¿La inteligencia artificial está matando nuestra creatividad?
Mientras una parte de la sociedad cree que estas herramientas nos hacen menos creativos y nos lleva ...
03 DE OCTUBRE DE 2024
Esa es la visión de la becaria del Conicet María Florencia Linardelli, que analiza cómo afecta el COVID-19 a las miles de personas que dejaron su hogar en busca de un futuro mejor. La situación en Mendoza.
Foto publicada en www.abc.com.py
Mientras más restrictivas son las leyes migratorias de un país, más problemas de salud generan, no solo para el colectivo de personas que abandona su lugar de origen, sino para toda la sociedad. Esta conclusión que comparte la becaria del Conicet María Florencia Linardelli toma dimensión en tiempos de pandemia, porque subraya que mientras más obstáculos enfrentan los y las migrantes para acceder a servicios básicos de salud, esto no solo los afecta a ellos y ellas, sino que es un problema de salud colectiva en las sociedades de recepción.
Linardelli, licenciada en Trabajo Social y especialista en Salud Mental, estudia la relación entre migración y salud. Desde esa visión, asegura que los y las refugiadas y migrantes son una población vulnerable, a quienes la pandemia afecta especialmente por las condiciones en que viven y trabajan en muchos de los países de destino.
La profesional describe la situación de este colectivo tanto en Europa como en América, con especial atención en Argentina y en Mendoza. Destaca la importancia de diferenciar dos conceptos: el de refugiado, que es la persona que se ve obligada a abandonar de manera compulsiva su lugar de origen por conflictos armados, violencia o persecuciones políticas, religiosas o raciales, y el de migrante, que decide dejar su lugar de origen en busca de mejores oportunidades y de un nuevo proyecto personal, familiar y laboral.
Linardelli comparte no solo su visión sobre la situación de los y las migrantes en tiempos de pandemia, sino que también arriesga algunas de las preguntas que se incluirán en los debates que vienen, relacionados con el movimiento de personas en un mundo globalizado y con la necesidad de que el sistema de salud está en manos del Estado. Aquí, parte de las reflexiones que compartió con Unidiversidad.
Sin dicotomía: con un pueblo enfermo, no hay economía
No hay dicotomía: simplemente, porque no hay economía posible con un pueblo enfermo, una necesita de la otra. Por eso, la pandemia obliga a los Estados -sin importar sus regímenes- a replantearse nuevas estrategias de supervivencia política, económica, social y cultural.
Sin acceso a la salud
¿Cuál es la realidad de los migrantes frente a la pandemia del COVID-19?
Hace varias décadas se dispone de investigaciones que cruzan las relaciones entre migración y salud, y lo que se puede constatar a nivel global es la enorme dificultad de acceso a la atención médica de las personas migrantes, con mayor profundidad para los y las refugiadas. Una situación de pandemia como la del COVID-19 pone en mayor riesgo a los grupos de migrantes, refugiados, al conjunto de personas que están desarraigadas.
¿Puede describir cuál es la situación de estos grupos a nivel mundial?
Respecto de los refugiados en países de Europa y en Estados Unidos, la situación es muy crítica. Por un lado, Europa tiene campos de refugiados, uno que se hizo conocido por las lamentables condiciones en las que están las personas se llama Moria y está en Grecia, donde conviven 20 mil personas en un espacio que fue pensado para 3000. La preocupación por la llegada del virus es enorme, porque las condiciones son muy precarias, hay una enorme situación de hacinamiento; la posibilidad de la higiene, de lavarse periódicamente las manos, de higienizar los alimentos, es ínfima, al igual que el acceso a la atención médica. Luego tenemos una situación crítica en los campos de detención de migrantes que hay en Estados Unidos, donde una enorme cantidad de personas están bajo la custodia de los servicios de inmigración, y donde ya han denunciado casos de COVID-19. Aquí la situación también es crítica: hay legisladores del partido de la oposición que han equiparado estos lugares con campos de concentración.
A diferencia de los refugiados, ¿cuál es la situación de los y las migrantes?
Podemos diferenciar entre lo que pasa en lo que se denomina norte global (Europa y EE. UU.) y América Latina y el Caribe, que son dos situaciones distintas. Si nos enfocamos en el norte, hay muchas investigaciones disponibles sobre la falta habitual de acceso a la atención médica en estos países, especialmente en EE. UU., que señalan razones vinculadas con el idioma, con la política migratoria, con los costos que tiene la atención médica para quienes no tienen seguro. Esto lo hemos visto de manera muy concreta con la pandemia, por ejemplo, en Nueva York, que es uno de los sitios más afectados por el virus, se difundió que del total de las muertes, 34 % son latinos. Este número tan brutal vuelve a marcar las enormes dificultades de acceso a la atención médica en un contexto en el que solicitar ayuda puede implicar verse expuesto a la detención, donde la regularidad migratoria es un requisito para la atención y donde los costos de atención son altísimos. Lo que está mostrando la pandemia es esta cruel paradoja que les reserva la globalización neoliberal a las y los migrantes: ser expulsadas de sus lugares de vida, insertarse a través de caminos muy complejos en sus lugares de recepción, que hacen uso de su trabajo, pero que no están dispuestos a brindar atención médica básica. De alguna manera, lo que podemos encontrar con esto es cómo la pandemia viene a explicitar, profundizar y poner en evidencia desigualdades sociales aberrantes que hemos venido viviendo con una cierta naturalización.
Esta discusión de si los y las migrantes deben recibir atención médica básica es algo que se instala cada tanto.
Es una discusión que ha circulado como algo que hay que preguntarse. Hoy lo que nos muestra de manera muy contundente la pandemia es que la salud siempre es colectiva. Esa ficción de que somos individuos separados y que cada uno o una puede gestionar su propio riesgo dándose condiciones de vida adecuadas se pone en cuestión con esta pandemia: vemos de qué manera las personas estamos profundamente ligadas y cómo nuestra suerte y nuestro destino dependen del destino colectivo. Más allá de las fronteras que trazamos y que pretendemos funcionen como protección, lo que hemos visto es que algo tan pequeño como un virus traspasa esas fronteras, y nos muestra esta dependencia y esta fragilidad colectiva que tenemos. En este último tiempo, hemos estado pensando desde las ciencias sociales de qué manera esta pandemia nos está mostrando de una manera muy brutal los enormes problemas y desigualdades sociales, y cómo esto se constituye en un asunto vital y de salud para las personas. En este sentido, es importante destacar de qué manera las legislaciones migratorias se vuelven asuntos de salud pública. En concreto, mientras más restrictiva es la legislación o la regulación migratoria, mayores problemas de salud trae para los colectivos migrantes, pero también para la sociedad en su conjunto. Hay situaciones muy dispares. EE. UU. tiene una ley migratoria sumamente restrictiva por la que para acceder a la atención médica se exige la regularidad migratoria; esto limita, obviamente, las posibilidades de consulta a los servicios médicos. Al interior de América Latina y el Caribe, hay países que siguen esta línea de tener regularidad migratoria para brindar atención, por ejemplo, en Chile, y Argentina es un caso distintivo porque tenemos una ley de 2003 que estableció que no se le puede negar la atención médica a nadie basándose en su estatus migratorio, y eso nos puso con una legislación de avanzada en la región. Sin embargo, más allá de este marco amplio de derechos humanos en nuestra legislación, en la práctica, lo que encuentran las personas migrantes es una innumerable cantidad de obstáculos para acceder a la atención médica en condiciones habituales; imaginemos en condiciones de pandemia.
Trabajadores golondrina varados en Mendoza y el drama del retorno
Luego de esperar varias horas, días, con más dudas que certezas, un grupo de trabajadores golondrina logró subirse a tres colectivos que partieron rumbo a Jujuy y otro a Salta, luego de terminar su trabajo en la cosecha en Mendoza.
La situación en Argentina y Mendoza
¿Cuál es la situación de los migrantes en Argentina?
Argentina históricamente ha sido un país de recepción de migrantes. En las últimas dos décadas, los países que han predominado en los flujos migratorios son Bolivia y Paraguay. Es importante destacar la construcción de nichos de ocupaciones o segmentos destinados a personas migrantes, que en general tienen que ver con la informalidad; por ejemplo, en todo el país, los migrantes de origen boliviano se insertan en la agricultura, en el trabajo en los hornos de ladrillo, en todo lo que tiene que ver con los talleres textiles clandestinos. En ese marco, lo que vemos es la persistencia de la informalidad laboral, que de hecho es un problema estructural de la Argentina, pero los migrantes tienen condiciones de vida y trabajo que se tornan críticas en un contexto de pandemia, además de un contexto restrictivo de acceso a la atención, vinculado con prácticas discriminatorias en los servicios de salud. Sin embargo, en este contexto de mayor vulnerabilidad de la población migrante, hay que destacar que tenemos leyes migratorias que al menos no exigen la regularidad migratoria para acceder a atención médica básica, algo que no sucede en otros países de la región y del mundo.
¿Cuál es la situación en Mendoza?
Hemos vivido este último mes una coyuntura bien crítica respecto de la migración. Mendoza sostiene, y esto es un rasgo histórico, sobre todo su periodo de cosecha con trabajadores golondrina que vienen del noreste del país y de Bolivia, que es habitual que residan en los predios de trabajo, en lugares muy precarios, sin acceso a servicios básicos. Marzo y abril son meses de mucha circulación migratoria y coincidieron con las medidas de aislamiento social, que no alcanzaron ni suspendieron la actividad agrícola en la provincia. Entonces, lo que hemos visto en los paisajes agrícolas es que se continúa trabajando, que muchos de los trabajadores eran migrantes internos o internacionales y en estos días que se ve la finalización de la actividad se ven impedidos de volver a su lugar de origen. Una situación concreta fueron los migrantes varados en la terminal, porque no se autorizaba el traslado a Jujuy. Ahí queda en evidencia esta contradicción: se sigue trabajando, los trabajadores siguen siendo reclutados; sin embargo, cuando se interrumpe la producción, se termina la cosecha, quedan a su suerte de ver cómo vuelven a sus comunidades de origen, a que se autorice o no que retornen, o que en las provincias donde estén les den condiciones mínimas de alojamiento. Como vemos, aparecen desafíos específicos que vuelven a mostrar situaciones históricas de desigualdad que también han sido naturalizadas. Esta práctica extendida del empresariado agrícola local, de tener a personas viviendo en los predios de trabajo, también esta naturaliza y, sin embargo, cuando acontecen situaciones como las de la pandemia, lo que vemos es la enorme afrenta para la vida y la salud colectiva que significan estas condiciones de vida y trabajo, en una población que se ve impedida de suspender la actividad laboral porque está en situación de informalidad y con dificultades para acceder a las políticas de protección social.
"La migración es imposible de detener"
La Unión Europea (UE) creó un espacio que permitió la libre circulación de los ciudadanos de los países que la integran y cerró sus puertas a los extranjeros que pretendían vivir en esas tierras, un intento imposible, según la investigadora del Conicet María Rosa Cozzani.
Cierre de fronteras y discusión a futuro
¿Qué significa para el colectivo migrante el cierre de fronteras que implementaron en mayor o menor medida muchos países?
Hasta antes de la pandemia, teníamos la idea de que las fronteras estaban abiertas, pero podemos pensar en las imágenes de familias cruzando el mediterráneo para ingresar a Europa o lo que pasa con las personas que tratan de cruzar la frontera entre México y EE. UU. Entonces, la idea de que estábamos con fronteras abiertas y que ahora se han cerrado puede ser puesta en cuestión. Sin embargo, no podemos negar que el cese de la circulación aérea y terrestre en todos los países y sucediendo de manera simultánea es una situación novedosa que tiene implicancias muy particulares para las poblaciones migrantes. Me gustaría detenerme en la situación de la migración intrarregional de América Latina y el Caribe, donde la circulación entre fronteras es bastante habitual. Es decir que al interior de nuestra región se dan movimientos migratorios que tienen la característica de que –aunque son personas que cambian su lugar de residencia– tienen retornos periódicos a sus lugares de origen, algo que no sucede en Europa ni en EE. UU. Esto en Argentina lo conocemos muy bien, si pensamos que nuestro país ha sido receptor históricamente, pero sobre todo en las últimas décadas, de ciudadanos y ciudadanas originarios de Bolivia y Paraguay. El cierre de fronteras limita seriamente esta circulación fluida, pero también hay un asunto vinculado con las remesas y lo que en el campo de los estudios migratorios se conoce como las redes o las cadenas migratorias, que son todas esas relaciones, transferencia monetarias, apoyos, ayudas, ofrecimientos que las personas migrantes se dan entre sí para lograr estructurar sus recorridos migratorios, así como toda la organización de los cuidados, de las maternidades trasnacionales. Todo este tipo de vínculos fluidos que hay entre la sociedad de origen y la de recepción, obviamente se ven interrumpidos con este tajante cierre de fronteras, con la limitación a la circulación de personas, pero también con las limitaciones que vamos a tener de manera muy concreta, por ejemplo con el envío de remesas de las personas migrantes a sus lugares de origen. Cerrar fronteras significa para los migrantes mucha incertidumbre, una mayor fragilidad de sus vínculos familiares, de su situación económica, de su posibilidad de brindar cuidados y ayuda monetaria a sus familias en su lugar de origen.
Los migrantes: el enemigo externo
En momentos de crisis se busca un culpable, se construye una figura que es la responsable de la inseguridad, del desempleo, de las dificultades para acceder al sistema de salud y de educación.
Esta situación de pandemia reavivó en algunos lugares esta visión del migrante como enemigo, propia de los discursos nacionalistas. ¿Cuál es su visión a futuro?
Esta pregunta me conectó con un debate público que hay en el campo de las ciencias políticas y sociales sobre si esta situación tan excepcional de pandemia va a abrir un escenario más progresista o más fascista, por decirlo rápidamente. Si lo que va a primar es una construcción más solidaria social, al haber percibido con tanta claridad la idea de que somos un colectivo y que nuestros destinos son comunes, o si va a primar una construcción donde el Estado va a tener una renovada presencia, pero va a ir en favor del control, de la limitación de la libertad y del movimiento. Creo que si hay algo que se ha puesto con mucha contundencia sobre la mesa es la importancia de que ciertos servicios estén en manos públicas, del Estado, es decir que no queden sujetos a la lógica mercantil; en el caso de los servicios de salud, esto ha marcado una diferencia rotunda en el curso de la pandemia en distintos países. Aun con las enormes limitaciones que tenemos en Argentina por la crisis económica y de endeudamiento que estamos transitando, la existencia de un sistema de salud público muy debilitado y desfinanciado, pero con una trayectoria tan extensa, ha marcado una diferencia. Haber recuperado un Ministerio de Salud que tiene una capacidad de rectoría de la política pública y que puede organizar la distribución y prestación de un servicio, que no cobra por hacer un testeo, me parece que de alguna manera ha marcado una enorme diferencia. Pongo esto como un ejemplo pero de una conclusión que viene siendo una cuestión de debate desde los 90 en la mayoría de los países, que es la lógica de privatización de lo público, de lo privado como más eficiente, y cuando llegamos a estos contextos críticos, vemos que no solo no es más eficiente, sino que no brinda servicios básicos en el campo de la salud. Ahí me parece que hay una conclusión muy básica: tenemos que ver cómo, luego de la pandemia, se reestructuran las fuerzas políticas, también con qué reestructuración de poder global quedamos en este contexto, porque eso va a marcar mucho la dirección de la discusión, pero creo que en adelante va a ser muy difícil justificar cómo estructurar, mantener, o generar sistemas sanitarios, políticos, de circulación de personas que establezcan condicionalidades para acceder a algo tan básico como la asistencia sanitaria. En cuanto a si hay rebrotes de nacionalismo o de ideas xenofóbicas, lo que hemos visto es que la llegada del virus al sur del mundo ha tenido que ver con la circulación en un primer momento de sectores de medios y de altos ingresos, que por primera vez se veían puestos en el lugar de posibles transmisores, de personas que podrían traer complicaciones para la salud pública. Esto es paradójico: la cuestión de la migración y la trasmisión de enfermedades ha sido un tema que ha estado muy instalado en los imaginarios sociales, de hecho casi ha sido el único tema del que se ocuparon por mucho tiempo los Estados cuando se pensaba en los y las migrantes como un peligro sanitario, pero ahora hemos visto que no son necesariamente las poblaciones que han generado la rápida circulación de este virus a nivel internacional, sino viajeros mundiales de los sectores medios y de altos ingresos. En ese sentido, se abre un nuevo escenario de cómo se piensa la relación entre circulación de personas y estos vectores de transmisión que se generaron a nivel internacional, aunque en esto hay más una expresión de deseo que un análisis muy ajustado, porque es un momento de mucha incertidumbre aun para los que nos dedicamos a estudiar estas temas.
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