Macron y la difícil misión de reconciliar una Francia dividida

El enfrentamiento entre “apocalípticos e integrados” con la Unión Europea, el crecimiento de sentimientos contra inmigrantes y el islam, la constante amenaza terrorista, la desocupación y un hastío generalizado con los partidos tradicionales dan forma a un contexto minado para el flamante mandatario.

Macron y la difícil misión de reconciliar una Francia dividida

Emmanuel Macron asumió la presidencia de Francia con la mirada puesta en las elecciones legislativas del mes de junio. En esa instancia buscará tener la mayoría parlamentaria. Foto: Univisión Noticias.

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Analía Boggia para Unidiversidad

Publicado el 15 DE MAYO DE 2017

Con la mirada puesta en las elecciones legislativas de mediados de junio, Emmanuel Macron asumió este domingo 14 la presidencia de Francia y se convirtió en el mandatario más joven de ese país desde 1848. Hoy, en su debut en el ejercicio de la máxima investidura, visitará en Berlín a la jefa del gobierno alemán, Ángela Merkel, un guiño en plena sintonía con la postura proeuropea que siempre ha defendido. El horizonte cercano que espera a este exbanquero, egresado de una de las instituciones más prestigiosas en la formación de la Ciencia Política –la Escuela Nacional de Administración–, no parece ser muy alentador.

Macron tiene por delante el cumplimiento de una larga lista de objetivos. El más urgente será conquistar a un gran número de franceses decepcionados, que creen que lo peor que le pudo pasar a Francia es formar parte de la Unión Europea y que ven en los dictados de Bruselas el enemigo N.° 1 de la soberanía de su pueblo. Quizás por eso, ayer en su discurso inicial habló de “devolver a los franceses la confianza en sí mismos”. Macron deberá incluir también en sus planes a miles de desocupados (a fines de 2016, la tasa trepaba al 9,7 %, que representa a casi 600 mil personas) y reconciliar un país dividido por sentimientos antimigratorios e islamófobos, cuyos votantes encontraron cobijo en el ultraderechista Frente Nacional de Marine Le Pen.

Todo eso deberá hacerlo con una agenda marcada por la lucha contra el terrorismo, una de las deudas pendientes que deja el gobierno saliente de François Hollande, víctima de numerosos atentados (Charlie Hebdo, el múltiple contra el Teatro Bataclan y bares en París, y el de Niza, por mencionar los que más víctimas tuvieron) y que justamente nunca mostró una posición demasiado clara frente al conflicto.

Si bien Macron obtuvo en el ballotage del 7 de mayo el 66,1 % de los votos, hay 16 millones de votantes que se abstuvieron de participar o lo hicieron para dar un voto en blanco (12 millones de abstenciones y 4 millones de votos en blanco o anulados), lo que se presenta como un presagio de lo que podría ocurrir en las legislativas que se realizarán del 11 al 18 de junio próximos. Se trata de una elección clave para el presidente francés, quien debería cosechar entonces las mayorías necesarias para que el Parlamento lo acompañe en los próximos meses, junto con un consenso que le permita nombrar a su primer ministro y le dé garantía de gobernabilidad.

Macron tiene a su favor la posición centrista que abraza, pues él mismo se autodefine por “haber tomado lo mejor de la derecha y de la izquierda”. Esto se muestra como una fortaleza, ya que existe una gran crisis representativa de los partidos tradicionales, en la cual el ciudadano francés promedio adhiere a una postura crítica “a todo”, abonada por el hastío que tienen las clases medias con los constantes hechos de corrupción y nepotismo cometidos tanto por el socialismo como por la derecha.

Hay que recordar el caso reciente de François Fillon, del partido de derecha de Nicolas Sarkozy, que hasta fines de 2016 era el favorito en las encuestas para ser presidente, pero que se quedó en el camino luego de que se descubriera durante la campaña que tenía empleadas a su esposa e hijas como “ñoquis” del Estado. Terminó tercero en la primera vuelta y afuera del balotaje.

Los analistas coincidían ayer en que los detalles elegidos por Macron para su ceremonia de asunción, en la que apeló a los elementos más tradicionales del protocolo, con reminiscencias a Charles De Gaulle y Jacques Chirac, no parecen dar señales muy revolucionarias de lo que serán sus cinco años al frente de la presidencia. En esas evaluaciones tampoco queda fuera el rol preponderante que tiene la primera dama, Brigitte Macron, principal consejera del mandatario.  

Es cierto que el joven político tiene como único antecedente en cargos públicos haber sido ministro de Economía de Hollande y acaba de llegar al poder de la mano de un partido nuevo (En marche!  –Andando!–), creado por él para estas elecciones. Luego de un debut exitoso en las presidenciales, en un balotaje en el cual se enfrentaba nada menos que a Le Pen, que representa lo peor de la derecha, ahora deberá demostrar que está a la altura de las circunstancias y que la falta de experiencia que le achacan sus opositores es una ventaja y no un obstáculo. Tiene un mes por delante para prepararse.

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