La vereda del sol

Como parte de la señalización de los sitios de la memoria, fue recordada públicamente el 28 de agosto la Facultad de Antropología Escolar, a 50 años de su creación y a más de 36 de su desaparición por parte de la dictadura. Dos placas fueron descubiertas en el espacio de su última sede, una en nombre de Daniel Olivencia, egresado de Psicología también desaparecido. El trabajo de la Comisión por la Memoria y la emoción de las y los sobrevivientes.

La vereda del sol

Foto: Axel Lloret

Sociedad

Unidiversidad

Sebastián Moro

Publicado el 31 DE AGOSTO DE 2013

“Pensaba anoche en la última vez que estuve en esta esquina, en este lugar, lugares por los cuales nosotros después, como protección ante el dolor, no volvimos a pasar. No había vuelto a pasar por acá. Pero sí sé que la última vez que estuve parada en esta esquina, estaba de la mano de Daniel y tenía a la Victoria en la panza”. La esquina es la de Martínez de Rozas y Rufino Ortega, en el corazón paquete de la quinta sección en la Ciudad de Mendoza. Daniel es Olivencia, desaparecido por la dictadura cívico militar en San Juan, el 2 de enero de 1977. Victoria es su hija y la de Ana Montenegro, militante y referente por los derechos humanos, quien revivió el 28 de agosto de 2013 la historia que surcó sus vidas y la de miles de argentinas y argentinos.

La Facultad de Antropología Escolar fue creada el 28 de agosto de 1963, como parte de lo que se conoció como “universidades provinciales”. Durante los primeros años 70, hasta su clausura en abril de 1977, fue junto a la Escuela Superior de Comunicación Colectiva, uno de los faros de cambios pedagógicos e institucionales promovidos por la militancia estudiantil y por docentes comprometidos. Contaba entonces con cinco carreras, Psicología, Pedagogía y tres carreras de Educación Diferencial. La reestructuración de Psicología, llevó, por ejemplo, la matrícula de 490 estudiantes a 900 en 1974. Entre sus docentes destacaron Enrique Dussel, Ezequiel Ander Egg, Juan Manuel Valverde, Mario Franco, Julia Fernández y Hugo Sánz.

La reconstrucción histórica de la FAE ha sido impulsada por una Comisión de ex alumnos y docentes, a través de la iniciativa del gobierno provincial y del diputado Alejandro Viadana y la senadora Alejandra Naman, para cumplimentar con la ley que además de indemnizar a estudiantes, docentes y no docentes, establece la señalización de sitios de la memoria. La esquina, actualmente un monoblock de departamentos, se constituyó en solar, luego del acto en el que las y los sobrevivientes dieron sus testimonios y fueron descubiertas dos placas, por el profesor Valverde y la ex estudiante Patricia Ortega. Una, en conmemoración de Daniel Olivencia, egresado desaparecido en la última dictadura y la otra, en memoria de la FAE, al cumplirse 50 años de su creación.

La alegría por tanto reencuentro y reivindicación fue el espíritu que recrearon las más de cien personas presentes, el presentador Matías Perdomo Larrea y funcionarios como el vicegobernador Carlos Ciurca, el ministro de Desarrollo Social y Derechos Humanos, Guillermo Elizalde, la subsecretaria de Justicia, Romina Ronda, la subsecretaria de Derechos Humanos, María José Ubaldini, el director de Promoción de Derechos Humanos, Emilio Báez y los encargados de las áreas de Derechos Humanos de Las Heras, Luján y Capital, con Luz Faingold como anfitriona del acto.


Vos, Facultad de Antopología Escolar

María Teresa Carrer, ex decana durante la última etapa de Antropología Escolar, la más rica en cuanto a militancia y renovación pedagógica, abrió el acto reivindicatorio desde la vereda de Martínez de Rozas al 800, sede última de la Facultad: “Hace poco más de 40 años tuve el privilegio de asumir como decana gracias al trabajo incansable de los estudiantes, que buscaban impulso a nuevos planes de estudios que sirvieran como herramienta de diagnóstico y denuncia de la realidad, y así redefinir una política científica y cultural solidaria y relevante”.

Carrer destacó la lucha de los alumnos para jerarquizar una universidad abierta, con cogobierno asambleario, que logró derogar medidas restrictivas a sus profesionales. Por caso, “los licenciados en Psicología sólo podían ejercer en escuelas primarias”, o el impedimento que a las y los estudiantes les significaban “las capacitaciones, únicamente en facultades privadas y de elevadas cuotas”. El Centro de estudiantes se convirtió en “motor y acelerador de las luchas. Condujo los reclamos hasta el advenimiento del gobierno peronista, cuando se hizo una toma de cinco días y se obtuvo mi designación, algo que yo no buscaba. En junio de 1973 me entregaron las llaves del viejo y recordado caserón existente en este lugar”.

La nueva estructuración de Antropología consistió en un sistema de áreas pedagógicas “superador del tradicional, de cátedras individuales, cerradas y autocráticas. Su fin era centralizar distintas disciplinas alrededor de una problemática común. Las áreas curriculares pasaron a formar parte de las unidades básicas de la reestructura universitaria”. Lo revolucionario en lo pedagógico se replicó en lo político-administrativo: “La representación igualitaria de docentes y alumnos en las mesas de trabajo y la elaboración conjunta de contenidos y tomas de evaluación, muestran nuestro carácter netamente democrático. El fin de los nuevos planes buscaba insertar a la universidad en la realidad, para proporcionar alternativas a sus problemas y formar compromisos existenciales con responsabilidad ético-social de sus profesores, estudiantes y egresados”.

“Les ruego perdonen esta brevísima historia”, emprendió en el cierre de su alocución María Teresa Carrer. Su voz emocionada y firme, comprometida y docente, contó la historia por primera vez en público: “Los grandes ideales que nos guiaban, por los cuales luchábamos, fueron interrumpidos brutalmente por el golpe del 76. Estos principios se mantienen en muchos de aquellos estudiantes que hoy, integrando la Comisión, han logrado la sanción de una ley de reparación para quienes fueron expulsados e impedidos de seguir, luego de la clausura violenta y arbitraria de la Facultad. Hoy varios tenemos la suerte de seguir viviendo en Mendoza, de seguir con vida. Por desaparición o exilio forzado, otros no. Hay que reconocer a aquellos compañeros. Y a la querida FAE, que la dictadura convirtiera en otra desaparecida”.


Julio Ciurca, ex alumno, habló en representación de sus compañeros, sobre lo que en la Comisión consideran “un sueño”: “Parece mentira pero no se comprendía por qué buscar una ley de reparación histórica por esta institución. La mayoría desconocía de qué se trataba. Algo había logrado la dictadura: borrarla de la memoria colectiva. Los compañeros pelearon para que esto no quedara así. Y lo lograron”.

En un puntualizado discurso, Ciurca recuperó aquella historia pretendidamente borrada: “Antropología Escolar cumpliría 50 años este 28 de agosto. Tenía apenas 14 cuando se provocó su desaparición por la dictadura asesina. Su cierre y desaparición no fueron casualidades. Qué fue, qué representó, qué intereses motivó y tocó, cuánto creció, lo explican. Por utopías de una generación maravillosa, acompañada por gobiernos populares como el de Martínez Baca y su ministro de Educación, Francisco Reig, fuimos avanzando hacia la transformación, con el fin de poner la Facultad al servicio de los intereses nacionales y populares. Su plan de estudios por áreas fue ejemplo para toda Latinoamérica. Fuimos capaces de romper con una concepción totalitaria y de propiedad privada del saber. La FAE no estuvo sola en este camino. Nos acompañamos con el resto de las facultades provinciales, Asistencia Social, Arte, Turismo, Comunicación Colectiva”.

Hacia 1975, durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón se produjo la intervención de todas las universidades nacionales del país, como parte central de la “Misión Ivanissevich”, con personeros del establishment en las provincias, “haciéndose cada vez más difícil sostener los cambios en marcha”. Comenzaron “el retaceo presupuestario y la sistemática trabazón burocrática, nos hacían notar que no estábamos en los planes de la educación provincial. Explotó la persecución a las organizaciones políticas populares en todos sus frentes. La FAE no quedó ajena. El presidente del Centro de estudiantes, Daniel ´El Pelado´ Olivencia, fue apresado por la Federal y luego víctima de un atentado con explosivos. Se cobraban su compromiso militante y también el haberse traído media Facultad del Aconcagua a esta, que era pública, abierta y con espíritu crítico. El hostigamiento provocó la ida de Daniel, junto a su familia, hasta su desaparición. No fue el único, hubo otros compañeros de las Escuelas, desaparecidos. Como el Billy (Lee Hunt), militante y juglar, que alegraba nuestras asambleas”.

La concreción del aniquilamiento de la FAE se dio administrativamente en 1977, tras las suspensiones y expulsiones de estudiantes y docentes, más la destrucción de toda la documentación de la institución por considerarla subversiva. “Se repartieron el botín, parte de los estudiantes se fueron a la Universidad Nacional de San Luis, pero el grueso fue traspasado como resarcimiento a la Facultad del Aconcagua”. No sólo se transfirió el alumnado, “además el Estado provincial le pagó subsidio por cada estudiante”. Sin embargo, “no lograron borrar de la memoria tamaña hazaña educativa, esta Facultad demostró que se pueden lograr transformaciones, romper con la propiedad privada del saber, socializar y democratizar la educación universitaria para encarar la transformación de un hombre nuevo. Lo tuyo facultad no puede ser en vano. En un futuro no muy lejano quizás te veremos renacer”, interpeló Ciurca.

Los amores de Daniel
El clamor final de “ahora y siempre”, en el grito colectivo de los compañeros y compañeras de María Victoria Olivencia, “Vicky”, mecieron las lágrimas al borde de sus palabras, pensadas en Daniel, su padre: “Es la primera vez que se le hace un reconocimiento a ese valiente y hermoso hombre que fue capaz de darlo todo. Comprometido, inteligente, de mirada profunda. Sencillamente fue una buena persona. Egresó como psicólogo de Antropología Escolar, lugar que tuvo que ver directamente con mi existencia. Allí fue donde mi padre y mi madre se conocieron y decidieron compartir un camino y una lucha, formando parte del movimiento estudiantil”.

Pocas líneas más de lectura alcanzaron para que la sonrisa de Vicky emergiera “por esta mañana de sol” como irradiaría Ana Montenegro, su mamá, minutos después. Dijo Victoria: “La vida siempre se abre paso y emerge implacable. En cada hijo, en cada nieto que recupera su historia, en cada juicio que envía a los genocidas a las cárceles, en cada relato de los compañeros. La búsqueda de la memoria es necesaria y reparadora. Agradezco éste y todos los lugares que recuerden que la lucha y los sueños valen la pena, que aún estamos vivos, que sabemos lo que queremos y que somos miles los que caminamos orgullosos la senda de memoria, verdad y justicia. Como Daniel y Ana, que me transmitieron la historia del amor y el compromiso. No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos”.



El sol, peronista en su caso, alumbró las lágrimas y sonrisas de Ana Montenegro, una vez que se abrazó con su hija. De pie, frente a rostros conocidos y no tanto, dijo: “Encontrarme con sus caras, en esta trama que hemos ido construyendo, hasta hace unos años me dejaba en el lugar de sobreviviente. Pero hoy estamos vivos y transitamos un trayecto nacional y popular muy parecido a lo que nosotros soñamos y por el cual estábamos dispuestos a dar la vida. Quien no entiende esto, quien limita, quien boicotea y desarma este proyecto, se para en la memoria desde un lugar absolutamente retrógrado y con imposibilidades de continuar este sueño”.

“La Facultad de Antropología fue un modelo de educación, de aprendizaje y de ciencia al servicio de la inclusión. Esta ley reparatoria culminaría su misión si logramos una Facultad de Psicología estatal. Porque el primer pecado de Daniel fue desafiar el poder económico y que los alumnos de la Aconcagua se vinieran acá. Fue un golpe al poder económico de Mendoza”.

"Este reconocimiento es por Daniel, por mi hija Victoria, por mi hijo Gudy, mi compañero inclaudicable, por ustedes, por todos los hijos, por mis amores y amigos de siempre. Nosotros tenemos una frase: ´hay equipo´. Hay equipo para seguir bancando este sueño, para que la memoria crezca irremediablemente en cada lugar, en cada piedra. Para no bajar los brazos, para que este proyecto nacional y popular se continúe y fortalezca. Como militante de derechos humanos, como militante de cada lugar de trabajo, pido que no bajemos los brazos, que renovemos nuestro compromiso y que aquellos que han tenido y tienen su triste papel de alcahuetes serán condenados por la mediocridad y el gorilismo. A nosotros nos eleva y nos pone en el camino de la consolidación de los sueños que como generación tuvimos”.

facultad antropología, memoria, lesa humanidad, dictadura, desaparecidos,