Tres días después de los sangrientos atentados que sacudieron la capital francesa con un balance provisorio de 129 muertos y más de 300 heridos, el presidente de Francia, François Hollande, enfrenta duras y muy diversas críticas de los principales líderes de oposición.

En primera línea de estos reproches se encuentra el opositor y exmandatario Nicolas Sarkozy, quien se reunió con Hollande el domingo 15 en el Palacio del Elíseo. A la salida de este encuentro, Sarkozy expresó que había solicitado a su sucesor "modificaciones drásticas" en la política de seguridad y una mayor cooperación con Rusia para enfrentar al grupo Estado Islámico.

De su lado, el exprimer ministro de derecha, Dominique de Villepin, también insistió en la inconveniencia de hablar de una guerra contra los terroristas. En una radio local, De Villepin consideró que una guerra contra el terorismo estaría perdida de entrada y que más bien los esfuerzos deberían centrarse en una negociación más amplia con Siria y Rusia.

Otra opositora y siempre dispuesta a las críticas, la ultraderechista Marine Le Pen (Frente Nacional) pidió "decisiones firmes" y denunció el laxismo en el tema del control de armas que, en su opinión, se ha dejado de lado durante los mandatos de los dos últimos presidentes, Sarkozy y Hollande. El primer secretario del oficialista Partido Socialista, Jean-Christophe Cambadélis, llamó por su lado a trabajar en "la concordia nacional", posición compartida por el presidente del centrista MoDem, François Bayrou, quien estimó que "es necesario una unidad nacional muy fuerte".

Por el momento, las críticas parecen más numerosas que los aliados, lo que pronostica días difíciles para François Hollande en el contexto actual, tomando en consideración que se trata de la segunda ola de atentados terroristas en París, en menos de un año.