“Pensar la libertad como hecho individual es absurdo”

Así lo expresó el profesor de Filosofía José Bianchi, que dijo que esta idea implica la negación de la política, de la democracia y de la vida de los otros. Consideró que hoy el concepto está atado al derecho de la fuerza y aseguró que en el espacio virtual no hay más libertad, sino más impunidad.

"Pensar la libertad como hecho individual es absurdo"

"Hoy hablar de libertad es hablar del derecho de la fuerza", dijo el profesor de Filosofía.

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Filosofía y sociedad

Unidiversidad

Verónica Gordillo

Publicado el 12 DE MARZO DE 2025

Pensar la libertad como hecho individual es absurdo y antidemocrático, dijo el profesor de Filosofía José Bianchi. Y explicó que esa idea propia del neoliberalismo –que hoy se busca reforzar e imponer– supone un concepto universal de libertad, sin contexto, sin finalidad, sin ley ni responsabilidad, como si los seres humanos pudieran ejercerla sin restricciones, sin encontrar ningún obstáculo entre sus deseos y su realización. Ese concepto de libertad pura, neutral y aséptica –comentó el docente– se traduce en el derecho de la fuerza, en la opresión de los débiles con la justificación de ejercer la propia voluntad.

“El concepto de libertad que fundamenta nuestras sociedades modernas, y que de cierta manera es el punto de partida del sistema económico que habitamos, está apoyado en la idea de que el individuo preexiste al orden social, que es una especie de átomo o isla con vinculaciones eventuales o accidentales que no lo constituyen. Este individuo, en el cual se fundamenta el pensamiento moderno, se basta a sí mismo para existir y ¿en qué anida su libertad? Su libertad anida en el hecho de que su dignidad humana, su esencia, está en poder ejercer esa libertad de manera irrestricta”, sostuvo.

El profesor, egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCUYO y que dicta clases en el Universitario Central y en el Martín Zapata, aceptó la invitación de Unidiversidad para reflexionar acerca del concepto de libertad. Durante la charla, repitió que no tiene verdades absolutas, que solo propone visiones, puntos de vista que ayuden a pensar sobre un derecho humano fundamental.

Bianchi se ocupó del tema de la libertad en su tesis de la maestría de Criminología, que realizó en la Universidad del Aconcagua. Primero se planteó cómo unificar su saber de base con un problema concreto y fue uno de sus profesores, el catedrático español Mariano Chóliz, quien le propuso abordar el debate que se generó en España en torno a la regulación de los juegos de azar online, ya que, mientras el Estado impulsaba restricciones, las empresas aducían que no se respetaba el derecho constitucional a la libertad y que solo jugaban las personas que querían hacerlo. Ahí sí –comentó el docente– había un problema filosófico para abordar y fue el hilo conductor desde el que partió.

El profesor expuso las conclusiones de su tesis en el Congreso de Salud Mental que organizó el gobierno de Mendoza a fines de 2024. Ahí participó junto con Chóliz en una charla que abordó los problemas de adicción que generó el juego online en España y que se replicaron en Argentina, con especial atención en la franja de adolescentes y jóvenes.

"Esta forma de justificar la libertad como el derecho de la fuerza es profundamente antidemocrática", comentó el profesor

Un concepto moderno

A Bianchi siempre le interesó el tema de la libertad, que abordó en distintas cátedras. Explicó que en las sociedades antiguas y en la Edad Media no existía la idea de libertad individual tal y como la conocemos hoy, ya que el ser humano era valioso solo en relación con el lugar que ocupaba en la estructura social, por lo que el concepto recién aparece en la modernidad, con la noción de individuo como fundamento del orden social y a raíz del ascenso de la burguesía, primero en el poder económico y luego en el político.

Bianchi señaló otra característica del concepto contemporáneo de libertad: perdió su vinculación con la tradición judeocristiana, en la que era un medio para alcanzar un fin: en ese caso, la liberación era la justicia con los oprimidos. En cambio –dijo–, en la tradición moderna, la libertad es el fin, no un medio para lograr algo, por lo que cree que esa desvinculación hace que pierda su sentido.

Punto de partida

El punto de partida de su tesis fue el debate en torno a la regulación del juego online, ya que el Estado buscaba regular, mientras las empresas defendían su libertad de ofrecer un producto y la de las personas de jugar o no. ¿Cuál es su visión?

Ese concepto de libertad de las empresas es justamente el del régimen moderno, que tiene características específicas. La primera es que se trata de una libertad absoluta, tiene que ejercerse hasta donde dé la potencia del individuo, o sea, que no haya obstáculos entre mi deseo y su realización. Eso es ser libre para la lógica en la que habitamos, pero significa una negación de la propia libertad, porque si es un derecho de todos y todos la ejercemos de manera absoluta, significa que pasamos por encima del derecho del otro a ser libre. O sea, si la libertad de empresa tiene que ser irrestricta y absoluta, tiene que sí o sí negar la libertad de los individuos a su salud mental. Entonces, la libertad así entendida es una negación en sí misma, porque es la negación de la libertad del otro y, si niego la libertad del otro, estoy negando la mía propia, porque yo soy igual al otro.

¿Qué otras características tiene este concepto moderno de libertad?

Es una libertad que se plantea como un derecho formal, sin contenido específico, desvinculada de sus circunstancias, de su ámbito de aplicación. Es una libertad en abstracto que parece siempre pura, neutral, aséptica, no culpable o no responsable, es una libertad desvinculada de su finalidad, que carece de fundamentación, de sentido, de orientación. Y esa libertad sin finalidad, unida a los anteriores elementos que describimos, termina siendo finalmente el derecho de la fuerza. Es decir, los fuertes ejercen opresión sobre los débiles y esa opresión está justificada porque están ejerciendo su libre derecho a manifestar su voluntad sin restricciones, sin normativa, sin derecho, sin ley. Entonces, con el trabajo apunto a pensar que esta forma de justificar la libertad como el derecho de la fuerza, que te sonará muy propio de la época en la que estamos viviendo, es profundamente antidemocrática.

¿Por qué?

La democracia tiene dos pilares, algo que no digo yo, sino Hannah Arendt en un texto muy interesante, Introducción a la política. Ella se da cuenta de que, después de la Segunda Guerra Mundial y de todos los flagelos que vivió la humanidad en el siglo XX, el hombre de a pie afirma que la política no sirve para nada, porque la política o destruye o es corrupta, y que, a menos política, más libertad para los individuos. Esa idea se fundamenta en los totalitarismos, en las experiencias del estalinismo en Rusia, del nazismo en Alemania, del fascismo en Italia y del franquismo en España, que llevaron a un rechazo y una repulsión natural ante esto, por lo que el sentido común afirmaba que donde hay política hay violencia, y donde hay política no hay libertad. Este es un ideario que nos quedó marcado a fuego incluso hasta el presente y pienso que es muy propio de la época en la que estamos viviendo. Pero Arendt dice que esos totalitarismos no se dieron por exceso de política, sino por falta de ella, porque la política exige –por lo menos de su origen griego– igualdad ante la palabra, la que solo se da en el ámbito donde hay diversidad y multiplicidad, porque si fuéramos uno solo en una isla desierta, no tendríamos política, no tendríamos nada que resolver. Y a la vez, necesitamos ser diferentes, porque si somos todos iguales, no hay nada que resolver, ya está todo dicho. Entonces, la política exige diferencia y multiplicidad, y que estén garantizadas por un piso común de condición de posibilidad de acceso a la política. Este punto es interesante, porque si pienso en la libertad como este derecho de la fuerza, es la negación misma de la política, es la vuelta a un estado de barbarie, de caos, de anarquía. Entonces, si la democracia necesita multiplicidad y diferencia, no podemos poner como el punto de partida del orden social en el que habitamos la libertad individual irrestricta, porque es la negación de la política, la negación de la democracia y la negación de la vida con los otros. Esta idea implica volver a un estado de caos que es repulsivo con los derechos humanos elementales, con el contrato democrático básico, con la relación con el otro, que es mi enemigo, no mi colaborador. En ese sentido, esta forma de comprender la libertad es absolutamente viciosa desde mi punto de vista. No podemos sostener el orden político, social y cultural contemporáneo en el sentido de entender la libertad como un derecho absoluto y desregulado porque estamos entregando la vida social a las bestias, estamos arrojando la democracia a la destrucción. Me parece que eso es algo que tenemos que entender.

Esa idea de la libertad irrestricta, ¿también alcanza a las empresas, como en el caso del juego online?

Sí, yo no puedo afirmar que el jugador patológico es libre de elegir su adicción porque estoy pensando en el mismo sentido de una libertad, formal, absoluta, descontextualizada. ¿Por qué? Por una mínima cuestión y es que el neoliberalismo, que es la doctrina filosófica del presente, ha afirmado cerca de la década del 20 un modelo sociológico que es la teoría de la elección racional: básicamente, dice que los individuos eligen, toman sus decisiones en relación con menor costo y mayor beneficio, un esquema sencillo pero muy potente en las ciencias sociales del siglo XX y del presente también. Esto significa que, por ejemplo, el adicto elige su adicción, el oprimido elige su opresión, el violentado elige su situación de violencia, el pobre es pobre porque quiere, porque son individuos que eligen libremente entre muchas decisiones a partir del menor costo. Es decir que, para estos doctrinarios neoliberales, no hay fuerzas impersonales que lleven a los individuos a decidir, porque, para el neoliberalismo, las fuerzas impersonales, como la economía, la desregulación de la política, la opresión de los fuertes o los intereses de las corporaciones, no coartan tu libertad porque no tienen voluntad propia. Este esquema sencillo y bastante rebatible del neoliberalismo ha sido muy eficiente para pensar la sociedad, porque pensamos que cada uno padece lo que tiene que padecer por su propia responsabilidad.

Como si no existieran circunstancias externas…

Exacto, por eso digo que este esquema sencillo del neoliberalismo, que hoy por hoy hace las veces de explicación de todo el orden social, tiene muchas falencias que fueron superadas hace dos siglos. Ya se sabe que el inconsciente opera en nuestras motivaciones conductuales, que hay opresiones entre clases, que hay un sistema económico que, de cierta manera, es en beneficio de uno y en desmedro de otros. Entonces, si no tenemos en cuenta todos estos elementos que condicionan la elección de los individuos, nos sanamos la conciencia pensando que cada uno ha elegido su destino de manera abierta y de manera incondicionada. Obviamente, desde la medicina, la criminología, la psicología, la antropología, se ha demostrado que el individuo tiene condicionamientos que lo empujan fuertemente a tomar decisiones, pero si no tenemos en cuenta esto, en esa ignorancia celebrada que estamos llevando adelante en este mundo en el que vivimos, este imperio de la sinrazón, del pisotear al otro, de que cada uno se salve solo, desde ese punto de vista es fácil decir, por ejemplo: "Vos sos libre de tu adicción, la empresa es libre de proponer su propaganda, manéjense", pero eso es retroceder a un estado presocial en el cual el contrato social no tiene sentido y, si el individuo no tiene garantizadas sus mínimas condiciones de existencia a partir del contrato social, no tiene por qué respetarlo tampoco. ¿Qué contrato va a respetar? Entonces, es una alarma para llamar la atención sobre la necesidad de cuidar la vida democrática, los consensos, los pactos básicos de la sociedad.

Bianchi afirmó que la escuela puede ser una trinchera cultural frente al daño que provoca en la salud de chicos y chicas estar conectados 16 horas al día. Foto: Pibaxay

El derecho de la fuerza

Teniendo en cuenta que el concepto de libertad cambia según el contexto histórico y cultural, ¿cómo la definiría hoy, en este mundo, en Argentina, en Mendoza?

Hoy, hablar de libertad es hablar del derecho de la fuerza, lo que significa decir que el Estado no intervenga en la voluntad de los individuos, y si el Estado no interviene, el fuerte se come al débil. Eso es así, ha sido así y va a ser así mientras sigamos defendiendo este derecho como una verdad absoluta. Además, entender la libertad sin igualdad es un oxímoron porque, si no tenemos las condiciones elementales de supervivencia en el mundo, ¿qué libertad podemos ejercer? Me parece que, hoy, libertad significa libertad económica, que el Estado no intervenga en mis relaciones comerciales con las mercancías, y esas mercancías pueden ser incluso otros seres humanos, comprar trabajo, productos, lo que sea. Eso es libertad en el presente, en el mundo neoliberal en el que habitamos, y Argentina es un exponente más que claro de este concepto. Si me preguntás en el contexto en el que habitamos a partir del presidente Milei, creo que se refiere a la libertad de comprar y vender, esa es la libertad que se defiende, no la libertad de tener derecho a la salud, a la educación, no de iguales condiciones de acceso al consumo; no, es libertad económica. Y esa libertad económica es el derecho de la fuerza, porque no tenemos el mismo punto de partida. Desde un punto de vista personal, me interesa más pensar la libertad no tanto como este concepto burgués moderno, sino como liberación, como la veían Enrique Dussel o nuestro filósofo Arturo Roig: una acción conjunta, política, consciente, autodeterminada, que busca liberarse de las opresiones que someten o sojuzgan a unos individuos a costa de otros. Este concepto de libertad me parece más interesante de pensar, sobre todo, en el presente. O sea, tratar de apropiarse del discurso, que la libertad no sea lo que nos dicen que es la libertad, que es esta libertad económica, sino pensar la libertad como, por ejemplo, esta posibilidad de tomar la palabra, de ejercer mi derecho de opinión, y ese derecho de opinión posiblemente repercute en otros.

Esa idea de libertad que usted plantea, ¿debe ser colectiva? Porque, en ese caso, es contraria al individualismo que se busca imponer.

Claramente, pensar la libertad como un hecho individual es absurdo, porque eso no existe; somos seres sociales de base. De hecho la idea de individuo también es una abstracción, no existen los individuos. ¿Quién es un individuo? Todos somos nuestra relación con los demás: desde tu nombre, tu nacionalidad, tus relaciones civiles, tus vínculos y hasta tu definición de vos mismo es en relación de los otros. Entonces, si fuera inocente, por lo menos sería absurdo, pero, considerando que no es inocente, me parece una malicia pensar que somos individuos, porque todo lo que somos, lo que llegamos a hacer y lo que podemos llegar a hacer es en relación con los vínculos que establecemos con los demás. Nadie vive en una isla desierta, entonces, pensar la libertad solamente como libertad individual no solamente es un error teórico profundo, sino un acto de malicia muy grande. Me parece más interesante pensar la libertad como un acto colectivo, de toma de conciencia, de transformación efectiva de la realidad, un acto político. Esto me parece mucho más potente y mucho más realista.

¿Cuál es el rol del Estado en estas dos ideas de libertad?

En cualquiera de las formas que queramos comprender el ejercicio de la libertad, necesitamos al Estado, tanto entendida como libertad económica o como emancipación. El tema es que los intereses que el Estado defiende en uno y en otro caso son distintos, pero nunca está fuera. En una está al servicio del mercado; en la otra, controla que los fuertes no pasen por encima de los débiles, que a mí me parece una forma más virtuosa del ejercicio de la libertad, porque la gran mayoría de los individuos van a tener la posibilidad de acceder al ejercicio legítimo en su libertad si sus condiciones básicas de existencia están por lo menos medianamente cubiertas.

La impunidad del espacio virtual

En el espacio virtual, aunque separarlo del real ya no es posible, ¿hay más libertad?

Es un tema sumamente interesante. Estamos atravesando una etapa de crisis y de revolución en ese sentido, por lo cual es muy difícil aprehenderla conceptualmente, estamos pensando sobre la marcha, con todos los efectos que esto implica. De todas formas, creo que esos espacios no tienen mayor libertad, sino mayor impunidad, que es justamente la forma de entender la libertad que acabamos de cuestionar del derecho de la fuerza. La falta del cara a cara hace que sea más fácil expresar lo que mi instinto, mi impulsividad, mi violencia le quiere expresar al otro, por eso digo que se ganó en impunidad, no es libertad. Y si hay impunidad, debería ser regulada por alguien, y ¿quién mejor que el Estado democrático para regular las relaciones individuales que se dan en esos ámbitos, donde no existe confrontación con el otro, donde todo se hace en la comodidad del anonimato? Sin esa regulación, me parece que las pulsiones agresivas, violentas que tengo naturalmente, como todo ser humano, salen a la luz de manera más ostentosa, más grave. Me parece que no tenemos a la vista las consecuencias que está generando, que tenemos una cierta ingenuidad optimista de pensar que son recursos tecnológicos que pueden ser buenos, pero el ser humano está endosando responsabilidad en estos espacios y se está desvinculando de ciertas potencialidades cognitivas, morales, espirituales o como quieras llamarlas, que a la larga, no sé si van a tener una consecuencia tan positiva.

Bianchi dijo que en el espacio virtual no se ganó más libertad, sino más impunidad. Foto: Unidiversidad

La escuela como trinchera cultural

Usted da clases en la escuela secundaria. ¿Qué observa en chicos y chicos en relación con estos espacios virtuales?

Estamos viendo el daño efectivo que está generando en las capacidades cognitivas de los jóvenes el uso excesivo de estas herramientas de la virtualidad: altos niveles de ansiedad, la falta de sueño, la comorbilidad con el suicidio, la baja autoestima, la inseguridad, y ni hablar de que le está destruyendo los ojos y el cerebro, es una linterna apuntada a la cara durante 16 horas al día. No quiero ser pesimista o apocalíptico, pero hay que sopesar críticamente las bondades de estos medios, porque es un fenómeno que enciende señales de alerta en todos los costados de la realidad y creo que estamos tomando una postura tibia al decir que es una herramienta, es un recurso, cuando la herramienta específica es la que está generando esto. Fijate que en los países de mayor potencialidad económica se está dando marcha atrás con esto: en las escuelas, los celulares& están prohibidos porque se han dado cuenta de que estás generando un daño casi irreversible en la mentalidad de los jóvenes. Tal vez no tenemos que tener tanto temor de prohibir; por lo menos, en la escuela, parar con los celulares, vamos al libro, a la lapicera, a escribir un texto, a pensar por nosotros mismos, que son cosas que afuera no están. Entonces, si la escuela tiene que ser una trinchera de la cultura, lo tendrá que ser, porque eso de la continuidad, es decir, porque lo tienen en la casa lo tienen en la escuela, no me parece: no porque en la casa tengan machismo o racismo lo van a tener en la escuela. No digo que neguemos, que seamos inquisidores, pero, por lo menos, ofrecer una posibilidad diferente: si no tienen la experiencia de leer un texto en la casa, que la tengan en la escuela.

En las escuelas, ¿advierte la problemática del juego online? ¿Es algo que afecta o de lo que hablan los y las estudiantes?

Primero, no me gusta hablar de los jóvenes en general, son muy diversos, pero sí he notado que hace cinco años –cuando me lo planteó Chóliz–, este tema de la ludopatía me parecía insignificante, pero luego me sorprendió cuando llegaba a una escuela y los chicos estaban con los celus apostando a este equipo o a otro. Fue una alerta, me di cuenta de que esta facilidad, esta inmediatez que tenemos acá de tener un casino en la mano, no es un tema menor, me parece que hay que empezar a pensar esa responsabilidad como adultos, y no digo ser paternalista ni negar la subjetividad de los jóvenes, pero sí actuar como adulto, que puede dar un consejo, tomar partido y ejercer la autoridad, y tal vez, como dije antes, llegue el punto en el cual decidamos prohibir, restringir o limitar. Podríamos ayudar a los jóvenes a pensar que las formas de vivir la vida, de pensar el mundo, de sentir que se manifiestan en la publicidad constante de las redes sociales, posiblemente puedan ser cuestionadas y no necesariamente tengan que ser una verdad absoluta o última. Esto los jóvenes lo saben bien, son inteligentes, pero, al no tener el respaldo, la limitación o el acompañamiento, muchas veces están solos, y pienso que en esa soledad, en esa inseguridad, en esa falta de autoestima, puede haber un ligero peligro para ellos. Entonces, me da que pensar, porque la subjetividad que se les vende en el teléfono es la del ganador inmediato, ser Messi o la China Suárez. No es que los jóvenes se traguen el buzón, porque son inteligentes, pero es peligroso pensar que estén todo el tiempo consumiendo eso. Por más que su conciencia lo rechace, algo va quedando en el cuerpo, se va marcando el cuerpo, y esas inquietudes, esas inseguridades, se van haciendo cada vez más patentes. Esto es muy problemático, y hay que hablarlo y enfrentarlo.

Así como existe un concepto de libertad de la modernidad, ¿cree que surgirá uno distinto en relación con el espacio virtual, con las nuevas tecnologías?

Seguramente, pero espero no haber sido excesivamente enfático en postular estas ideas como si fueran absolutas, porque, en realidad, estamos pensando juntos. Pero, para contestarte, si entendemos que el concepto de libertad es histórico, que tiene usos, que no es lo mismo hablar de libertad aquí que en China hace 1000 años, que en un barrio popular, que en un country, si tenemos en cuenta eso, claramente va a cambiar. Lo que sí me parece bastante evidente es que estos nuevos medios tecnológicos, estos avances que están surgiendo, van a seguir siendo herramientas para la opresión en cuanto no estén mediados éticamente. Es decir, ¿por qué no introducimos la discusión ética a la hora de pensar los beneficios o perjuicios que pueda tener la tecnología? Porque parece que solamente si funciona, si anda, está bien, es como una discusión utilitaria. Hay otro aspecto que hablo con mi compañera, que también es docente, y no quiero plagiarla porque es un concepto de ella, y es una especie de alerta porque esta herramienta que está en ciernes en estos momentos no es cualquiera, no es lo mismo que cualquier otra, por su enorme potencialidad de producir subjetividad, de cambiar rumbos electorales, de torcer la opinión pública; entonces, no tenemos que tomarla como si fuera el cuchillo, o la escritura, o la televisión. O sea, el drama, la ruptura, la crisis que está generando es absolutamente inaudita en la historia de la humanidad, por lo que no tenemos que morigerar sus consecuencias negativas. Entonces, pensarla como otra herramienta más de la historia de la humanidad me parece que es un error porque relativiza el daño que está generando o el posible daño que puede generar. Está produciendo una subjetividad incuestionable, que es la subjetividad neoliberal, o sea, esta subjetividad de pensar solamente en el éxito en términos inmediatos, no pensar a largo plazo, sino la vida del impulso, la vida de la irracionalidad. A partir de tu pregunta, si pensamos en qué libertad se puede sustentar a partir de esto, habría que pensar también qué libertades se están restringiendo a partir de este uso.

¿Hay filósofas, filósofos, que estén trabajando en estos nuevos conceptos de libertad? ¿Nos puede recomendar uno o una?

A mí me ayudaron mucho a pensar en estos temas filósofos como Enrique Dussel o Arturo Roig, son herramientas invaluables para pensar el presente. Son ideas que tienen 50, 60 años, y siguen hablándonos de una manera muy certera de lo que está pasando. Por eso, cuando se habla de la Mendoza conservadora, gorila, pienso que no estamos teniendo en cuenta lo que pasó en Mendoza, que fue cuna del pensamiento en relación con la historia de las ideas. Yo no puedo más que emocionarme al pensar lo que significan para la historia de las ideas esos aportes invaluables. Pero, para contestarte, empezaría por ahí, y después, no solo me gusta leer filosofía, sino también poesía, literatura, que a veces, sin tantas mediaciones, restricciones ni obstáculos, como puede tener un texto filosófico, nos ayudan a pensar la realidad y a entender que el mundo puede ser más diverso de lo que uno cree. Y pensar que tu mundo no es el mundo es mucho.

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