La epidemia de cesáreas “es una forma más de control del cuerpo de las mujeres”

Aunque la OMS recomienda que sean entre el 10 % y el 15 % de los partos, en Argentina son alrededor del 50 %. No hay evidencia científica de los beneficios médicos del parto por cesárea cuando resulta innecesario. En la Semana Mundial del Parto Respetado, dialogamos con Beatriz Verónica Cano, doula formada en acompañamiento perinatal.

La epidemia de cesáreas "es una forma más de control del cuerpo de las mujeres"

Imagen: www.violenciaobstetrica.co

Sociedad

Unidiversidad

Julia López

Publicado el 17 DE MAYO DE 2022

La Semana Mundial del Parto Respetado hace oportuno un debate siempre latente sobre las cesáreas innecesarias. A pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que no superen el 15 % del total de partos, el número se duplica, se triplica y más, tanto en países desarrollados como subdesarrollados. Desde Unidiversidad dialogamos con Beatriz Verónica Cano, docente y doula (mujeres que aconsejan y ayudan a las embarazadas y las acompañan durante el embarazo, el parto y los cuidados al recién nacido) formada en acompañamiento perinatal.

Beatriz Cano participa en la organización Parto vaginal después de cesárea (PVDC), un grupo de mujeres que, después de haber pasado por una cesárea, buscan nuevas opciones. Fue su primera cesárea, evitable y plagada de violencia obstétrica, la que la condujo por este camino. Tras esta experiencia, empezó a observar que lo que ella había vivido no era excepcional, ya que se repetía incontables veces en otros relatos.

Lo que sucede es que, a pesar de las leyes y recomendaciones, el escenario no cambia; por el contrario, se repite y crece cada vez más. “Hay una epidemia de cesáreas”, afirmó Cano.

La idea de que un parto vaginal es riesgoso luego de haber atravesado esta intervención quirúrgica “se reproduce cuando una va al médico, es lo que opina la mayoría de los profesionales”. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice todo lo contrario, explica la docente y doula: “Recomienda siempre intentar un parto vaginal después de una o más cesáreas”.

¿Por qué, entonces, profesionales de la salud siguen insistiendo en esto? Uno de los factores importantes es el económico. Es que, aunque en términos financieros tienen costos similares, la cantidad de cesáreas que se pueden programar en una agenda siempre es mayor a la de partos, ya que estos son procesos fisiológicos que dependen de cada cuerpo y cada circunstancia.

“Tienen muy asociado el riesgo al parto fisiológico en vez de a la cesárea como lo que es: un procedimiento quirúrgico, una cirugía que conlleva sus riesgos porque tiene anestesia, se corta la piel, se expone a hemorragia, infecciones, la posibilidad de que en un próximo embarazo la placenta se ubique de una forma perjudicial. Hay un montón de factores que desestiman”,  detalla, probablemente por comodidad y porque es lo que el sistema médico enseña a profesionales de la salud. 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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De todas formas, en las instituciones “no esperan ni los tiempos fisiológicos de la mujer ni los del bebé, que es quien desencadena el trabajo de parto”. Pensando en la semana de gestación como único factor, asegura Beatriz Cano, realizan intervenciones, programan inducciones que, si son insuficientes o fallan, derivan directamente a una cesárea. Y así, incluso nacimientos que se esperaban vaginales terminan sucediendo mediante una operación.

Son múltiples los argumentos a los que obstetras recurren para sugerir cesáreas que, la mayoría de las veces, no están relacionados con causas reales de salud: estrechez de cadera, embarazos gemelares, cesáreas previas, riesgos generales. De hecho, son las mismas personas embarazadas las que deciden parir por cesárea, pero muchas veces conducidas por un miedo instalado por profesionales de la salud.

El trabajo de parto suele demorarse. Muchas veces, simplemente hay acompañar y esperar –quizás quien va a parir necesita descansar, comer, tomar agua–, pero es algo que los protocolos de los hospitales y clínicas no contemplan.

Sin embargo, ante un trabajo de parto extenso, médicos y médicas recurren a distintas intervenciones para acelerar el proceso, como el uso de oxitocina sintética, o la rotura de membranas o de la bolsa. Estas intervenciones, explica Cano, conllevan riesgos: puede detenerse el trabajo de parto o, incluso, con los sucesivos tactos, puede ingresar al cuerpo algún virus. Cuando esto sucede, derivan a cesárea y el círculo vicioso se completa.

 

Derechos versus el paradigma médico hegemónico

La Ley 25929 de Parto Humanizado parece ir contra el paradigma médico hegemónico, así como contra los protocolos de hospitales e instituciones que no esperan los tiempos fisiológicos de las mujeres y otras personas gestantes, ni respetan sus decisiones. Se prioriza el control y la comodidad de profesionales mediante la sobreintervención. En una operación se puede controlar todo el proceso, lo que no se puede hacer en un parto fisiológico. Por eso, Beatriz Cano afirma que la epidemia de cesáreas “es una forma más de control del cuerpo de las mujeres”.

Ya en 1985, la OMS advirtió que las cesáreas deben ser entre el 10 % y el 15 % del total de los partos, algo que no se respeta a nivel mundial. En Argentina, por ejemplo, siempre la tasa de cesáreas es más alta en el sistema privado –alrededor del 60 %, asegura Cano– que en el público –alrededor del 40 %–.

Hay que tener en cuenta que, cuando esta intervención quirúrgica se justifica desde un punto de vista médico, contribuye a disminuir la mortalidad y morbilidad materna y perinatal. Sin embargo, no existe evidencia de los beneficios de la cesárea en la salud de personas gestantes ni en la de recién nacidas cuando la cirugía es innecesaria.

Las situaciones por las que sugieren realizar una cesárea son pocas: por ejemplo, posición transversa del bebé, placenta previa oclusiva total, sufrimiento fetal o una afección ocular específica. Ser joven, de cuerpo pequeño o tener poca dilatación no son argumentos médicos. Además, hay que tener en cuenta que la cesárea no solo trae consecuencias a nivel físico, sino también emocional. Puede suceder que la cirugía, la anestesia y el dolor dificulten el vínculo entre quien acaba de parir y su bebé. “Siempre estamos tratando de negociar lo que en realidad es un derecho. Los protocolos de las instituciones van en contra del parto respetado. Muchas veces hablan del parto respetado como si fuera una moda o una elección, y en realidad es una ley”, reclama Cano.

 

La experiencia de dos cesáreas

Beatriz Cano tiene dos hijos. Ambos nacieron por cesárea, pero las dos experiencias fueron bien distintas. Con el primero, ella era muy joven y no contaba con la información a la que tuvo acceso después, a través de la red de mujeres. En el quirófano, la maltrataron, la ataron a la camilla y nunca le preguntaron cómo se sentía. No pudo tener a su hijo en el momento porque se lo llevaron.

Tener contacto con mujeres que habían tenido un parto vaginal después de la cesárea fue lo que le permitió pensar nuevamente en la posibilidad de gestar. Antes de eso, creía que eso estaba totalmente prohibido, pero aprendió que no con las que ya habían hecho su camino. Con el tiempo, se formó en acompañamiento perinatal y empezó a acompañar como doula; por eso, no solo sabe de su camino, sino también del de otras, la búsqueda, lo que pasa en hospitales y clínicas.

Beatriz Cano con su compañero y sus dos hijos. Fotos: cortesía Beatriz Cano

Con el segundo, “no quería saber nada con la institución”. Recorrió consultorios de obstetras para averiguar por la posibilidad de tener a su hijo por parto vaginal, y ninguno accedió. Le hablaron de los riesgos, le dijeron que le iba a estallar el útero.

“El riesgo real, según estudios, de una rotura de útero por un parto vaginal después de cesárea es del 0,01 %. Tenía el 99,9 % de posibilidades de que no pasara nada. ¿Por qué se quedan con ese 0,01 % y vuelven a practicar una cirugía mayor, que tiene sus riesgos, que implica una recuperación más lenta, más larga, más dolorosa?”, se preguntaba.

Entonces había optado por tener un parto en el domicilio, asistida por una licenciada en obstetricia que, de acuerdo con la regulación de su ejercicio profesional, tenía legalmente habilitada la asistencia a nacimientos domiciliarios entre la semana 37 y la 42 de gestación. El embarazo de Beatriz superó ese tiempo y, para no parir sin asistencia, volvió a la institución. Allí le dieron unos días y programaron una cesárea. Esta segunda experiencia fue distinta: a su pedido, entró desde el principio su compañero, que pudo cortar y quedarse con el cordón umbilical.

La intervención quirúrgica se complicó: hubo un corte en la vejiga –por error del obstetra– y una parálisis de los intestinos –probablemente debido a la anestesia–. Su internación duró dos días, como si el procedimiento hubiera salido normal, pero tuvo que ser ingresada nuevamente para hacer un tratamiento después de haber recibido el alta.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Hoy, Beatriz Verónica Cano participa de Mao, una red por el parto respetado, y de una agrupación de doulas que se llama Mamíferas de Raíz. En esos espacios, y otros, siempre intercambian información, actividades y acompañamiento que abren a todas las embarazadas que quieran atravesar con ellas su proceso. Incluso tienen un grupo de WhatsApp al que suman a quienes, en este camino, necesiten contención e información.

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