Milei: sí a la guerra, no a la educación
Roberto Follari, epistemólogo, docente y doctor en Psicología.
Javier Milei y el embajador de Israel en la Argentina, Eyal Sela
Sin pasar por el Congreso ni por trámite institucional alguno, el actual presidente asumió que sus personales convicciones ideológicas y religiosas de cercanía al judaísmo bastan para que la Argentina se alinee con Israel en política internacional. La actual condición mundial cercana a la guerra es evidente para cualquiera; tanto, que Estados Unidos –que no es precisamente pacifista en sus acciones– ha pedido prudencia a Israel frente al ataque que se le hiciera en el fin de semana. Un ataque masivo, pero anunciado: tanto, que hasta países de mediano poderío como Jordania pudieron alcanzar notoriedad deteniendo los drones y misiles.
Irán lanzó esta calculada ofensiva como respuesta al bombardeo de su embajada en Damasco, en el que que murieron varias personas, incluido un alto jefe militar. Israel no reivindicó ese ataque, pero no cuesta advertir que desde allí habría venido; se contradijeron reglas internacionales primordiales, como la Convención de Viena, en torno a la inviolabilidad de los edificios diplomáticos.
Lo cierto es que, en Argentina, el gobierno sobreactúa declarándose aliado de Israel. Con ello, contradice la tradición diplomática nacional de neutralidad frente a conflictos en los cuales no estamos involucrados directamente.
Milei sostiene que los atentados de los años 90 ya nos incluyen en contra de Irán, pero no solo no se ha demostrado quién organizó esos atentados criminales, sino que ellos ocurrieron hace un tercio de siglo. Hasta hoy, estábamos fuera del “radar” del conflicto en Medio Oriente y de sus diferentes actores. Esto vuelve a ponernos en peligro, cuando, además, la Argentina nada de importante puede aportar en el plano militar.
Preferimos la paz. Más aún, si ahora quedamos aliados a quienes nos dan las espaldas por Malvinas. Milei insiste en que son “los países democráticos”, pero si Irán es una teocracia, el actual gobierno israelí es confesional y ultraortodoxo. Y la matanza en Gaza es tema mayor: Israel perdió 1200 personas en el súbito ataque de Hamas y, como respuesta, atacó sin tregua a Gaza y mató a 33.000 personas, casi todas civiles, entre quienes hubo 12.000 niños. Ese es el Estado “democrático” al cual seguimos.
De cuán democrático es Estados Unidos, no se hable: prohijó las principales dictaduras que hemos soportado en Latinoamérica, con nuestro país incluido. Lo cierto es que, en la lógica del show tan poco adecuada a cuestiones de esta gravedad, tuvimos al embajador de Israel participando insólitamente de una reunión del gabinete argentino, con el remate de su exposición en el posterior informe brindado junto a esa persona, también estrambótica, que es el vocero Adorni.
Los conflictos de otros países pueden sernos más o menos cercanos en nuestras convicciones subjetivas, pero no son parte del interés nacional. O mejor: el interés nacional es no meternos en camisas de once varas, con adversarios que son mucho más fuertes y dentro de circunstancias que no nos atañen.
Mientras, se avecina la gran movilización nacional por la situación de nuestras universidades. Está confirmada la compra de aviones a Dinamarca –una verdadera chatarra, según múltiples versiones–, pero no hay dinero para una función tan necesaria como la educación. Es que no se invierte en nada bajo la consigna burda de “No hay plata”: lo vimos con las inundaciones en Santa Fe y Entre Ríos, así como luego con el dengue. La política del actual gobierno es la no-política: consiste en no hacer nada, en no asistir a nadie. Que cada uno/a se arregle.
De tal modo, un partidario de lo privado y del mercado como es el presidente apuesta al ahogo de las universidades estatales: aquellas que más alumnos tienen, que mejor calidad muestran históricamente en Argentina, que son las que producen los médicos, los arquitectos, los ingenieros, abogados, comunicólogos y sociólogos que la sociedad necesita. Esa fábrica de profesionales idóneos e imprescindibles para el país está siendo bombardeada con el acogotamiento presupuestario. Y las universidades han sido pacientes en esperar una rectificación oficial que, ciertamente, no ha llegado.
La manifestación en Mendoza, desde nuestra Universidad Nacional de Cuyo, fue conmovedora e imponente: cuadras y cuadras, se calcula en 4 o 5000 el número de participantes, entre estudiantes, docentes, administrativos, personal de apoyo y autoridades. Fue una contundente muestra del descontento y la protesta, que empiezan a advertirse en Buenos Aires con diversas clases públicas y que se desplegarán en todo el país el día 23.
Ojalá no exista voluntad de reprimir estas acciones, o de multarlas, como se ha rumoreado que se haría en Mendoza. Como bien se dice por TV, una cosa es aporrear piqueteros y otra es hacerlo con jubilados o estudiantes. En ambos casos, no corresponde responder a la protesta con palos y neo-Rambos provistos de balas de goma, pistolas, bastones, escudos, cascos y viseras. Cierto que, en el primero, hay un amplio sector social dispuesto a aplaudir: pero si se apalea a ancianos o a los que defienden la educación, la respuesta social puede ser muy diferente.
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