Pasión por el conocimiento

Norma Giarracca es socióloga, profesora e investigadora del Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires. La docente recuerda en una nota de Página12 como lo conoció a Roig, cuando era director del Cricyt.

Pasión por el conocimiento

Norma Garracca

Sociedad

Unidiversidad

Norma Giarracca

Publicado el 07 DE MAYO DE 2012

Arturo Roig nació en Mendoza en 1922 y falleció el 30 de abril último en su provincia natal. Fue uno de los intelectuales argentinos de mayor reconocimiento internacional; existen tesis doctorales en Europa y muchos libros en varios países dedicados a su obra. Entre sus más de 30 libros, inmensa cantidad de artículos en revistas y libros, nacionales y extranjeros, se cuentan Breve historia intelectual de Mendoza (1966), con prólogo de Bernardo Canal Feijóo; Los krausistas argentinos (1969), Platón o la filosofía como libertad y expectativa (1972), Filosofía, universidad y filósofos en América Latina (1981), Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano (1981) –reeditado en 2009 por Una Ventana–, Bolivarismo y filosofía latinoamericana (1984), Rostro y filosofía de América Latina (1993), El pensamiento latinoamericano y su aventura (1994) y Mendoza en sus letras y sus ideas (2005 y 2009).

 Desde el regreso a la democracia en 1984, cuando volvió del exilio, eligió como lugar de trabajo el Centro Científico Tecnológico (Cricyt-Mendoza, en aquella época), dependiente del Conicet, y fue su primer director en esa etapa de reconstrucción de la ciencia y sus instituciones. Dentro de sus amplias preocupaciones siempre habían estado los modos de organización de la docencia y la investigación. Un excelente trabajo sobre las razones para optar en estas instituciones por la organización por “áreas” interdisciplinarias, que había comenzado a pensar y escribir en 1973, encontraría su forma final en 1998: La universidad hacia la democracia. Bases doctrinarias e históricas para la constitución de una pedagogía participativa. El Instituto Gino Germani de la UBA le debe su organización por “áreas” a este gran visionario; cuando se lo pedimos no dudó en dedicar su tiempo para conversar la propuesta con los investigadores fundadores de la institución. En aquel viejo petit hotel de la calle Callao, antes de la reunión, él nos hizo un paseo cultural por el edifico y nos mostró, como hace un arqueólogo, maravillosos detalles que nosotros no habíamos visto nunca.

En esos años ’80, cuando fue director del centro mendocino y lo conocimos, pudimos apreciar su tremenda capacidad de organización y gestión científica pero, además, su calidad humana que atravesaba todas sus ocupaciones y preocupaciones. Una de las primeras cosas que solucionó en el Cricyt fue una demanda de las empleadas y becarias de la institución: construir una guardería para solucionar los problemas de las madres trabajadoras. Las convocó a todas y en pocos meses se lograba una guardería modelo. Un viejo empleado de la institución comentó que sólo el doctor Arturo Roig era capaz de convocar lo mejor de cada uno y ponerlo en función de un proyecto colectivo. Y lo hacía en forma democrática y con sencillez. No obstante, su pasión fue la generación de conocimiento y siempre volvió allí.

Su pensamiento y sus ideas acerca de América latina fueron pioneros en los estudios tendientes a reflexionar desde nuestra propia mirada los períodos poscoloniales; lo que hoy se conoce como “estudios decoloniales” o también “estudios poscoloniales”. Su muerte es una pérdida para el pensamiento, en particular para el latinoamericano, y es una gran pérdida para todos aquellos que tuvimos el privilegio de conocerlo. Aunque lo sabíamos anciano y lejos de esta ciudad de Buenos Aires, su presencia, las posibilidades de verlo y charlar aunque sólo fuera de vez en cuando, alimentaban entusiasmos y esperanzas. Nuestro abrazo a su familia. Lo extrañaremos, Maestro.

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