Laura Giambiagi, la científica “local” destacada por Mujeres en la Ciencia

Es directora del grupo de Tectónica del Ianigla-Conicet y mendocina por adopción. Recibió una mención en el concurso L’Oréal-Unesco, que resalta los avances científicos desarrollados por mujeres.

Laura Giambiagi, la científica "local" destacada por Mujeres en la Ciencia

Foto: Ianigla-Conicet

Ciencia y tecnología

Unidiversidad

Unidiversidad / Ángeles Balderrama

Publicado el 20 DE NOVIEMBRE DE 2020

“Un día en la montaña es volver a la esencia total, es preocuparse por el abrigo, por comer, por no sufrir ningún accidente. Después, cuando cubrís esas necesidades básicas, te dedicás a trabajar”, describió Laura Giambiagi, investigadora y directora del grupo de Tectónica en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla) del Conicet, que recibió una mención especial en el certamen Nacional L’Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”. Mendocina por adopción, considera que la mujer investigadora atraviesa múltiples dificultades.

“La investigadora pasa por muchas dificultades. Hoy en día se nota más con la pandemia, en la que la mujer que trabaja trata de llevar a cabo toda su actividad, y a la par, los cuidados del hogar, de los niños y de las personas en general. Eso ha complicado aún más la situación y ha generado más diferencias. Me parece que visibilizar eso está bueno, inclusive lo hablamos con las otras ganadoras de la beca y el proyecto. Ellas me motivaron mucho por cómo organizaron su trabajo en estos meses de aislamiento. Creo que hay que investigar, pero también hay que transmitirle algo a la comunidad”, comentó Giambiagi a Unidiversidad.

Por el proyecto “Evolución del campo de esfuerzos durante la construcción del plateau Puna/Altiplano”, la investigadora recibió una mención especial en la categoría Premio del certamen que destaca la excelencia científica, promoviendo y estimulando la participación de las mujeres en el ámbito científico. “Hay que intentar, hay que tenerse fe, eso les digo a mis becarios. Si sale, buenísimo, y si no, intentamos otro año. Nunca hay que dejar de tenerle fe al proyecto, a lo que hacemos”.

“La mención fue muy buena, emocionante. Una se presenta, pero como hay muchos otros proyectos, no lo espera. La sorpresa fue muy linda porque me llamó la presidenta del Conicet. Aunque la mención no tiene fondos, es un empuje para seguir trabajando. Me enteré del concurso a través de una paleontóloga de mi grupo anterior, con el que hice el doctorado, que me incitaba a presentarme. Hace unos años, también me postulé y ella, al estar en el comité, me dijo: ‘Estuviste cerca, estuviste cerca’. Entonces es importante el empuje que te dan los demás porque a veces una piensa que no va a salir, pero si insisten, una se presenta”, detalló Giambiagi.

                      

El grupo de Tectónica del Ianigla estudia cómo se formaron los Andes desde el momento en que no había cordillera, cómo se levanta y se genera una relación con la sismicidad. Por este motivo, Mendoza es un foco fuerte de sus estudios, aunque también tienen presencia en otras provincias del país.

“En realidad, el proyecto que presentamos es en la Puna, en Catamarca y Salta, pero es un estudio amplio sobre la formación de la montaña y la sismicidad. Este trabajo lo venimos desarrollando hace muchos años. En mi caso particular, estoy en Mendoza hace más de 20 años y, desde ese momento hasta ahora, trabajo con levantamiento andino. Primero hice el doctorado y después creé el grupo de Tectónica acá en Mendoza. Ahora somos cinco investigadores del Conicet y diez becarios, todos aportando desde distintas disciplinas”, describió la directora del grupo.

                      

Aunque es oriunda de Buenos Aires, siempre le atrajeron la montaña y la posibilidad de acampar en medio de la naturaleza, una pasión compartida por su familia en vacaciones. “Está buena esa desconexión y conexión con la naturaleza porque da un cable a tierra, no tenés que estar a las corridas. Por eso, supongo, siempre estoy creando proyectos para salir a la montaña y no estar tanto tiempo en una oficina”.

“A mis padres les gustaba mucho el campamento, la montaña, salir. En las vacaciones, íbamos sobre todo a los Lagos del Sur. Desde chica me gustó la parte de investigación, y cuando viajábamos, me encantaba estar en la montaña y hacer andinismo como pasatiempo. Yo quería irme de Buenos Aires porque esa vida no me gustaba: mucho cemento, ciudad, gente. Conocí Mendoza cuando estudiaba y me quedé”, recordó Giambiagi.

                       

Actualmente, su vida transcurre entre la oficina, la montaña y su familia. Si bien ama esa desconexión con la sociedad, afirma que, luego de permanecer varios días sin saber cómo se encuentran sus seres queridos, siente la necesidad de volver. “Lo ideal para aprovechar el tiempo y los fondos es ir a la montaña y acampar, porque ir y volver nos complica. Generalmente, hacemos una semana o diez días y después volvemos a la oficina con los datos y las muestras. Con los días, nos vamos cansando físicamente y decimos: ‘Bueno, basta, extraño mi casa y a mi familia, la cama, el colchón y las facilidades de vida, porque en la mayoría de esos lugares no hay conexión a internet, entonces no se sabe nada de la familia”.

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En honor a la tarea de gestión educativa realizada por Viviana Le Donne, el 27 de julio se estableció como Día provincial de la Mujer en Tecnología, Informática, Ciencia, Ingeniería y Matemática. Por ello, desde Unidiversidad hablamos con Lilia Dubini, profesora de la UNCUYO que se desempeña en el ámbito científico.

“Un día en la montaña es volver a la esencia total, es preocuparse por el abrigo, comer, no sufrir ningún accidente. Después, cuando cubrís esas necesidades básicas, te dedicás a trabajar. Nos levantamos, hacemos el desayuno en el campamento, cargamos la mochila para todo el día, salimos a caminar y observamos la montaña. Tenemos que prestar atención a la tormenta, la comida, el teléfono satelital, el botiquín. Algo importante es la cooperación de grupo porque, como mínimo, van dos personas, y siempre lo ideal es más de cuatro, seis o hasta ocho personas. Después volvemos al campamento tratando de que no se nos haga de noche, y es volver a pensar en las necesidades básicas: comida, abrigo, que no falte la leña, atar la carpa, el fogón y a dormir para estar listo al otro día”, concluyó la investigadora Laura Giambiagi.

                      

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