Movilidad sostenible, el paradigma de las ciudades del siglo XXI

Trasladarse en modos no motorizados es la tendencia que se impuso en las localidades que quieren hacer de la calidad de vida y el cuidado del ambiente su marca urbana. Qué implica este nuevo concepto y qué deben hacer Mendoza y otras urbes argentinas para sumarse.

Movilidad sostenible, el paradigma de las ciudades del siglo XXI

La multimodalidad del transporte resulta clave para lograr la sostenibilidad de las ciudades. Foto: archivo Prensa UNCUYO

Sociedad

#49 - Julio 2021

Unidiversidad

Leo Oliva

Publicado el 28 DE JULIO DE 2021

Calidad de vida de las personas y cuidado del ambiente: en estas dos premisas se basa la movilidad sostenible, el concepto que viene imponiéndose como el nuevo paradigma de las ciudades. Después de un siglo XX que vivió el auge de las megaurbes plagadas de autos y autopistas, haciendo realidad el futuro basado en la motorización imaginado por los autores decimonónicos, el siglo XXI trae una mirada crítica de ese modelo. Estas ciudades ya no son el paraíso soñado para millones de migrantes internos que encontrarían allí el bienestar y la prosperidad, sino sitios hipercontaminados, superpoblados y segmentados socialmente, donde los traslados de un lugar a otro conllevan horas de estrés en un tránsito caótico.

Por eso, con el nuevo milenio y la emergencia de una agenda más “verde”, empezó a instalarse la idea de hacer de las ciudades sitios más amables y saludables para las personas. Para ello, es fundamental pensar el transporte como un sistema que mejore la calidad de vida y también el ambiente en el que se desarrolla. A esto se le llama movilidad sostenible.

“En el paradigma anterior del transporte, el foco estaba puesto en la mejora de la circulación de los automóviles particulares. Eso se había retroalimentado con la expansión de las ciudades en las periferias, sobre todo con los barrios cerrados, y así fue creciendo la red de autopistas por las mayores necesidades de conexión que había”, explica Martina Lewin Hirschhorn, coordinadora del Programa de Movilidad Sostenible (PMS) de la UNCUYO, área que busca difundir este concepto desde la universidad.

Según detalla la profesional del Instituto Multidisciplinario de Ciencias Ambientales, este paradigma trajo una serie de problemas, como grandes embotellamientos, accidentes viales, tiempos de viaje muy prolongados, estrés, ansiedad, obstáculos para quienes caminan, contaminación sonora y ambiental y alto consumo energético, entre otros. Además, obligó al Estado a hacer grandes inversiones para el mantenimiento de calles y autopistas para los usos particulares.

La movilidad sostenible empieza a solucionar estos problemas “haciendo foco no tanto en los modos concretos de transporte, sino en quiénes y para qué se trasladan, para buscar satisfacer esas necesidades de movimiento y, al mismo tiempo, incorporar la perspectiva sostenible a esta movilidad, que sean traslados respetuosos con el ambiente”, amplía Lewin Hirschhorn.

 

Pirámide invertida del transporte

La licenciada en Geografía explica la movilidad sostenible como una pirámide invertida del transporte: en la base, la parte más ancha, se encuentran las personas que se movilizan caminando; luego están las que lo hacen en bicicleta, monopatín o patineta; después, a medida que se angosta la pirámide, viene el transporte público, y al final, el auto particular. Igualmente, Lewin Hirschhorn aclara que desde la movilidad sostenible no se rechaza el automóvil sino que se promueve su uso compartido, un concepto conocido como carpooling a nivel mundial, donde muchas personas que viven en diferentes domicilios viajan en el mismo auto para trasladarse diariamente a lugares cercanos entre sí.

Para llegar a tener un transporte sostenible, una ciudad debe implementar primero un diagnóstico de la infraestructura existente, como también de las necesidades y los hábitos de las personas que forman a su comunidad. A partir de ahí, cobra fuerza el rol del Estado para incentivar el uso de medios no motorizados a través del desarrollo de nueva infraestructura (ciclovías, veredas más anchas, espacios verdes) o, por ejemplo, la implementación de facilidades para adquirir bicicletas o monopatines.

Al mismo tiempo, las políticas públicas deben favorecer el uso del transporte público, donde entra otro concepto clave de este nuevo paradigma: la multimodalidad. Esto implica que una persona pueda combinar diferentes modos en un solo traslado.

Lewin Hirschhorn lo ejemplifica en Mendoza con la posibilidad de subirse a la bicicleta, después al metrotranvía, bajarse y seguir pedaleando hasta el destino final. Para ella, “esto está mínimamente implementado y habría que reforzarlo, por ejemplo, incorporando más espacio para bicicletas en los trenes”.

Por último, agrega una línea más de acción desde el Estado para favorecer la movilidad sostenible: la comunicación vial y ambiental, para cambiar los hábitos desde las personas.

 

Beneficios de la movilidad sostenible

Cambiar los modos de trasladarse en una ciudad por medios no motorizados trae indudables beneficios. Estos van desde lo ambiental, pasando por lo económico, hasta la salud de la propia comunidad.

La coordinadora del PMS de la UNCUYO explica que, primero, pedalear o caminar reduce los costos de transporte, que tienen que ver con el combustible, con el estacionamiento o el mantenimiento de los vehículos. Por otro lado, hay una reducción de la contaminación ambiental, desde la menor emisión de gases contaminantes a una baja de la contaminación sonora, además de permitir ciudades más verdes porque se reducen los espacios de asfalto.

Por último, hay una indudable mejora del estado físico de las personas al trasladarse caminando o en modos no motorizados. “Está comprobado que el uso de alguno de estos modos baja los niveles de estrés y ansiedad –dice Lewin Hirschhorn–. Esto aporta a la salud pública, porque además se disminuyen los accidentes viales”.

A partir de estas premisas, que se repiten en gran parte del mundo y el país, en Mendoza ya hay algunos ejemplos de programas de movilidad sostenible, como En la Bici (alquiler de bicicletas públicas) o la ampliación de la red de ciclovías que se realizará a través de un crédito del BID para el Gran Mendoza. A esto hay que agregar los colectivos eléctricos de la Empresa Provincial de Transporte, únicos en el país.

“Lo más importante es que las ciudades se planteen implementar la multimodalidad, combinar modos para trasladarse. Por ejemplo, un obstáculo para llegar al campus universitario es la pendiente que hay entre Boulogne Sur Mer y la rotonda”, ejemplifica Lewin Hirschhorn: “Hay algunos lugares donde las personas pueden cargar la bici en la parte de atrás de los colectivos y hacer ese tramo en el ómnibus”.

 

Ciudades de 15 minutos

Europa está a la cabeza mundial en materia de movilidad sostenible. Copenhague, la capital de Dinamarca, es un ejemplo de ciudad pensada para circular en bicicleta, pero no es la única. Barcelona está implementando las “supermanzanas” que concentrarían todos los servicios necesarios para que la gente no deba trasladarse más allá de esos límites. París tiene en marcha las llamadas “ciudades de 15 minutos”, un modelo que el PMS de la UNCUYO está impulsando ahora para Mendoza.

Se trata de un concepto de “ciudades compactas, de proximidad”, explica Lewin Hirschhorn: “Que haya varios centros que cumplan muchas funciones urbanas para que las personas no tengan que trasladarse desde lejos a un único centro sino que puedan satisfacer sus necesidades en pocos minutos o pocos kilómetros”. Para ello, destaca, se necesita “infraestructura y equipamiento urbano distribuido de tal manera que las personas puedan hacer traslados cortos y con modos no motorizados”.   

Es que, en definitiva, son las personas las destinatarias finales del paradigma de la movilidad sostenible, sus protagonistas y sus beneficiarias. Por eso, la coordinadora del PMS de la UNCUYO cierra resaltando: “Toda planificación urbana tiene que hacerse de manera participativa, con participación real de la ciudadanía”.