus adeptos mostraron un protagonismo creciente, reflejado en el vasto sector que se les dedicó en el predio de La Rural. Télam entrevistó allí a Celeste Romero, psiquiatra (@mariacelestero), tras la presentación que la médica hizo durante una hora ante un auditorio repleto.

La síntesis de un tema que requiere profundidad y un profesional a cargo –condición imprescindible– es que el tratamiento con microdosis de psilocibina induce al cerebro a hacer una mayor cantidad de conexiones neuronales. Dicho de otro modo: los hongos pueden ayudarnos a encontrar nuevos caminos y respuestas más creativas ante las mismas dificultades que a veces nos parecen irresolubles. De allí, una de las mejores definiciones que la doctora Romero vertió en la charla con Télam: “Transformar el drama en trama”.

Romero desarrolló centralmente la terapia que ella misma –entre muchos otros profesionales– practica hace casi diez años con resultados exitosos. Pero advierte: “Ojo: microdosificar no reemplaza tratamientos farmacológicos; es fundamental el criterio clínico”.

Las microdosis se prescriben en tomas alternadas según el esquema definido por el médico: un día sí, dos no; una semana diariamente y la siguiente de descanso, entre otras posologías. Los tratamientos se extienden por dos o más meses, dependiendo de cada caso, y no presentan interacciones negativas con los antidepresivos.

Sin efectos psicoactivos

Aunque tienen un parentesco lejano con el LSD y otras sustancias de experimentación ligadas a la épica hippie, las microdosis de psiloscibina son otro asunto: no producen alucinaciones ni estados infrecuentes de conciencia. Su efecto, mucho más sutil, en lugar de impactar y retirarse, no es “pirotécnico”, sino transformador a largo plazo.

“Las primeras dos semanas, el hongo te pone sobre la mesa lo que estás necesitando”, dice Romero, porque se empieza a tomar conciencia de lo que estaba faltando. Y ratifica: “El tratamiento con microdosis no produce efectos psicoactivos”.

Dicho de otro modo: no estamos hablando aquí de un eventual uso “recreativo,” sino de una terapéutica con fines sanadores en términos emocionales. Se trata de una ampliación cognitiva ligada a mayor conexión, concentración, lucidez y serenidad ante los hechos de la vida cotidiana. 

“Si querés llorar, llorá”

La segunda cuestión que planteó la psiquiatra Romero en su ponencia fue que –aun sin la psicoactividad–, durante el tratamiento de microdosis pueden emerger reacciones propias de una mayor sensibilidad a flor de piel, incluido, en particular, el llanto. Esto ocurre en una primera etapa, que podríamos definir de “apertura” al tratamiento, cuando quizás broten demonios que la alopatía “tapa”.

El dato no pretende jerarquía estadística, pero resulta orientador: de un auditorio cercano a las 500 personas, unas 50 levantaron la mano al preguntar la oradora quiénes estaban ya en tratamiento con microdosis.

Foto: IG@_lafunga

La Funga: un espacio que sigue creciendo e irradiando conocimiento

A metros del escenario donde asistimos a la charla de la doctora Romero, encontramos el puesto de La Funga (para más datos, se las puede consultar en @_lafunga): un espacio coordinado por Cecilia y Roxana –ingenieras químicas ambas– que nos ilustran sobra la increíble variedad de hongos disponibles –además de los psilocibes– como alternativas terapéuticas que pueden ayudar en distintos aspectos de nuestra vida.


Exposición de Celeste Romero. Foto: Prensa

Existe, por ejemplo, el llamado “melena de león” (Hericium erinaceus) que, nos explican, sirve para favorecer al sistema digestivo y, complementariamente usado con la psilocibina, potencia a esta última. Este hongo es, además, fortalecedor inmunológico y se lo considera nootrópico: un soporte y ayuda para la salud cognitiva y las funciones del cerebro, con incidencia en la concentración y la memoria.

Foto: 123RF

Otra especie de interés es el Reishi (Ganoderma lucidum), recomendado para mejorar la calidad del sueño, disminuir la ansiedad y los síntomas de las alergias, y proporcionar agentes antioxidantes.

Los hongos adaptógenos, resume Cecilia, “ayudan al cuerpo a adaptarse y resistir a los daños causados por el estrés gracias a su efecto estabilizador en los procesos corporales. El poder de esta medicina natural es de carácter preventivo, de efecto acumulativo e integral a nivel mente-cuerpo-espíritu, y se logra con la continuidad de las tomas diarias conscientes”.

Trailer: "Hongos maravillosos"

A las puertas de la percepción

“Las impresiones visuales se intensifican y el ojo recobra parte de esa inocencia perceptiva de la infancia, cuando el sentido no está inmediata y automáticamente subordinado al concepto” describía el escritor inglés Aldous Huxley en Las puertas de la percepción, ensayo publicado en 1954. “La experiencia no es lo que nos sucede, sino lo que hacemos con ello”, agregaría en aquel texto: un cuaderno de bitácora donde el filósofo y narrador buscaba dar cuenta de experiencias con sustancias alucinógenas de la familia que aquí se comentan, aunque, en su caso, las dosis iban in crescendo, tras un tipo de revelación existencial.

El británico, graduado en Oxford, autor de obras fundamentales como Un mundo feliz, estaba en busca de experiencias de ampliación de la conciencia. Esas mismas derivarían luego en la “psicodelia” que involucró a los Beatles, entre otros artistas emblemáticos de los años 60, que intentaban entender e interpretar un mundo signado por las revoluciones culturales, políticas y económicas.


Exposición de Celeste Romero. Foto: Prensa

Los hongos llamados “psicodélicos” tuvieron, sin embargo, una devolución represiva en la sociedad occidental. Timothy Leary, psicólogo y escritor estadounidense, las destacó como “tecnologías extáticas” de ampliación cognitiva y rechazó llamarlas drogas. “Su rasgo característico –planteó el mismo autor– es la trascendencia de conceptos verbales, de las dimensiones de espacio y tiempo, y del ego o la identidad”, publicó oportunamente, antes de ser encarcelado por las autoridades de su país.

Así en la tierra como en la mente

Los hongos no tuvieron, sino hasta las últimas décadas, un enfoque terapéutico consensuado –al menos, en un sector de la comunidad médica– que impulsara su prescripción, como en este caso, en forma de microdosis. Para lectores interesados: Fantastic funghi, documental disponible en Netflix, desde 2019, propone el repaso histórico de su presencia junto a la especie humana, amén de una descripción general de la biología, los roles ambientales y los diversos usos de los miles de variedades de hongos que habitan nuestro planeta.


Hongo Melena de león. Foto: 123RF

En definitiva, como alimentos, como microorganismos “recicladores” naturales, como medicina, estuvieron, están, estarán: sin ellos, nuestra existencia sería mucho más complicada, e incluso, imposible. Acaso la continuidad de los estudios científicos sobre sus efectos benéficos siga en expansión y derribe las barreras del prejuicio, a la luz de los inocultables casos de éxito que salvan y alivian cotidianamente la vida de hombres y mujeres en todo el mundo.

Fuente: Gabriel Sánchez Sorondo para Télam

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