"Un 'salchicha' o un cocker pueden matar a un bebé"

Así lo cree Alicia Marro, médica veterinaria de la Universidad Nacional de Rosario, aunque aclara que todo se ciñe a las condiciones de socialización de los perros. La sentencia echa por la borda la teoría de las razas peligrosas.

"Un "salchicha" o un cocker pueden matar a un bebé"

Foto ilustrativa tomada de gudog.com

Ciencia y tecnología

Unidiversidad

Unidiversidad / Fuente: Argentina Investiga

Publicado el 17 DE OCTUBRE DE 2017

El ambiente en el que vive, el espacio, las necesidades satisfechas o no, la educación que reciba y el conocimiento de la raza por parte del propietario son algunos de los factores que inciden para que un perro reaccione con agresividad. Razas estigmatizadas y cuestionadas por ataques hacia personas y la responsabilidad de los amos, entre otros temas, son analizados por Alicia Marro, médica veterinaria de la Universidad Nacional de Rosario. "Hasta un perro 'salchicha' o un cocker mal sociabilizados son capaces de matar a solas a un bebé humano".

Es erróneo pensar que únicamente razas como dogos y rottweilers son agresivas: la agresividad se encuentra dentro del repertorio conductual de todo perro. Se trata de un componente natural que le permite regular las relaciones entre los miembros de una manada con otros animales. La manifestación de esa agresividad depende en el 20 % de factores hereditarios (la raza) y en un 80 %, del ambiente, aclara Marro, especialista de la Facultad de Ciencias Veterinarias de esa Universidad. El término “ambiente” engloba las experiencias que tuvo el animal, las condiciones en que vive y el entrenamiento recibido, factores dependientes del ser humano y por lo tanto, externos a la raza del animal.

“Por eso, cuando se evalúa un ataque, más que la raza como causal hay que considerar las condiciones de tenencia del animal desde su edad más temprana. Estos conceptos son válidos para todas las razas; también para perros mestizos, y nada tienen que ver con la talla o el aspecto del animal agresor. Hay perros muy agresivos de pequeño porte”, señala la experta.

 

La peligrosidad

Otro tema es la peligrosidad: esta sí depende del tamaño. Dogos y rottweilers, como cualquier perro de similar tamaño –sin excluir a los Labradores– pueden ocasionar lesiones muy severas, siempre que provengan de un ambiente inadecuado. En este sentido, la especialista explicó que “históricamente, el perro peligroso se enlista en la raza grande que está de moda en el momento; lo interesante es poder establecer cuántos perros de esa raza hay y cuántos han atacado. No olvidemos que en nuestro país antes era peligroso el ovejero alemán, pero que en realidad eran problemas individuales dentro de esa raza, no la raza en sí misma. Por ejemplo, el dogo argentino puede ser un excelente perro lazarillo. Que llegue a ser ‘asesino’ o lazarillo se determina, en general, por factores externos, modificables y dependientes de criadores y dueños”.

 

La importancia del espacio

Las necesidades de ejercicio y exploración del perro y el aporte de estímulos diversos y adecuados para el desarrollo deben ser provistas por el espacio, ya que este es un factor que incide en la relación con los demás. La cuestión de la administración de los espacios, en particular cuando estos tienen valor social, es una circunstancia adicional de gran peso en una especie de estructura social jerárquica. Por ejemplo, cuando el perro llega a cierta edad –si no se lo ha criado en forma adecuada– puede encontrar desafiante el hecho de no querer compartir con él nuestra propia cama, a la que lo habituamos desde cachorro. Puede, por ello, amenazarnos de modo tal que no nos animemos a ingresar al dormitorio, aseguró la especialista.

 

Poner orden

Con independencia de la raza, los perros tienen una serie de conductas que les son propias, y como han nacido para vivir entre los de su misma especie, la única manera de que aprendan a convivir sin problemas con las personas es que reciban una educación que tenga en cuenta su forma de conducta originaria.

Para el perro, al igual que para los humanos, aprender significa acumular conocimientos y ponerlos en práctica. Un perro aprende siempre, por lo que la misión de su dueño será influir en el contenido del aprendizaje. Si el propietario renuncia a educarlo, el perro se convierte en su propio maestro y pone en práctica el comportamiento característico de su especie; así evitará lo que le molesta y repetirá lo que le reporta algún beneficio. “Entre el humano poseedor de un perro y este último hay un vínculo que debe ser inicial, neto: uno domina al otro. El dominante tiene derecho a reclamar, a imponer el orden. El dominado debe responder siempre; de otro modo, los conflictos son esperables. Por eso, es fundamental saber qué rol asumir, de qué manera y si estamos dispuestos a hacerlo, en particular ante perros de gran talla”.

Los perros no son todos iguales, tampoco los de una misma raza son iguales; hay factores individuales, pero todos responden a una estructuración jerárquica ancestral. Por eso los propietarios deberían conocer sus códigos, tanto para evitar accidentes como para prevenir episodios de disconformidad en los propios animales.

 

Qué debemos saber

Cuando elegimos una determinada raza, es necesario tener en cuenta su origen. Por ejemplo, cachorritos que provienen de ambientes con poco contacto con humanos, encerrados, enjaulados, que han recibido malos tratos o de destete precoz pueden ser problemáticos. Es imprescindible que los dueños se informen sobre las necesidades de socialización y aprendizaje de los perros, entender que un perro es un perro y necesita hallar su lugar en una escala jerárquica. Si está destinado a ser de gran tamaño, hay que considerar las necesidades de espacio. Los perros grandes no son recomendables para departamento y, en todo caso, hay que contar con tiempo para salir cotidianamente (no sólo los domingos) para que pueda ejercitarse.

 

 

Fotos: cabroworld.com - pastoraleman10.com - webanimales.com - tugoldenretriever.com

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