Para lamentar

Desde hace años que parte de la audiencia televisiva de Mendoza sigue semanalmente la columna del padre Vicente Reale por la pantalla de Canal 9, hasta que dicho espacio se cerró por desinterés de la empresa. Se apagan así los ecos del Concilio Vaticano II y la urgencia de un testimonio cristiano en el aquí y el ahora de nuestro tiempo. 

Para lamentar

Foto Los Andes

Sociedad

Unidiversidad

Virginia Biella

Publicado el 07 DE FEBRERO DE 2013

La columna televisiva del Padre Vicente Reale era un espacio que muchos esperábamos semana a semana. Sobre todo, porque en ella se trataban temas sociales de actualidad, con una óptica personal, inspirada en el Evangelio, pero con la apertura suficiente como para que nadie pudiera sentirse excluido. Fuera católico, de otra religión o ateo.

Al parecer, arguyendo desde el Canal razones de programación, de urgencias, de “ritmos” propios e impredecibles de la televisión, desde hace varios meses, se nos hizo casi imposible conocer día y hora en que aparecería esa columna, si efectivamente aparecía. 

Finalmente, en estos días supimos que ya no contaríamos con ella. Indudablemente, cuesta entender que sea imposible ubicar, con cierta previsibilidad, tres minutos en una semana, de existir la voluntad de hacerlo…

¿Por qué lamentar la pérdida de este espacio de encuentro?

-Porque se había constituido en un espacio de reflexión, algo poco común en una televisión cuyo objetivos parecieran ser divertirnos, frivolizarnos, pensar en profundo lo menos posible.

-Porque era un espacio inclusivo. A pesar de que se hablara con la inspiración en el Evangelio de Cristo, tenía la dimensión humana suficiente como para involucrar a todos, y con un estilo alejado del de los sermones.

-Porque muchas veces los mensajes eran tan críticos como para no dejar lugar a la hipocresía, a la que tan asiduamente recurrimos en nuestra debilidad.

-Porque contenían opiniones absolutamente personales, con las cuales acordar o disentir, y este es un buen ejemplo y un excelente ejercicio para todos.

-Porque muchos católicos advertimos en esos comentarios los ecos del Concilio Vaticano II. Con nostalgia por aquellos años de aires nuevos que iluminaron la Iglesia hace medio siglo, pudimos vincular las palabras de Cristo con el aquí y el ahora de nuestro tiempo, aplicadas a situaciones sociales propias de nuestra época.

Estuvieron presentes en esos espacios (y menciono sólo algunos) la necesidad de un testimonio cristiano verdadero, testimonio de hecho y no de palabras o rezos; la urgencia de una justicia social imprescindible para construir la paz; el respeto a la diversidad en todas sus formas, de manera que nadie se sintiera ajeno o expulsado; la denuncia de situaciones consideradas erróneas; la visión del hombre y de la mujer de este siglo con comprensión y no desde la intolerancia y el dogmatismo propio de quienes se creen poseedores de verdades absolutas.

Sería sano y deseable recobrar ese espacio perdido. Pensemos cómo...

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